Los sabores son un vehículo de la memoria. Eso lo sabía muy bien Margarita García Villarreal. Por eso en 1981 montó su cocina en el 225 de la calle Ignacio Allende, en el vientre de Saltillo, una de las casonas que grita silenciosamente el estilo del valle: paredes de adobe, altos techos con vigas de madera, amplios rincones preñados con olor a la crema de queso y huitlacoche, el pato a la naranja, el rack de carnero o los higos en mascarpone. Y claro, la sopa de tortilla.
Por más de 40 años, Mague, la capitana, la valiente, la empresaria, honró el recuerdo culinario de su madre, doña Carmen Villarreal, y las interminables charlas intelectuales de su padre, don Juan García, en un lugar que se volvió tradición: Tablado. Local. Humilde. Saltillense.