- 17 diciembre 2023
Este joven nació para entregarse a lo salvaje. Es el universo entendiéndose a sí mismo. Es un verdadero hijo de la naturaleza. Un científico prometedor al que el futuro le explota en los ojos por las ganas de descubrirlo todo
- 17 diciembre 2023
Jorge Madrazo Fanti es una fuerza de la naturaleza: generoso, curioso e indómito. El planeta lo llama. Y el joven lo escucha latir, hablar, como amigos que tienen su idioma secreto. Quizá él no se da cuenta de que sus ojos ámbares parecen estar mirando directamente al futuro, y su risa familiar da la sensación de que todo está saliendo de acuerdo a un plan maestro y sincero. No sorprende que, a sus 26 años, ya sea un científico prometedor, oh, true nature’s child!
Cómo no, si desde niño, Jorge estaba enamorado de los dinosaurios. Su padre lo llevaba a General Cepeda a buscar restos calcificados que conserva como tesoros. Su abuelo lo llevaba al Museo del Desierto a pasear entre esqueletos de reptiles antiguos, oh, little fossilistic kid!
¿Cómo no, si pasaba horas en el patio de su casa viendo a las hormigas en su hormiguístico actuar? ¿Cómo no, si acechaba a las lagartijas tomar sol por puro asombro? ¿Cómo no, si desde pequeño siente una fascinación anormal por alimañas poco carismáticas? ¿Cómo no, si sus tardes estaban llenas de documentales de Discovery Channel, de National Geographic, de Animal Planet? ¿Cómo no, si tenía héroes poco convencionales como el Cazador de Cocodrilos, Steve Irwin? Oh, savage lizardy boy!
Jorge Madrazo Fanti en verdad es un hijo de la naturaleza. Pero esa rareza encantadora que lo caracteriza, también le dejó una cicatriz. La cicatriz de las burlas de otros niños y niñas, compañeros de primaria y secundaria que lo apartaban, le hacían sentir que si no tenía los intereses convencionales del grupo, no iba a encajar nunca con ellos. La autenticidad, como una flor silvestre, a veces germina en soledad, oh, untamed solitary son!
La naturaleza, dicen, siempre encuentra su camino: por eso en las calles de concreto, de entre una grieta, a veces se alzan flores rebeldes o indóciles follajes se extienden reclamando edificios abandonados diciendo: somos uno y al mismo tiempo este espacio siempre fue mío. Así le ocurrió a Jorge, quien ya en preparatoria, mató el qué dirán para atizar otra vez a esa voz que siempre lo ha nombrado con familiaridad, come, oh, wise young man!
Ahí estaba, a sus quince o dieciséis años, tratando de decidir qué estudiar. Por un momento pensó en medicina. Pero ningún cubículo, ninguna oficina, ninguna labor por donde no se asome un rayo de sol, o corra una brisa, o se llene las manos de vida y muerte y tierra podría satisfacerlo. Así que la licenciatura en biología se presentó como el camino más adecuado, the way, the path he shall go further, oh fierce-spirited lad!
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A pesar de la voluntad de su instinto, el joven Jorge dudaba de si una carrera como la biología le ofrecería estabilidad y buenos ingresos. La respuesta llegó... cómo decirlo. Las casualidades, se rumora, no existen. Por eso para esta ocasión tal vez sea más idóneo hablar de lo que el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung definió como sincronicidad (dentro de su obra La interpretación de la naturaleza y la psique, publicado por primera vez en 1964). Es decir: experimentó eventos que aparentemente no estaban conectados directamente, pero que terminaron teniendo un significado personal, conectando el mundo interior con el exterior de una manera misteriosa, oh, brave indecisive, youngster.
‘CÁELE AL MUSEO Y HAZ LO QUE QUIERAS’
Era 2016 y su madre se encontraba entrevistando a gente de Saltillo para la televisión. Una de esas personas fue Arturo González, el director del Museo del Desierto quien, amable como siempre, lo invitó a cenar para despejar dudas. Aquella noche, Jorge encontró certeza, un mentor a quien seguir y un recinto donde su curiosidad por el mundo explotaría, como un joven Da Vinci a mitad de los 1400 explorando la Toscana junto al río Arno. Y todo porque la cabeza del MUDE le dijo: “Cáele al museo y haz lo que quieras”, oh, lucky-ancient-soul youngling.
Comenzó desde abajo, aclara con su voz grave: barriendo, trapeando, limpiando vitrinas, aprendiendo cómo dar los recorridos. Pero su inquietud le tenía deparadas sorpresas que solo pueden tomarlas quienes se despojan del miedo. Y acercándose a preguntar, pidiendo consejos, la paleontóloga Martha Carolina Aguillón fue quien lo invitó por primera vez a la labor científica, oh, fiery sprout-man!
