Descubrió la vocación por la ciencia química por accidente, y por la docencia y la investigación casi por necesidad. Hoy forma parte de la élite mundial en la investigación de la materia y está cerca de cumplir tres décadas impartiendo clases
- 15 diciembre 2024
Está por cumplir tres décadas de una carrera durante la cual ha encontrado la fórmula perfecta para combinar la docencia y la investigación científica. En ese trayecto su nombre se ha convertido en una referencia internacional en el campo de la química, específicamente en la microbiología molecular de hongos, lo cual se traduce en un hecho concreto: la llegada a Saltillo de investigadores de otros continentes, quienes le escogen para que dirija sus proyectos de investigación doctoral.
Pero, a pesar de los años y el reconocimiento, Aguilar se mantiene firme en el propósito central de su trayectoria profesional: no piensa retirarse de la docencia. “Dar clases sigue siendo lo que más disfruto”, confiesa con una sonrisa en los labios y brillo en la mirada.
El romance de Cristóbal con la química fue producto de un accidente: al acudir a tramitar su ficha para el examen de ingreso a la Universidad Autónoma de Coahuila (UAdeC), lo hizo con la firme intención de convertirse en abogado, pero el aspirante que estaba justo antes de él pidió la guía para prepararse al examen de la carrera de químico farmacobiólogo. Movido por una mezcla de curiosidad e instinto decidió hacer lo mismo.
Ese cambio espontáneo definió su futuro. Y aunque el primer año en la Facultad de Ciencias Químicas no fue fácil, terminó haciendo reacción con la carrera: “fue muy pesado, pero tuve profesores que realmente me mostraron un mundo que descubrí que me encantaba”, recuerda.
En ese grupo destacan los químicos José de Jesús Sánchez Moreno y Leticia García. El primero era experto en simplificar conceptos complejos, lo cual hizo que la química se volviera accesible; la segunda, era una apasionada de la química orgánica quien le ayudó a imaginar moléculas en tres dimensiones, rompiendo la barrera de lo abstracto. “Esos dos profesores cambiaron mi perspectiva por completo. Ellos lograron que me enamorara de la química”, afirma categórico.
Su camino hacia la docencia comenzó en 1995, pero entre la conclusión de la licenciatura y su primer día frente a grupo ocurrió un hecho determinante: descubrió los hongos en una conferencia impartida por un investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). “Fue un momento revelador. Me hablaron del reino fungi y me resultó fascinante. Desde entonces me dedico al estudio de los hongos filamentosos”, explica.
Este interés lo llevó a especializarse en microbiología molecular de hongos, un campo que, décadas después, lo colocaría entre los investigadores más reconocidos a nivel mundial. Su trabajo no solo es relevante por la generación de conocimiento, sino también por sus aplicaciones prácticas. Ha desarrollado procesos para utilizar hongos en la valorización de residuos agroindustriales, convirtiendo desechos -como la pulpa de café y las cáscaras de mango- en materias primas con alto valor comercial.
Su trabajo en investigación es destacado, pero Aguilar asegura que su mayor pasión es la docencia. Y aunque “al principio no tenía claro si quería dedicarme a enseñar”, reconoce, “todo cambió con mi primer diplomado en pedagogía y docencia en educación superior. Me dio herramientas que transformaron por completo mi visión de lo que significa enseñar”.
Su primera encomienda frente a grupo la recibió cuando estaba por cumplir 24 años, y entre sus alumnos había personas que le superaban en edad, un hecho que, confiesa, lo ponía nervioso. Sin embargo pronto encontró en el aula un espacio de aprendizaje mutuo: “dar clase a las 7 de la mañana es mi momento favorito del día. Es un placer orientar a los jóvenes cuando llegan llenos de sueños, temores e inseguridades. Mi objetivo es que, al terminar el semestre, sean más seguros y conscientes de su capacidad”.
Aguilar se define como un maestro que valora la empatía y el compromiso: “cada estudiante que se sienta en el aula merece atención de calidad. No importa si las instalaciones o los recursos son limitados, mi responsabilidad es darles lo mejor”.
A lo largo de su trayectoria, Cristóbal ha dirigido más de 60 tesis doctorales, de las cuales 15 corresponden a estudiantes internacionales provenientes de países como Nigeria, India, Francia, Colombia y Portugal. “Es un orgullo saber que personas dejan todo en su país para venir a aprender lo que aquí hemos desarrollado. No puedes fallarles”, reflexiona.
Entre las investigaciones doctorales que ha dirigido y más le llena de orgullo, Aguilar recuerda dos con especial cariño: el primero, ampliamente reconocido por la comunidad científica, es un proceso para usar hongos en la degradación de residuos agroindustriales; el segundo, más personal, es el estudio de las rutas metabólicas de los hongos, un trabajo que le tomó 16 años completar y que sigue en desarrollo. “Aunque es menos conocido, este proyecto me apasiona porque busca entender cómo los organismos transforman las moléculas, y eso tiene implicaciones fascinantes para la salud y la biotecnología”.
Cuando se le pregunta por el retiro, Aguilar es tajante: no lo ve en el horizonte. Más bien, sueña con seguir enseñando y escribiendo: “me gustaría dedicarme a actividades complementarias como preparar material didáctico en video o escribir libros, pero dejar las aulas... eso no está en mis planes”. También le atrae la idea de pasar temporadas cerca del mar, un lugar que le llena de paz, pero siempre con la posibilidad de volver a sus estudiantes.
El futuro de la docencia, según Cristóbal, pasa por la innovación. “La educación debe ser más flexible, más rápida y estar mejor adaptada a las necesidades de los jóvenes. Tenemos que aprender a comunicarnos en sus términos y usar herramientas digitales que nos acerquen a ellos”.
A punto de cumplir tres décadas de carrera, Cristóbal Noé Aguilar sigue siendo un alquimista del conocimiento, alguien que combina la química de la vida, la docencia y la investigación para transformar el presente y construir un futuro más prometedor.