Los indios huachichiles no creían en ídolos ni santos, eran libres como el viento. De hecho, solo eran leales al dios del viento. Cuando ganaban batallas, lanzaban las cenizas de sus rivales al aire. La sierra de Arteaga y sus vientos de más de 14 kilómetros por hora se convirtieron en su hogar.
Ahí yace ahora Bodegas del Viento, un viñedo que reta a lo imposible. Ubicado a 2 mil 100 metros sobre el nivel del mar, la uva logra una frescura envidiable. Los días son cálidos, favoreciendo la maduración. Las noches frescas, ideales para conservar la acidez.