Innovación hidráulica: La vocación por el cuidado del agua que surgió de una tarea escolar en el Tec de Monterrey
Alejandro Granados, un emprendedor del agua que evolucionó de detectar “huachicol” a crear sensores para la gestión sustentable del recurso. ¿Su próximo reto? Un mundo donde el agua se reparte de manera equitativa, inteligente y sustentable
Al principio, el desafío se limitaba a cumplir uno de los requisitos para obtener el respaldo que le permitiría estudiar en el Tec de Monterrey: una beca de emprendimiento que demanda la identificación de un problema real, para el cual es necesario proponer una solución... real.
Con 18 años apenas, Alejandro Granados Garza no tenía claro cuál problemática atacar y tampoco estaba seguro de que su vocación fuera convertirse en “emprendedor”. Lo que él quería era estudiar y para eso necesitaba una beca. Así que escogió el problema del que todo mundo hablaba en ese entonces (2018), porque todos los días se mencionaba en los medios de comunicación: el robo de combustible, o “huachicol”.
Su proyecto fue aprobado. Obtuvo la beca y entonces el reto evolucionó: había que mantenerla, pues las reglas de esta exigen desarrollar, a lo largo de los estudios universitarios, la idea inicialmente planteada. Tenía entonces que idear un método -real y viable- para detectar el robo de combustible.
Lo primero que pensó fue instalar un sistema de sensores, a lo largo de la tubería que conduce el combustible, de forma que, al ser perforada, el cambio de presión en el ducto alertara sobre el intento de robo... ¡y listo!
El golpe de realidad -y la iluminación- llegó cuando realizó la primera prueba física de su idea: montó un sistema de tubos, los llenó con agua, les inyectó presión y comenzó a simular fugas para probar su teoría. Generó una “fuga de agua”... y otra “fuga de agua”... y entonces comprendió: se había equivocado de fluido.
SURGEN LA PASIÓN Y EL COMPROMISO
Con la iluminación llegó también la pasión, que hoy, al escucharle, deja claro que se ha convertido en un experto en agua. No solamente en detectar fugas en los sistemas que llevan el agua a nuestras casas, sino en el líquido mismo, en su relevancia para el sostenimiento de la vida y en los riesgos inherentes a su mala gestión.
Porque el empeño en detectar fugas, evitar con ello que el agua se desperdicie y, en última instancia, empujar a los sistemas operadores a la eficiencia, no tiene como objetivo central la obtención de ganancias económicas, sino contribuir a garantizar la viabilidad futura de nuestras ciudades.
Y es que, una vez tomado el rumbo correcto, lo que Alejandro persigue es un sueño: ayudar a la construcción de “un mundo donde el agua se reparte de manera equitativa, de manera inteligente y de manera sustentable”. La contribución con la cual se encuentra comprometido la realiza a través del producto final de la tarea escolar con la cual inició la historia: la empresa Hydrosafe, que fundó en sociedad con su papá.
Con la idea de “trabajar hoy para evitar los problemas del mañana”, que resulta inevitable leer en su página web, Hydrosafe es hoy una empresa que cuenta como clientes a cinco organismos operadores de agua en los estados de Coahuila y Aguascalientes; tiene como prospectos a otros dos, en Chihuahua y Guanajuato, y espera cerrar el año ganando un contrato por el cual concursa en Guatemala.
Pero, como era natural, conforme avanzó en la comprensión del problema, su perspectiva se fue ampliando y por ello su empresa no solamente ofrece el servicio de detección de fugas, sino también la ubicación de mantos acuíferos y la instalación de plantas de tratamiento que permiten reutilizar el agua prácticamente de manera infinita.
La idea original, que implicaba instalar sensores de presión en las tuberías, quedó atrás hace mucho tiempo. Para abandonarla fue importante el acceso que la empresa Aguas de Saltillo le brindó para conocer en profundidad cómo opera un sistema de captación y distribución de agua potable.
El gerente de la empresa mixta, Jordi Bosh, dice Alejandro, “ha sido parte muy importante del proyecto, mentoreándonos”. De su mano comprendió que su idea original sí funcionaba... pero solo a condición de que la tubería no tuviera fugas.
Entonces, si la respuesta no estaba en tapizar de sensores las tuberías, ¿dónde había que ponerlos? Porque la solución sigue ubicándose en el uso de un sensor. Pero lo que se requiere es un dispositivo capaz de identificar algo que no puede verse a simple vista: una fuga que se ubica debajo de la superficie del suelo. Una cámara térmica, descubrió pronto, cumple con la función.
Así que montó uno de estos dispositivos en un dron y comenzó a detectar fugas a partir de identificar las diferencias de temperatura sobre la calle. Porque aún cuando el pavimento se vea seco, si hay una fuga debajo de éste, la temperatura cambia.
El método, sin embargo, sigue sin ser 100 por ciento eficaz. Para que lo sea, explica este ingeniero industrial que hoy tiene 23 años, es necesario crear algo que todavía no existe: un sensor capaz de identificar el 100 por ciento de las fugas. Y para eso se requiere invertir en investigación.
En ruta hacia la meta, Alejandro participa actualmente en una incubadora de negocios en la cual está aprendiendo cómo se obtienen los fondos para financiar la investigación y finalmente dar vida al sueño que, iniciado como una tarea escolar, es ahora una vocación de vida.
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