La misión de enseñar, guiar y forjar identidades

Con 20 años de ejercer la docencia, Leticia afirma que no se equivocó de profesión. Inspira a sus alumnos a ser buenos, trabajando desde el amor y forjando su identidad en un entorno seguro

  • 15 diciembre 2024

En un mundo a menudo incierto, hay quienes dedican su vida a sembrar esperanza y conocimiento. Leticia Marín Solís, a sus 42 años, es una de esas personas que se ha convertido en guía y faro de luz para sus jóvenes alumnos. Actualmente cuenta con 20 años de experiencia en la docencia impartiendo clases de inglés en tres secundarias técnicas de la Región Sureste de Coahuila: la número 12, ubicada en Derramadero, al sur de Saltillo, y las 97 y 82, en Ramos Arizpe.

Desde pequeña, Leticia soñaba con ser maestra. Su pasión por la enseñanza se forjó en momentos de juego, donde daba clases a sus amigos y familiares. A medida que creció, esa pasión se transformó en un compromiso firme con la educación. Hoy, con una maestría en Educación y un doctorado en Filosofía en curso, se siente segura de su elección profesional, ya que ha hecho una de sus pasiones personales poder transmitir lo bueno de la vida a sus alumnos: “ahora tengo la certeza de que no estoy en la carrera equivocada; creo que impacto en las vidas de las personas”, comenta.

Elegir esta carrera no solo se debe a su amor por el conocimiento, sino también a su deseo de influir positivamente en sus alumnos: “no importa lo que elijan ser, que hagan algo que los haga felices y que no le haga daño a nadie”, dice.

$!Para Leticia, la adolescencia es una etapa clave para acompañar a los estudiantes.

Todos los días Leticia cruza la zona metropolitana de Saltillo: desde el sur de la capital hasta el municipio de Ramos Arizpe, enfrentando el desafío de los largos traslados entre escuelas, sin embargo, a pesar de las dificultades que esto representa, dice que su mayor recompensa radica en ser un refugio emocional para sus alumnos, pues “a veces, la escuela es el único espacio donde viven en paz”, dice.

Este ambiente seguro se vuelve crucial, sobre todo para aquellos que enfrentan realidades difíciles en sus hogares, como algunos de sus alumnos.

En la Secundaria Técnica 12 imparte clases a un puñado de niños de familias de jornaleros migrantes, un grupo que enfrenta múltiples desafíos. Como maestra, considera que el reto mayor es garantizar la continuidad educativa y el desarrollo de una identidad propia de estos jóvenes: “hay niños que no saben ni cuándo cumplen años, ni cuál es su lugar de origen”, explica, subrayando la complejidad de su situación.

Al comenzar a trabajar con adolescentes, Leticia sintió miedo, ya que su experiencia previa era exclusivamente con niños más pequeños. Sin embargo, rápidamente se dio cuenta de que “son como niños de preescolar”, buscando su identidad y su lugar en el mundo. “Necesitan saber que hay alguien detrás que cree en ellos”, dice.

Leticia también considera esencial abordar la diversidad cultural y las realidades de sus alumnos, por eso, en su aula se esfuerza por incorporar aspectos de las culturas de los niños y sus lenguas natales como el Náhuatl.

Lo que más la inspira son los momentos en que antiguos alumnos la reconocen y agradecen su influencia: “si impacté aunque sea a cinco, ya valió la pena”, afirma, destacando la importancia de cada interacción en su labor docente. Para Leticia, la educación es más que transmitir conocimientos, es una vocación que puede cambiar el rumbo de una generación.

Admira la entrega de sus colegas docentes y el impacto que pueden tener en sus alumnos, aunque considera que la docencia ha sido menospreciada desde hace algunos años, haciendo sentir a los maestros, de alguna manera, desprotegidos.

Recuerda que hay dos maestras que marcaron su vida cuando era una alumna de primaria, Lety y Alma, sin embargo, también a lo largo de su trayectoria como docente sus colegas y directores han dejado algo para su vida: “de la gente aprendes lo que debes hacer, pero también lo que no. Yo creo que de todos ellos he aprendido algo.”

Dedicar su vida a la enseñanza es, para Leticia, una forma de contribuir al bienestar social. Este propósito la motiva a trabajar con entusiasmo, a pesar de los largos traslados entre escuelas y las horas extra que dedica a preparar sus clases.

“La entrega y pasión de muchos colegas son dignas de reconocimiento”, subraya, enfatizando la labor muchas veces invisible de los docentes.

Así recuerda, con cariño, a los maestros que han dejado huella en su vida: “tuve dos maestros en primaria que me inspiraron y una directora que me enseñó la importancia de la presentación y la dedicación en el aula”, comparte, reconociendo cómo estas influencias moldearon su camino profesional.

$!Las clases de inglés es lo que más apasiona a Leticia.

En su visión del futuro, Leticia sueña con un mundo lleno de seres humanos felices y empáticos, donde la educación sea la clave para construir un mejor mañana: “debemos trabajar desde el amor y la comprensión”, afirma, convencida de que una educación humanística, como la que se propone desde el 2023, puede hacer la diferencia.

“Quién no ha pasado por las manos de un maestro, el dentista, el ingeniero, todos hemos pasado por las manos de un maestro”, reflexiona.

Con cada clase, siembra semillas de amor y compasión, creyendo firmemente que su labor puede transformar vidas y crear un futuro más esperanzador. Su compromiso con sus alumnos y la educación resuena con la idea de que cada pequeño cambio puede generar un impacto significativo en la sociedad. Así, Leticia continúa su camino, convencida de que, a través de la educación, puede contribuir a un mundo más justo y compasivo.

Leticia Marín
Leticia Marín

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