Pascale Asseur llegó hace más de 30 años a Saltillo con la firme idea de educar alumnos, pero los cambios culturales han sido un reto
- 15 diciembre 2024
“Nadie te va a criticar por no saber, pero sí por no preguntar”, es una regla que Pascale intenta enseñar todos los días en las clases de francés que desde hace más de 30 años imparte en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey en Saltillo, donde también ha desarrollado una lucha por formar puentes entre adolescentes con oportunidades y personas más vulnerables.
Pascale Asseur llegó a México por amor. Siendo estudiante en Estrasburgo en Francia, conoció a su hoy esposo. Con el tiempo, caminando a su lado, tomó una decisión que fue la que la llevó a hoy tener 33 años viviendo en la capital coahuilense.
“Me dijo: vámonos. Yo pensé: si me va bien me quedo, si me va mal me regreso”, algo así, tan directo, como se autodefine Pascale a nivel personal.
Cuando llegó a Saltillo, en enero de 1991 tras culminar sus estudios en Letras Hispánicas en la academia francesa, se acercó a la Alianza Francesa con la intención de integrarse a una comunidad donde pudiera enseñar su idioma y hacer otros intercambios sociales.
Gracias a un convenio interinstitucional, Pascale empezó a enseñar francés en las carreras profesionales que desde aquél entonces se impartían en el Tecnológico de Monterrey campus Saltillo. Para 1992, la institución privada empezó a implementar el idioma en el nivel de bachillerato, y desde entonces, Pascale ha ejercido mayormente frente a grupos de jóvenes.
En retrospectiva, la docente dice que los retos más grandes que ha tenido en esta carrera, son todos los que implican la cultura a nivel de comunicación. Mientras en Francia las personas suelen ser más directas, en México, hay otros códigos.
“Sí fue difícil, era otro sistema. Era totalmente diferente, pero rápido me encantó. La cultura fue un reto, somos super directos, super sarcásticos y hasta la fecha no se me quita y me mete en problemas”, dice.
Pascale recuerda que desde que tiene uso de razón se ha sentido muy cercana al gusto por la enseñanza; no cayó por error en esta carrera, ni tampoco porque no hubiera otras opciones.
“Desde chiquita ponía a las muñecas ahí en la cama y les daba clases, desde siempre. Cuando estaba en secundaria o prepa, siempre me tocaba dar asesorías de español, ni cobraba porque me encantaba. No soy profesora, a pesar de que no encontré chamba, soy profe de vocación”.
Hoy, con más de 30 años de trayectoria explica que los alumnos le han enseñado a ser flexible, paciente, a tener apertura y empatía, pero sobre todo a desarrollar un poder de adaptación. Es consciente que los alumnos que tuvo en los 90’s son completamente diferentes a los de esta década, por lo que aceptar los retos de actualización cultural es una mecánica implícita en el día a día.
“Alguna vez me dijeron algo como queja sobre el Chat GPT y los jóvenes en general, y yo solo le dije a la persona: jubilate. En mi caso, siento que los alumnos todavía me ponen retos y yo le entro. Para mí es un intercambio”.
Se considera una maestra estricta y cumplida, aunque dice que los educadores deben ser los primeros cumplidos al dirigir un grupo. Resalta, que en su caso, el bachillerato brilla no solo por lo que se enseña en las materias impartidas, sino por lo que se aprende para desarrollaras; valores como la puntualidad o la disciplina.
“Una gran satisfacción es ver a tus alumnos después. Hay alumnos que salen y están haciendo cosas chidas y han llegado lejos. De cierta manera los maestros es cuando decimos: tal vez yo puse un granito de arena. Sobre todo porque dar en prepa es eso, es algo formativo”, expresa Pascale, quien entre sus aulas vio transitar a Javier Díaz, alcalde electo de Saltillo y a otras figuras.
En su carrera, ha incluído a sus estudiantes en otros proyectos para que expandan sus conocimientos y el trayecto por su clase no se quede solo en el aprendizaje del idioma, sino en otros quehaceres. Uno de los más importantes proyectos, es el que ha desarrollado para que los alumnos se acerquen a grupos históricamente vulnerados, y en especial, a las poblaciones migrantes.
El interés por estas poblaciones e incluso lo que probablemente la llevó a prepararse en la lengua española que a su vez la encaminó a conocer a su esposo, nació cuando era adolescente, pues en su bachillerato, muchos de los alumnos eran hijos de refugiados chilenos, que salieron de aquél país debido a la dictadura. Muchos años después, en la capital coahuilense, conoció al padre Pedro Pantoja quien dedicó su vida a las personas que transitaban por la Casa del Migrante de Saltillo.
“Son cosas que no tienen nada que ver con el francés, pero abonas a la sociedad. Hoy llevo 12 años acercando a los alumnos”, comenta.
Una enseñanza que intentará dejar para siempre en la memoria de sus alumnos, es que no se enfoquen solamente en las calificaciones, sino que expandan su mente al aprendizaje, pues los sistemas educativos actuales no siempre son idóneos para todo tipo de alumnos o para lo que están buscando.
“Que no sean super “escolados”. De que si no sacas 100, eres malo. Intento dejarles a mis estudiantes que aprendan por gusto, no por cumplir. Hay quienes se ponen malísimos antes del exámen. También importan las ideas, la creatividad. El sistema actual no es conveniente para todos. Nadie te va a criticar por no saber, pero sí te pueden criticar por no preguntar si es que no sabes”.
El futuro que sueña es uno más sustentable y uno de generaciones donde cada vez más los alumnos tengan sus intereses centrados en el valor de la honestidad.
“No me gusta tanto el trabajo para el futuro, sino para el presente. No quiero que mis alumnos vean la tierra en 10 años, quiero que la vean ahorita ya. Trato de enseñarles a mis alumnos que la honestidad es lo más importante”.