Durante la administración de María Antonieta Valero Gil (1984-1988) se buscó que los alumnos tuvieran una educación integral y explotar sus talentos al máximo
- 15 diciembre 2024
En 2023, el ballet folklórico del Ateneo Fuente ganó el primer lugar del International Folk Festival. Nació hace más de 30 años, cuando una mujer, la primera en ocupar la oficina de Dirección en el Ateneo Fuente (1984-1988), se propuso que los jóvenes ocuparan su tiempo libre en algo productivo.
María Antonieta Valero Gil tenía una visión muy clara desde el momento que empezó a enseñar: crear (y criar) jóvenes críticos, analíticos, con conciencia social. Que tuvieran ideales. Por eso, cuando hubo un movimiento estudiantil (“Pro Dignificación”, en el que se denunciaba un fraude electoral en la Rectoría de la Universidad Autónoma de Coahuila), marchó con sus alumnos. No podía ser hipócrita, no podía quedarse sentada, callada. María Antonieta predica con el ejemplo.
En una reunión de maestros, preguntaron quién estaba dispuesto a lanzarse como candidato para dirigir a una de las instituciones más queridas por sus alumnos (y los saltillenses). Ella levantó la mano. No se acobardó, no se dobló, no le sacó la vuelta. Dijo que “sí” porque alguien tenía que hacer algo y, ¿por qué no ella?
Hubo maestros que no la apoyaron por una simple razón: ¿cómo es que el glorioso Ateneo Fuente iba a ser dirigido por una mujer? Los maestros, desde la cátedra, “les decían a los alumnos que no fueran a votar por una mujer. No podían votar por mujeres”.
Eso no la espantó. No se iba a detener por misóginos. Lo de María Antonieta es el liderazgo.
El objetivo siempre fue sacar adelante al Ateneo
En medio de esos machos, la maestra tenía aliadas. Su equipo de trabajo, compuesto en su mayoría por mujeres, no la dejó sola. Juntas, sororas, decidieron sacar adelante al Ateneo Fuente.
Inició y no tardó en notar un problema: los desfiles chuscos (en los que participaban alumnos del Ateneo Fuente) habían caído en la barbarie. Los muchachos aventaban botellas, se vestían de mujeres y las denigraban. Se necesitaba un cambio.
Se armó de valor, se fue solita a negociar con ellos a los campos de fútbol. Propuso cambiar los desfiles por un rodeo o una charreada y, como los ateneístas son aguerridos, le entraron.
La maestra (también ateneísta) reconocía el talento de sus alumnos, creía en ellos. Veía a escuelas como el Tec de Monterrey realizar revistas musicales y sabía que los ateneistas también podían hacerlo. Así comenzaron a presentarse musicales en el Paraninfo.
También logró que se realizara un inventario de lo que albergaba el cuarto piso del Ateneo Fuente y se creara lo que hoy es la Pinacoteca.
Durante su administración, le tocó vivir el incendio de ese cuarto piso, en el que se perdió un acervo bibliográfico importante, perteneciente al escritor saltillense Artemio de Valle Arizpe. La causa oficial fue un cortocircuito, aunque ella no se escucha tan convencida cuando lo cuenta.
Las adversidades son retos para la maestra. Los comentarios, incluso de maestras que no aprobaban su gestión, se le resbalaban, porque ella no dirigía el Ateneo Fuente por eso, lo hacía por los chavos, por el amor a una institución que le enseñó el significado de la palabra libertad.
El amor entre María Antonieta y sus alumnos era recíproco, próspero, abundante. Uno de ellos, en alguna ocasión, mientras viajaba en autobús a la Ciudad de México, pasó toda la noche escribiendo una carta para su maestra, y en cuanto llegó allá se la mandó por correo.
Una mujer acostumbrada a afrontar retos
Inició a dar clases a los 18 años, como ayudante. Y para los 20, en su último año en la Normal Superior, donde estudió Psicología Educativa y Ciencias Sociales, comenzó a dar clases en diferentes secundarias federales.
La convicción por enseñar llegó después, a lo largo del camino, pero primero fue el modo para sobrevivir. Tenía que apoyar a su familia. Con siete hermanos, su abuela y una tía abuela viviendo con la familia, su madre y un padre que había tenido un derrame cerebral cuando María Antonieta tenía 15 años, no le quedaba de otra.
Las necesidades no respetan edades, ni se esperan a que encuentres tu vocación en la vida. Llaman sin previo aviso y tienes dos opciones: dejar que te hunda o nadar.
María Antonieta nunca ha dejado de nadar. Siempre a contracorriente.
Hoy, a sus 81 años, la docente quien también estudió una licenciatura en Sociología y una maestría en Educación en la Universidad Autónoma de Nuevo León, no está quieta. Aunque ya no da clases, colabora con el Archivo Municipal de Saltillo, tiene un círculo de lectura semanal y hace pilates. Es una mujer entrona, aguerrida, dispuesta a levantar la voz y la mano.
No tiene miedo de gritar lo que piensa, de cuestionar, de ir más allá. Lo que dice, lo vive. Es leal a sí misma, a sus convicciones, a sus valores.
No se arrepiente de nada. Sabiendo todo lo que sabe hoy, a pesar del machismo y la misoginia con la que tuvo que lidiar, tomaría las mismas decisiones y volvería a ser la primera mujer directora del Ateneo Fuente (y por mucho tiempo, la única).