Su forma de enseñar, enfocada en formar individuos íntegros y comprometidos, ha dejado una huella profunda en la comunidad educativa, promoviendo la colaboración, el pensamiento crítico y la autoconfianza en sus alumnos
- 15 diciembre 2024
Jorge Vélez convive con sus alumnos con la misma energía con la que alguna vez cruzó las aulas de la Universidad Nacional Autónoma de México, hace más de cuatro décadas. Ahora, a sus 64 años, sigue compartiendo su conocimiento con jóvenes que buscan aprender de su experiencia y, en muchos casos, alcanzar su nivel de pasión.
Para Vélez, enseñar no es solo un oficio: es un arte, una vocación de vida. “Enseñar es como cantar”, afirma con seguridad cada vez que puede. Sus estudiantes, colegas, y familiares le han escuchado esa frase en repetidas ocasiones, y, al verlo actuar en clase, saben que no es solo una metáfora; para él, es su realidad.
Jorge cuenta que su vocación nació, en gran parte, gracias al apoyo de su madre. Una mujer que, aunque enfrentó la pérdida de su esposo antes de que Jorge eligiera su carrera, siempre alentó a sus hijos a perseguir sus sueños.
Con orgullo recuerda cómo ella lo apoyó para estudiar lo que realmente le apasionaba, algo poco común en su tiempo. “Mi madre siempre creyó que uno debía hacer lo que le gusta, y para mí, enseñar educación física era una meta desde niño”. Esa dedicación y amor por su profesión son las que lo llevaron a dejar Saltillo, su hogar, para mudarse a la Ciudad de México y formarse como profesor de educación física en una época en la que en la capital coahuilense aún no contaba con una escuela normal especializada en esta profesión.
Desde su infancia en Múzquiz, Coahuila, hasta su adolescencia en Saltillo, Jorge mostró un interés particular por el deporte. Al principio, el béisbol era la pasión familiar y lo practicaba con sus hermanos. Pero en la secundaria, un profesor de educación física, José Contreras Castro, le abrió las puertas a un mundo nuevo: el básquetbol. Fue este maestro quien le mostró que el deporte va más allá de la actividad física, también es un medio para forjar disciplina, respeto y valores. “Él era una figura de autoridad, pero también un ejemplo a seguir. Siempre quise ser como él”.
Con los años, su amor por el deporte creció. Exploró disciplinas como atletismo, ciclismo y fútbol. Al llegar a la Ciudad de México, se adentró en el mundo del ciclismo de una manera inesperada.
La Escuela Normal de Educación Física estaba a unos metros del velódromo de la Magdalena Mixhuca, y su curiosidad lo llevó a conocer a grandes figuras del ciclismo mexicano como Luis Rosendo Ramos.
Vélez recuerda que incluso tuvo la oportunidad de trabajar como fisioterapeuta para algunos de los ciclistas, dándoles masajes como parte de su formación académica. Fue uno de sus primeros trabajos, y no solo le permitió aprender, también conectar con su pasión por el deporte.
A lo largo de su trayectoria, Jorge experimentó una diversidad de disciplinas. En la universidad, recibió instrucción en atletismo, natación, boxeo y esgrima, pues en esa época, se consideraba fundamental que un profesor de educación física tuviera nociones básicas de múltiples actividades.
Fue así como descubrió el tenis, una afición que continuó practicando hasta su regreso a Saltillo, donde compartía la cancha de la Ciudad Deportiva con amigos. La enseñanza del tenis, comenta, le dejó una lección que aún aplica en su labor: “Dominar un deporte de raqueta puede darte seguridad en cualquier otro. La práctica no es solo técnica, sino una actitud ante el aprendizaje”.
Su trayectoria en Saltillo fue tan extensa como fructífera. Al regresar a la ciudad, Jorge se convirtió en uno de los primeros licenciados en Educación Física en Coahuila. Ingresó a la recién fundada Escuela Normal de Educación Física y comenzó a formar a las futuras generaciones de docentes.
En esa época, el país vivía un auge del handball, deporte que se enseñaba en todas las escuelas como parte de una política gubernamental que buscaba formar un equipo olímpico. Jorge, recién graduado y con la motivación al máximo, asumió el reto de enseñar una disciplina nueva para la mayoría de los estudiantes y sus colegas. Aunque el impulso del handball no perduró, para Jorge representó una oportunidad invaluable de aprendizaje y de afianzar su compromiso con la docencia.
Uno de los momentos más entrañables de su carrera fue su participación en un estudio sobre el crecimiento físico de deportistas, llevado a cabo por el doctor Gabriel Querebetiu en la Universidad Nacional Autónoma de México. En ese proyecto, Jorge tuvo la oportunidad de evaluar a deportistas destacados, como el famoso futbolista Evanivaldo Castro “Cabiño”.
Aunque los resultados del estudio no pudieron ser concluyentes, esta experiencia fortaleció su creencia en la importancia de la actividad física para el desarrollo integral de las personas. “Siempre les digo a mis estudiantes: hagan ejercicio, no importa si no serán los más altos, pero si son activos, llegarán a su máximo potencial”.
Este enfoque en el desarrollo físico va de la mano con su filosofía de enseñanza. Jorge no solo quiere que sus alumnos aprendan a jugar un deporte; quiere que comprendan el valor del esfuerzo, la disciplina y el respeto por los demás.
“Más que enseñarles a correr o lanzar una pelota, intento enseñarles a ser mejores personas”, comenta. Esta mentalidad es la que lo ha llevado a ganarse el respeto y cariño de generaciones de alumnos, quienes lo consideran no solo un profesor, sino un mentor y un modelo a seguir.
A lo largo de 32 años en la Normal de Educación Física, Jorge ha visto pasar a cientos de alumnos, algunos de los cuales ahora son colegas y amigos. Aunque está jubilado, su vínculo con la enseñanza sigue intacto. Aún asiste a la Normal para impartir conferencias, compartir sus experiencias y motivar a los futuros docentes. La pasión que lo llevó a cruzar medio país hace décadas sigue viva, y su mensaje sigue siendo el mismo: enseñar es un arte, y el aula es su escenario.