Gricelda Elizalde Castellanos, Magistrada Presidenta de la Sala Penal en el Tribunal Superior de Justicia de Coahuila, está enamorada de lo que hace, ya sea impartiendo justicia o en las aulas, donde busca inculcar a sus alumnos la misma filosofía
- 15 diciembre 2024
“Hacer lo que uno ama”. Esa es la sentencia más firme que Gricelda Elizalde Castellanos ha querido enseñar a sus alumnos de derecho desde que se incorporó a la docencia, como una actividad complementaria a la toga.
Han pasado 12 años desde que la jueza, hoy Magistrada Presidenta de la Sala Penal del Poder Judicial de Coahuila, empezó a dar clases de derecho en la Universidad Autónoma del Noreste (UANE). Pero su historia como maestra de la abogacía y los derechos empezó tiempo atrás.
Nació en Saltillo hace 52 años y estudió en la generación 45 de la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Autónoma de Coahuila. Y un año después de terminar la licenciatura, empezó su carrera en el servicio público en una secretaría del Ministerio Público.
Gricelda empezó su carrera de lleno en el universo penalista de Coahuila, pero en ese primer trabajo también comenzó a impartir conocimientos frente a grupo. Las primeras veces, en capacitaciones cortas en el Instituto de Formación Penal de la entonces Procuraduría de Justicia del Estado de Coahuila.
Con esa experiencia, satisfactoria, empezó a tocar puertas en el mundo de la enseñanza y se preparó para formar a otros funcionarios para lo que se avecinaba: el nuevo sistema de justicia penal, donde la oralidad lo es todo.
Así tuvo la oportunidad de ser capacitadora de públicos difíciles: policías, peritos, agentes del Ministerio Público y jueces, incluso de otras entidades como Chihuahua, Nuevo León, Querétaro, Veracruz, Jalisco y Ciudad de México.
Gricelda posee un tono de voz fuerte y una dicción tan clara que logra acaparar la atención de cualquiera. Herramientas que, junto a la argumentación e interpretación, la han llevado a ser una de las juezas más reconocidas de Coahuila.
Hoy dice que el poder de exposición es un músculo que ha ejercitado tanto en las clases como en las audiencias, donde también suele dar cátedra.
“Es una herramienta que te sirve dentro de las audiencias: saber transmitir ideas claras. Ahora también veo que arranco una clase y los alumnos están a la expectativa de lo que les pueda transmitir, eso es muy bonito, pero también es una responsabilidad muy grande”, expone.
En su experiencia, una de las cosas que le generan más satisfacción es ver a un estudiante crecer. Sus logros son, de alguna manera, también de quienes lo formaron. Gricelda ha preparado a jóvenes actores del derecho, como Violeta Tello y Alfonso Danao, quienes lideran cargos en el servicio público y el ámbito político.
“Ahora ya me empiezo a preocupar cuando voy a una audiencia, volteo y digo: este es alumno, alumno, alumno, alumno. Muchos de los actores de ahora han sido mis alumnos. Una de las grandes satisfacciones que puedes tener es ver crecer a tus alumnos, y decir: yo contribuí aunque sea un poquito”, agrega.
Los jefes y alumnos también son grandes maestros
Una buena profesora también tuvo grandes maestros y maestras. Una de las que Gricelda recuerda es Esther Quintana, actual secretaria de Cultura de Coahuila, en el bachillerato que cursó en el Colegio de México. Además, recuerda que lleva la docencia en la sangre, heredada de su tío abuelo, Humberto Elizalde Jasso.
“No podría hablar de un solo docente, debo hablar de muchos. Desde maestros de la escuela, hasta jefes a quienes les he aprendido todo. Me marcó mucha gente”, subraya.
Gricelda se considera una maestra exigente. Señala que la formación en derecho debe ser estricta, pues al egresar los alumnos se van a enfrentar a la vida real, donde la calificación ya no se plasma en una hoja, sino que puede ser el futuro de una víctima o un imputado.
En la UANE recibió, por votación de los alumnos, un reconocimiento como docente destacada. Mismo que se suma a otros que ha obtenido en su otro ámbito profesional, como el de Jueza del Año, otorgado por los Premios Justicia, gracias a una resolución donde aplicó la perspectiva de género.
De sus estudiantes ha aprendido, sobre todo, la resiliencia. “De enfrentar problemas en casa y que eso no les impida llegar al aula. En el camino nos encontramos muchos maestros de vida”.
La Magistrada piensa que los alumnos son una gran fuente de aprendizaje, y por ello cualquier persona que esté al frente de un aula debe tener la mente abierta, y mantenerse actualizada. Nunca se deja de estudiar.
En ese sentido, recuerda la frase de un alumno que la marcó: “me gustó su clase, porque me llamó por mi nombre”, pues la hizo comprender la importancia de reconocer a las personas, de contar con una identidad propia.
“Eso me movió, me llamó la atención saber que no se estaban asumiendo como una matrícula”, detalla.
“Tú debes estar enamorado de lo que haces”
La receta infalible, sentencia Griselda, es que uno haga lo que ama, pero con responsabilidad.
“Tú debes estar enamorado, no solo en la docencia, de lo que haces. Si no sientes amor por lo que haces, algo no está bien. Quiero que mis alumnos sientan que están enamorados de lo que hacen. Y me gustaría que recuerden que construir un currículum tarda, y destruirlo puede ocurrir en un día. Quiero que jueguen de frente a la vida, con ética”, resalta.
Con ese amor por el derecho y la docencia, Griselda no piensa aún en el retiro.
“Me gustaría que si los alumnos algún día escuchan mi nombre, recuerden que estaba enamorada de lo que hacía”.