Adrián González acumula una década de trayectoria dedicada a la enseñanza. A sus 37 años, lidera el Tecnológico de Monterrey Campus Saltillo, como director general. Desde sus inicios en el ámbito académico, se ha enfrentado a desafíos que lo impulsan a romper paradigmas, impactando positivamente en la experiencia de sus alumnos, profesores y colaboradores
- 15 diciembre 2024
Detrás de cada profesor existe una historia única, un perfil con carácter propio y un método de enseñanza que inspira y transforma a sus estudiantes generación tras generación. Adrián Fernando González Zambrano es uno de esos profesores.
Inició su carrera docente a los 27 años como maestro de cátedra y, con el tiempo, llegó a ser director de la carrera de Negocios Internacionales en el Tecnológico de Monterrey Campus Monterrey, donde ejerció durante ocho años. Actualmente, se desempeña como director general del Tecnológico de Monterrey en el Campus Saltillo, continuando con su impacto positivo en la vida de sus estudiantes.
Aunque su juventud fue vista inicialmente como un reto, rápidamente se convirtió en su mayor ventaja. Esto le ha permitido conectar con los estudiantes, comprendiendo sus formas de aprender y de interactuar con el conocimiento.
Adrián entiende que su labor no se limita al aula; su papel también incluye acompañar a los estudiantes en su crecimiento académico y personal. Para él, cada logro de la comunidad estudiantil es una extensión de su propia historia de éxito.
Ingeniero Industrial y de Sistemas por formación, Adrián también realizó una maestría en Negocios Internacionales en la EGADE Business School y comenzó a dar clases en el Tecnológico de Monterrey.
Como director, está convencido de que su rol va mucho más allá de la gestión administrativa. “Se trata de generar y asegurar la mejor experiencia para nuestros estudiantes en el campus, tanto dentro como fuera del aula”.
A lo largo de sus dos años en Saltillo, ha impartido clases a nivel profesional y de preparatoria, contribuyendo así de manera directa a la vida académica de los alumnos.
Para Adrián, “dar clase” es poder observar la dinámica actual entre profesores y estudiantes, acercarse a ellos para conocer sus inquietudes y gustos, y predicar con el ejemplo al dar siempre un esfuerzo adicional en su rol como director.
Entre las materias que imparte, disfruta especialmente “Desarrollo Internacional de Servicios en el Siglo XXI”. Considera que es una asignatura orientada a la creación de experiencias y el valor de los intangibles, que además conecta con sus áreas de interés profesional.
En esta clase, uno de sus ejemplos favoritos es el caso de la tropicalización cultural de los parques temáticos de Disney alrededor del mundo, que utiliza para ayudar a los estudiantes a entender cómo adaptar modelos de negocio en diferentes mercados internacionales.
A través de estrategias de mercadotecnia, análisis cultural y sus propias experiencias, los guía en el análisis de cómo una empresa global se adapta eficazmente a diversas culturas.
Su pasión por la docencia tiene raíces familiares; “no quiero que suene a cliché, pero mis padres han sido mi inspiración,” confiesa. Desde niño ha visto a sus papás, quienes también han sido profesores, ejercer como sus mentores tanto en la vida como en la academia.
Esta experiencia le ha permitido descubrir su propósito como docente: dejar una huella en cada estudiante que comparte una clase con él y, a través de ellos, impactar al mundo.
“Si logro hacerles ver que una carrera o disciplina no los define, sino que los empodera a desarrollar habilidades que los acerquen a sus metas, entonces mi esfuerzo habrá valido la pena”, comenta Adrián, convencido de que el verdadero impacto de su papel se mide en el crecimiento y éxito de sus estudiantes.
Adrián ha aprendido mucho de sus alumnos a lo largo de los años. Gracias a la diversidad de perfiles y clases que ha impartido, ahora sabe que cada estudiante es único, con intereses y estilos de aprendizaje distintos.
”Un profesor nunca debe subestimar, pero también debe retar a sus alumnos a dar su mejor esfuerzo,” afirma. Así mismo, destaca que la retroalimentación activa es esencial para el avance, tanto en los aciertos como en las áreas de oportunidad y mejora.
Cuando se le pregunta por qué ha decidido dedicar su vida a la enseñanza, responde: “es mi forma de sentir esperanza por un futuro mejor, buscando cómo desde mis áreas de conocimiento puedo inspirar a otros a lograr el cambio.”
También expresa admiración por aquellos profesores que rompen el paradigma de que la exigencia impide la conexión emocional con los estudiantes. Para Adrián, estos profesores logran ser respetados y queridos, demostrando que el compromiso y el respeto son esenciales en la educación.
Finalmente, visualiza un futuro en el que la educación sea la herramienta clave para una mejor realidad global, donde el análisis crítico sea prioritario sobre la memorización y donde cada estudiante pueda seguir su pasión sin prejuicios.
“Sueño con un futuro donde se deje de juzgar las diferentes profesiones y carreras, permitiendo que cada estudiante siga su pasión. Esto llevará a personas más realizadas y con mayor impacto en el entorno donde se desarrollen”.
Adrián ya ha dejado su huella en muchas vidas, incluyéndome a mí. Ha sido una guía en la elección de mi carrera y en comprender la conexión entre mis pasiones y el mundo de los negocios.
“También sueño con un futuro donde pueda ver cosechado un poco de lo que he tratado de sembrar en temas de educación, y dejar un mundo mejor gracias a la oportunidad de ser profesor”. Gracias, Adrián, por dejar huellas que trascienden.