En Saltillo se heredaban hasta los calzones
Tres siglos atrás, la ropa y los accesorios eran motivo de peleas, asaltos y hasta disputas de herencias. ¿Por qué dejó de ser tan importante?
Mucho antes de que Shein conquistara las compras de ropa por internet, o de que marcas como H&M llegaran a Saltillo, aquí la ropa fue tan valiosa e importante que era motivo de conflictos familiares, asaltaban por ella y se incluía en los testamentos.
Entre 1692 y 1783, los habitantes de la capital coahuilense pedían hasta los calzones de quienes morían intestados. Y no lo digo en sentido figurado. Así lo cuentan documentos resguardados en el Archivo Municipal de Saltillo (AMS).
Uno de esos casos fue el de Nicolás Ventura. Su esposa, Tomasa Regina, recibió sus bienes luego de que el escribano público, Andrés Miguel, acudió a la casa y levantó un inventario de las posesiones del difunto.
La lista incluyó solo tres cosas, pero no eran joyas, caballos o casas. El 18 de junio de 1708, Tomasa recibió agradecida un capote usado, un sombrero viejo y un par de calzones.
Esa no fue una historia aislada. Los conflictos por intestados eran frecuentes, como hasta hoy cuando alguien se va “sin dejar arreglado”.
Zafarrancho y chisme fue el que se desató en junio de 1718. Los hijos de Juana Lobo de Acuña se disputaron los bienes de la señora, que quién sabe si pudo o no descansar en paz con el problema que dejó en tierra.
Resulta que ella tuvo ocho hijos, tres del primer matrimonio y cinco del segundo. Todos se enfrascaron en dimes y diretes de los que se enteró todo el pueblo. “¡Hagan sus apuestas!’, decían los metiches.
Por tanto escándalo uno pensaría que una fortuna estaba de por medio. Quizá una hacienda o un cofre con monedas de oro. Bueno, por especular no cobran.
El caso es que cuando la autoridad intervino, tomaron lista de los objetos en pleito. Aquí algunos de ellos:
–Un anillo de oro con nueve piedras preciosas y unos aretes de oro con su aljófar.
–Dos botoncillos de plata para los zapatos.
–Dos mancuernillas de plata para camisas.
–Dos abanicos de importación.
–Cuatro pañuelos; uno labrado en seda y oro, y tres redondos de Bretaña ancha con encaje de red labrado en hilo.
–Dos polleras de fondo de castilla negra con su franja de plata y forro de mita, y con tela musca.
–Tres chambergas [casacas] negras con sus guarniciones de trencillas de plata fina forrada en saya doble.
–Una chamberga guarnecida con encaje de oro.
–Seis ajustadores; entre ellos, uno bordado con trencilla de oro fino, otro bordado en seda con dibujos que se entretejen con hilos de oro y plata, y otro con su guarnición de Milán.
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Sabiendo los bienes que tenía Juana, cobra más sentido por qué tanto embrollo. No eran solo ropa y accesorios, eran de importación y con características peculiares que le daban un valor agregado, como el oro, plata y seda.
Quienes podrían costearse este tipo de lujos, los mandaban traer de países como España, Francia, Holanda y China. En el pueblo también había costureras y sastres que confeccionaban ropa con técnicas sofisticadas.
Además del precio de cada prenda, sus dueños también le daban un valor sentimental. Quizá eso responde a lo de Tomasa, cuando quiso quedarse con los dos calzones de su esposo.
¡Cuidado que te asaltan!
Aunque había a quienes sí les importaba el valor sentimental, había otros que perseguían lo comercial.
En una suerte de alertar a los viajeros, el mismo alcalde anunciaba en el pueblo los que se sabía que merodeaban asaltantes para atracar carretas y llevarse las cajas de ropa.
Además, se registraron decenas de casos en los que los ladrones se metían a las casas y se llevaban la ropa que luego se les veía revendiendo. Sobre eso también se daba aviso, para que la gente no les comprara.
“¡Vecinos! Si alguien les ofrece vestidos usados, por favor, avísenme. Mi casa ha sido atracada y quien lo hizo se empeñó en mi ropa. ¿Dudas? Tengo la relación de las prendas”, escribió como un anuncio Vacilia Hilaria.
Enaguas por terreno
Además de los conflictos por intestados, la ropa también causó problemas entre familiares cuando las negociaciones o préstamos con ropa de por medio no acabaron bien.
El 9 de junio de 1736, Juana Luna, viuda de Juan del Toro, escribió a las autoridades que tenía un conflicto con su nuera María Gómez y pedía guía para resolverlo.
“Por hacerle el bien le doné un terreno y ella, en agradecimiento, me dio unas enaguas usadas. Ahora, ella me está exigiendo que se las regrese o le pague 22 pesos, como valor de la ropa mencionada. ¿Qué puedo hacer?”, se lee en un escrito resguardado por el AMS.
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Con el tiempo, la ropa no solo pasó de moda, sino que también dejó de ser tan importante para los saltillenses. Las prendas que antes se importaban ya se podían fabricar en el país, eso les dio el acceso a más personas y los costos se redujeron.
Por eso, a finales del siglo XVIII la gente ya no heredaba ropa ni accesorios. En sus testamentos ya solo dejaron bienes como casas, terrenos, solares y ganado.
Atrevimiento, quizá. Pero se tiene que preguntar, ¿tú heredarías tus calzones o quisieras los de alguien a quien aprecias?
*Con información de María del Rosario Villarreal Rodríguez y Archivo Municipal de Saltillo.
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