No se puede hablar de Víctor Manuel Pérez Ocampo y omitir al deporte del emparrillado. No solo es parte de su personalidad, el futbol americano le ha marcado la pauta de la vida misma. Le ha dado familia, trabajo y un futuro claro para seguir enseñando a través de la pluma
- 15 diciembre 2024
Cuando Víctor Manuel Pérez Ocampo recuerda su último día como maestro, los ojos se le llenan de agua como en aquel otoño de 2019.
Hasta entonces, no comprendía por qué sus alumnos se entristecían al término de un curso. Pero ahora le tocaba a él cerrar un ciclo que vivió por 32 años.
Al hacer un autodiagnóstico, reflexiona que la docencia lo sensibilizó. Se preocupaba por transmitir conocimientos, pero le ocupaba más afianzar estudiantes con valores.
Por eso, cuando se reencuentra con sus exalumnos, le satisface verlos felices, saberles puntuales y responsables, más que si traen un coche nuevo o algo así. “Debe ser por la edad”, comenta riendo. Tiene 63 años.
Le atribuye al futbol americano llegar a este punto de su vida.
Tenía siete años cuando descubrió el deporte del emparrillado. Fue un juego de la NFL televisado entre Green Bay Packers y New York Giants. “Me fascinó lo que vi ahí”, recuerda.
Nueve años después, Víctor era un joven presentándose con Jorge Alonso Castro Medina, coach del Ateneo Fuente, pidiéndole la oportunidad de jugar en el equipo.
Llegó a Saltillo a los 16 años, con el apoyo de una de sus hermanas para seguir estudiando. Era el séptimo de una familia de ocho hijos. Y aunque él nació en Ensenada, Baja California, el resto de su parental vivía en Ciudad de México.
El caso es que apenas llegó al Ateneo, el coach Castro se volvió su familia, atento a sus notas académicas, a sus amistades, a si comía bien.
En el equipo conoció a la familia Chávez Pérez, quien le dió hospedaje en una casa de asistencia. Ahí conoció a quien años después sería su esposa, Rosario de Jesús Flores Pérez.
Desarrolló liderazgo como capitán del equipo de futbol americano y vicepresidente de la sociedad de alumnos. Fue cercano a sus profesores y al director, Armando Fuentes Aguirre “Catón”, hoy cronista de la ciudad.
Tras su etapa ateneísta, regresó a la Ciudad de México e intentó ingresar a Periodismo, pero no hubo cupo. Optó por Ciencias de la Comunicación para mantenerse cerca del deporte.
Se propuso ir a Monterrey, conseguir una beca para jugar y estudiar. Antes, pasó por Saltillo a saludar.
El coach Castro le contó que “Catón” abriría la Escuela de Ciencias de la Comunicación con instalaciones compartidas con el Ateneo. Significaba que podría seguir jugando americano.
Aunque “Catón” también conversó con él, no le costó mucho convencerlo. Cuatro años después, Víctor se convirtió en el primer alumno de la Universidad Autónoma de Coahuila en recibir el título en Ciencias de la Comunicación.
Se graduó y regresó a la Ciudad de México a buscar trabajo. Se desempeñó seis meses en el periódico El Sol de México, luego en un cargo público en el Distrito Federal. Fue brigadista en el terremoto de 1985.
Perol futbol americano lo seguía llamando. Por eso inició el proyecto “Historia del Futbol Americano en Saltillo”. Con el subsidio del licenciado Carlos Ayala, retornó a Saltillo con la mira puesta en dos años.
Esta vez la ciudad no lo soltó. Su primera clase como docente fue en Educación Física, en septiembre de 1987. A la par, fue asistente del coach Castro con los equipos universitarios y juveniles.
Otra vez, su mentor de vida le dio un empujón al postularlo como primer coordinador deportivo del Ateneo: “Por eso le tengo un gran aprecio. Me protegió cuando era estudiante y me dio trabajo”, comenta.
En realidad, “aprecio” es una expresión que se queda corta. Hasta uno de sus hijos lleva su nombre rindiéndole honor: Víctor Alonso. Tiene dos hijos más: Edgar Omar y Alondra Victoria, y seis nietos.
Como coordinador deportivo, formó parte de la comitiva que inauguró el Salón del Deporte en el Ateneo Fuente. A la par, laboraba en Periódico Vanguardia y una televisora.
Con la visibilidad que ganó, lo invitaron a la política, apegado a lo deportivo. Formó parte de campañas de candidatos a la Rectoría de la UAdeC y se convirtió en coordinador general del deporte de la Universidad.
“Había soñado con llegar a esa posición, para poder hacer todo lo que me hubiera gustado que hicieran por mí cuando era atleta y también regresar un poco de lo que sí hicieron por mí”, reflexiona.
Durante los tres años de su gestión se construyó la Unidad Deportiva ubicada al norte de Saltillo, actualmente nombrada Jorge Castro, jugador del Ateneo de 1956 a 1961 y ganador de 13 campeonatos como entrenador. Los amigos le apodaron“Candy”. Falleció el 19 de febrero de 2004.
En el cambio de autoridades en la UAdeC, Víctor recibió nuevos guiños de la docencia. Retomó como maestro de Educación Física en el Ateneo, pero pronto impartió clases de Taller de Lectura y Redacción, Filosofía, Análisis de Estudios de Ciencias Sociales e Historia de México e Historia Universal.
Las primeras materias las impartió en instituciones como la Facultad de Comunicación, UANE y UVM; las últimas dos, en el Ateneo.
Víctor supo que debía prepararse más para rendir cuentas a sus alumnos. “El futbol americano te enseña que te tienes que aventar”, explica.
Además de estudiar la maestría en Ciencias de la Comunicación, diseñó un método pedagógico basado en las competencias de conocimientos. Mezcló lo académico con lo deportivo. Formó equipos para participar y hasta los retó a ponerse nombres y hacer uniformes.
“No hay mejor alumno del Ateneo que estudie Historia que ustedes que están aquí. Les garantizo que dentro de tres meses serán mejores personas”, era el discurso propuesto por Víctor al inicio de cada curso, cuando también planteaban valores, misión y visión.
Hoy, que continúa publicando libros que enseñan sobre el futbol americano, que recibe mensajes de sus exalumnos y que se los encuentra en la calle siendo felices o intercambiando consejos.
Sabe que la recompensa es invaluable y su labor como mentor, infinita.