La docencia, dice Gerardo Alvarado Esquivel, es un experimento continuo en el que todo el tiempo se buscan nuevas formas de transmitir conocimiento
- 15 diciembre 2024
Para Gerardo Antonio Alvarado Esquivel, la distancia entre la biología y las matemáticas se diluye cuando da clases. La primera disciplina es parte de su formación profesional formal; la segunda es su pasión.
Describe la docencia como “un experimento continuo” en el que su alumnado son sus conejillos de indias en un laboratorio de aprendizaje, como las aulas de Prepa Tec.
Considera que la docencia siempre fue ejemplo y camino. Tras 20 años en la profesión, se siente motivado para apuntar a otros 20.
Originario de Monclova, Coahuila, Gerardo se enamoró de las matemáticas aun siendo estudiante, a pesar de estar por graduarse como biólogo.
Fue en la ciudad acerera donde, como estudiante del Centro de Bachillerato Tecnológico, Industrial y de Servicios (CBTis), ganó un concurso de biología. Esto, acompañado de una profunda pasión por la naturaleza, marcó su camino para elegir esa como su carrera profesional.
Como maestro, debió decidir entre impartir biología o matemáticas, eligiendo estas últimas. Considera que fue una decisión acertada a años de distancia.
“Es mi vocación estar en una materia que para algunos pudiera ser un tanto complicada”, dice, al asumir como reto constante eliminar las etiquetas que rodean a una materia percibida como pesada o tediosa para el alumnado.
La genética de poblaciones, las poblaciones migratorias, la estadística y las adaptaciones de las especies son solo algunas de las aplicaciones de las matemáticas que Gerardo ha encontrado en la biología.
Particularmente en la estadística, encuentra algo “apasionante” por la capacidad que brinda para “exprimir” una matriz de datos o establecer nuevas técnicas didácticas que impacten al alumnado. “Te permite llegar a conclusiones que a simple vista no se tienen”.
Al romper otro mito respecto a que las matemáticas son cuadradas, aburridas, profundamente metódicas y de una sola vía para encontrar el resultado correcto, Gerardo afirma que su principal objetivo es generar una mente abierta en su alumnado a través de las matemáticas.
Además, estas ayudan a empoderar a los alumnos y acostumbrarlos a enfrentar retos que muchas veces sienten que no son capaces de superar.
De ahí surge su idea de que los problemas matemáticos son un colchón sobre el cual el alumno puede atreverse a equivocarse sin miedo al error. “Que sepan que el error es un maestro y es el que los va a llevar a ser cada vez mejores. Entonces, esa confianza en sí mismos es una de las vocaciones que tengo yo para con los alumnos”.
Del alumnado se llena de energía. El aula es un espacio donde se sorprende a diario de cómo el alumnado le ayuda a ser mejor profesor. Las ideas, motivaciones y retroalimentación de los propios alumnos moldean al maestro.
Al haber ejercido la docencia durante años, sus padres le mostraron las herramientas para trascender en la profesión.
De su padre aprendió a ser “tremendamente creativo”, pues veía cómo utilizaba recursos didácticos. Lo vivió de cerca, pues el propio Gerardo fue su alumno.
De su madre aprendió la paciencia. Como maestra de primeros grados de primaria, enseñó a múltiples infantes a leer y a escribir. La paciencia, dice Gerardo, es una de las grandes virtudes que puede tener un profesor.
Él mismo marcó su propio camino al estudiar una carrera de ciencia experimental y no quedarse en el mismo sitio, sino buscar constantemente nuevas formas de conectar con sus alumnos.
Tuvo además como referentes al maestro Vela del CBTis, a Ricardo Cerda, quien lo hizo enamorarse de las matemáticas, y al profesor Rolando Cavazos, un erudito de la estadística que le enseñó a aterrizar cualquier tema para alumnos de cualquier nivel.
Gerardo apuesta por un país con profesionistas que tengan mentalidad de crecimiento, que se arriesguen por lo que quieren y sueñan.
Además, sueña con que desarrollen una mentalidad integral en la que no solo piensen en ellos mismos, sino también en su comunidad y en dejar algo más allá de su realización profesional.
“Eso nos hace mucha falta y creo que eso haría una gran diferencia: que la gente se desarrolle, pero también, a la par, piense en su comunidad, porque eso podría impulsarnos mucho como sociedad, especialmente como sociedad mexicana”.
También sueña con que se desarrolle una conciencia ambiental, con la capacidad de pensar en el planeta y actuar en función de que este se está agotando. Advierte que esto será crucial para el futuro, salvo que se formen alumnos libres, con la capacidad de soñar, buscar sus metas y pensar en su comunidad.