Ven, siéntate en una de mis bancas. Aquí es donde podemos ver de frente el Lago República. Mientras, te cuento sobre mis 187 años de existencia.

Me planearon como un jardín público y llegué a ser escenario de la pelea entre un toro y un león, un mercadito, una plaza de toros, un mini zoológico...bueno, hasta fungí como hipódromo.

Hoy soy un pulmón para la ciudad. También un refugio temporal. ¿Has visto a las cotorras que a veces llegan a mí desde la Sierra de Zapalinamé?

Nombres he tenido varios: la Alameda Vieja, la Alameda Nueva, el Jardín Zaragoza, “Porfirio Díaz”.

¿Modificaciones? ¡Qué te digo!, de todo un poco. Lo que nunca ha cambiado es mi esencia. Yo no discrimino.

Reúno a estudiantes, parejitas que se esconden en mis jardines o más decentemente van tomadas de la mano, corredores en mis banquetas, “nenis” y compradores, familias, niños, mascotas, a los que festejan un campeonato de futbol, a solitarios, a los que se duermen en mis bancas, como en la que estamos ahora.

No es presunción, o quizá sí, pero dime. ¿En Saltillo qué otro lugar ofrece la misma hospitalidad que yo?

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