¡Y qué forma de empezar! Armando el esqueleto de un ceratopsido, un dinosaurio famoso por su cresta con cuernos. Con ella también se involucró en una investigación sobre mamíferos fósiles de la era del hielo del Pleistoceno. Los sueños se cumplen, grito en silencio. Tocaba la cima, los deseos materializados para un muchacho que creció con el famoso “Walking with Dinosaurs” de la BBC como serie favorita, oh, sweet dinosauric pal!
Desde entonces la osadía no ha parado. En el MUDE, conoció a además al Dr. White Miller, con quien desenterró fósiles de caballos primitivos y aprendió que, contrario a la creencia común, el origen de estos cuadrúpedos está en América, pero migraron a Eurasia hace unos 30 mil años, oh, gentile equine guy!
Para 2018, Jorge ingresó a biología en la Universidad Autónoma de Nuevo León. Profesionalizó su técnica y realizó un intercambio en Potsdam, Alemania, para desarrollar un proyecto de paleogenómica, es decir, el estudio de ADN antiguo, aunque confiese riendo que la parte genética no se le da tan bien, oh pretty academic bud!
También hizo prácticas de campo en la Reserva de la Biosfera El Cielo, en Tamaulipas. Y vaya si su cuerpo por completo se hincha de gusto cuando narra esta experiencia que vivió en plena pandemia. Tiene cientos de fotos. Como la de un cadáver de escarabajo gigante; una colonia de hormigas legionarias; un mil pies cobrizo enorme; una culebrilla ciega; una víbora coralillo y hasta una imagen donde sale cargando un cocodrilo de río que atrapó tras meterse a nadar con esos reptiles, oh, charming feral mate!
Jorge terminó la carrera este 2023. Y eso de que el planeta le habla, eso de que entiende su idioma, no era una metáfora exagerada. Como tampoco es exagerado decir que uno de los rasgos que más cautivadoras de Jorge son lo que el mismo llama sus obsesiones, oh, nerdy & animalistic partner!
Así la plática se enfoca en cómo la naturaleza tiene formas peculiares de comunicarse: del rizoma, de los bosques y de los hongos. Y el joven biólogo se apasiona hablando de las propiedades del reino fungi. De cómo por muchos años este micromundo que conecta en extraña armonía lo vivo y lo muerto estuvo olvidado, pero que ahora se explora con más detenimiento, con más profundidad, con mayor rigor científico, oh, fungus passionate fellow!
EMPRENDER CON LA NATURALEZA: MYZ
Entonces habla del micelio. La kilométrica red subterránea de filamentos con la que los hongos se conectan y hablan entre sí intercambiando información y nutrientes. Jorge está seguro de que todos los seres vivos estamos conectados entre sí, y aunque no lo puede explicar con claridad, piensa que debe ser algo así como el micelio. De ahí toma nombre su proyecto más reciente, MYZ, un negocio que emprendió con sus socios Juan Pablo González y Domínguez y Armando Neira, oh, adaptive entrepreneur partner!
Cultivan, secan, pulverizan y comercializan polvo de hongos que se puede consumir como apoyo alimenticio. Pero MYZ va más allá. Su enfoque se centra en ayudar a las personas a sanar sus heridas tanto físicas como emocionales, abordando afecciones estomacales, secuelas de la COVID, el Alzheimer y la depresión, oh, healing soulful being!
La inspiración detrás de esta visión se encuentra en la técnica japonesa del kintsugi, un método de reparación de objetos rotos que reconoce la belleza en las fisuras y heridas. Al igual que el kintsugi utiliza resina mezclada con polvo de oro para resaltar esas fisuras, MYZ busca destacar la importancia de las experiencias y cicatrices en los procesos personales de sanación, transformando no solo las heridas, sino también a las almas que las llevan consigo, oh, universal unbridled beast!
Jorge Madrazo Fanti en serio es un gran tipo, apenas cruzar palabra con él se siente como platicar con un amigo. Y en serio es un científico prometedor. Uno que en 10 años, dice mirando con sus ojos eternos a un horizonte imaginario en la sala de su casa, se ve descubriendo y redescubriendo Coahuila de pies a cabeza, por qué chingados no. Se mira con descubrimientos de nuevas especies de hongos, de arácnidos y de dinosaurios. Se sabe con proyecto de conservación natural y concientización para niños. Para que desde pequeños el amor y el cuidado y la curiosidad sean parte de la misma rama, de la misma estructura subterránea, para que hablemos todos ese idioma secreto y generoso, oh, wild dreamy boy.