Cuando Julián Clemente Lozano llegó a Saltillo en 1890 no había dulces de leche. Ni suaves ni cremosos y mucho menos esponjosos. Procedente de San Luis Potosí, encontró en esta tierra un buen lugar para establecerse, excepto por sus amados dulces. Así, con sus propias manos y poniendo en práctica una antigua receta de familia, satisfizo esa carencia y sin proponérselo sentó las bases de Dulces Salazar.
Ahora, 132 años después, José Ángel de la Cruz, actual propietario y bisnieto de Julián, reconoce a su abuela María de la Luz Lozano como la persona que hizo famosa la marca al abrir el local en la calle Carlos Salazar, lo que le dio nombre a la empresa.