La docencia requiere contacto genuino entre maestra y alumno. Una vez alcanzado, se convierte en una oportunidad para conectar, inspirar y transformar vidas. Miss Telma, con más de dos décadas dando clases, es el ejemplo de esta filosofía educativa
- 15 diciembre 2024
Miss Telma Cecilia Villarreal Ibarra, con 54 años de edad y 21 dedicada a la docencia, no planeó dedicarse a esta profesión, el destino se lo preparó.
Soñó ser arquitecta para construir algo duradero, con huella en el tiempo. Se inscribió en Uane, en Monclova, Coahuila, de donde es originaria. Pero con solo cuatro alumnos, el grupo no se abrió.
La segunda opción, Psicología. Su renuncia al anhelo original, se transformó en un hallazgo fascinante: el entendimiento de la mente humana. Con ello, herramientas para acompañar a las personas y desarrollar sus fortalezas.
No fue una pérdida, sino una bendición disfrazada. Si en aquel momento le hubieran dicho que se convertiría en apoyo, inspiración y guía para tantos estudiantes, no lo habría creído.
Ya como profesional, tomó la Maestría en Educación Especial, luego un Doctorado en Ciencias de la Educación.
Trabajó en el ámbito empresarial en el área de Recursos Humanos y Capacitación, colaboró con empresas de seguridad y en outsourcing para Altos Hornos de México.
Luego, el nacimiento de su hija en 1995. El panorama cambió. Ahora perseguía el balance para su vida en lo personal y profesional. Quería un empleo equilibrado, que además le ofreciera un propósito fuera de lo convencional.
En 2003 dio el salto formal a la educación. Tomó un interinato en Psicología en la Unidad de Servicios de Apoyo a la Educación Regular (USAER) en Monclova.
Desde su trabajo en USAER y luego en Cuatro Ciénegas, hasta su paso por un Centro de Atención Múltiple (CAM) en Saltillo, Miss Telma ha demostrado su entrega y su vocación con el apoyo a niños y jóvenes con necesidades especiales.
Para mí, eso es lo que distingue a un verdadero mentor, la capacidad de ver a cada alumno como un ser único, entender sus necesidades y ayudarlos a crecer en todos los sentidos posibles.
Detrás de cada logro, éxito y persona responsable, hay un docente que dedicó tiempo, esfuerzo y amor, como Miss Telma. Una labor silenciosa pero muy importante.
Desde 2005 forma a futuros maestros de Educación Especial en la Normal Regional de Especialización. También ha trabajado como capacitadora en la Universidad Anáhuac y en la Uane, con clases de gestión en maestría.
En la Universidad La Salle imparte cursos en licenciatura y posgrado, desde 2012. Asimismo, ha participado en el Diplomado en Habilidades Docentes, un programa diseñado para fortalecer las competencias. Por si fuera poco, labora en el Centro Universitario San Isidro.
Miss Telma siempre dice que en la enseñanza no hay un camino estático, sino un proceso de crecimiento constante donde el maestro también aprende.
Recuerdo, con gran cariño, cómo en sus clases de Psicología Social y Educación Especial nos reíamos tanto que parecía que la sesión se volvía un espacio solo para divertirse. Sin embargo, siempre terminamos el día con una sensación de enriquecimiento personal y profesional. Nos sentimos escuchados y valorados.
Gracias a ella, encontré un sentido profundo en mis estudios, una claridad sobre lo que quiero lograr ahora yo, con mis futuros alumnos.
Lo que más le admiro es su humildad y capacidad de empatizar. A pesar de su amplia experiencia y de los años que ha dedicado a la educación, Miss Telma enfrenta cada clase como si fuera la primera vez, abierta a escuchar, a comprender, a adaptarse.
Les recuerda a sus alumnos que no hay preguntas tontas, que la duda es parte esencial del aprendizaje, y que la verdadera educación no se trata de tener todas las respuestas, sino de buscar constantemente nuevas preguntas.
Además, Miss Telma es creyente de la educación integral; no basta con formar buenos estudiantes, también hay que buscar formar buenas personas.
Así se lo demostró uno de sus maestros en la preparatoria. La reprobaría por prestar su tarea a un compañero.
En ese momento el acto le pareció cruel, pero ahora reflexiona que esa experiencia le marcó la firme convicción de que ser justo y honesto es más importante que cualquier calificación.
Pero por encima de todos los buenos y las buenas maestras que tuvo, la mayor inspiración de Miss Telma son sus padres.
Recuerda cómo para costear sus estudios de Psicología se sumó al negocio familiar. Luego de que su padre trajera fruta de ejidos, los hijos debían lavarla y venderla.
Ese pago semanal le representaba la oportunidad de seguir estudiando. No había descanso después de clases, pero sí una gran satisfacción.
Entre las enseñanzas que le dejaron sus padres, una frase le retumba en la memoria y en el corazón: “todo a su tiempo”.
Esa máxima de vida la ha guiado en momentos de incertidumbre y desafíos. La invita a ser paciente y vivir el presente.
Sabe que preocuparse demasiado por el futuro, puede hacernos olvidar las bendiciones y oportunidades que ya tenemos. También en eso empatizo con ella, yo creo que “los tiempos de Dios son perfectos”.
Con el ejemplo de Miss Telma, me siento motivada a seguir en la travesía de la preparación hacia la docencia. Llevo conmigo los principios que ella ha compartido. Gracias, Miss Telma. Su sueño original se cumple, usted construye algo duradero, deja huella.