Con su presencia discreta, pero sólida y tenaz, el Instituto Tecnológico de Saltillo cumple día a día con su propósito fundamental: contribuir a la construcción de un México mejor. Esto es lo que nos tiene que decir
- 18 diciembre 2022
Cuando me diseñaron en 1944 mi destino era ser sede de la Universidad de Coahuila. Pero cuando fui concluido en 1950, fui destinado al Instituto Tecnológico de Saltillo. Mi estilo recuerda antiguas construcciones mexicanas barrocas de frontispicio ochavado. En el descanso de mi majestuosa escalinata interior existe un bello vitral con mi escudo.
En mis jardines los estudiantes leen, conviven, se reposan e incluso inician o deshacen romances. Frente a mí han pasado escenas destacadas como la Caravana del Hambre de los mineros de la Región Carbonífera y sus familias; o bien la simpática escapatoria del Capitán Fantasma el célebre bandido que se había fugado de la cárcel y pidió, a los policías que lo buscaban, señales para tomar el camino a Monterrey. Ellos sin pretenderlo, le ayudaron a escapar.
También observé a los turistas provenientes de la Unión Americana que se internaban a México tomar un refrigerio en el restaurante Tena. Lo anterior tiene relieve, pero lo realmente trascendente es la función que he tenido durante siete décadas de ser un espacio en que se forman profesionistas, dentro de mis aulas, mi biblioteca, gimnasio y áreas deportivas. Mi presencia es discreta pero sólida y tenaz. El protagonismo me alejaría de mi propósito fundamental, el de contribuir a la construcción de un México mejor.
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