¿Nacemos libres o con microbios?

Vida
/ 13 octubre 2015

Se debe considerar que el feto se encuentra estéril durante el embarazo, libre de microorganismos; sin embargo, la madre no deja de tener una microbiota intestinal adulta que continúa absorbiendo nutrientes

Mientras que las células del feto se multiplican segundo a segundo en el útero, millones y millones de bacterias de la madre, cuando no microbios ambientales, aguardan impacientes para colonizar al nuevo ser humano, simbiosis materno-infantil que estudia al microscopio el profesor Luis Alberto Moreno Aznar, catedrático de Metodología de Investigación de la Universidad de Zaragoza.

Se debe considerar que el feto se encuentra estéril durante el embarazo, libre de microorganismos; sin embargo, la madre no deja de tener una microbiota intestinal adulta que continúa absorbiendo nutrientes, fabricando una serie de sustancias, como la vitamina K, o defendiéndola implacablemente contra los agentes patógenos internos y externos que se cruzan por su camino.

La madre condiciona la respuesta inmunológica del futuro bebé y por eso investigadores como el doctor Moreno Aznar están tan interesados en el “efecto potencial de la microbiota intestinal en la salud del niño y, posteriormente, en la fortaleza corporal de la etapa adulta frente a las enfermedades”.

En el momento del parto se produce una colonización rápida y muy importante del aparato digestivo del bebé. Es una invasión microbiana en toda regla que va a depender fundamentalmente del tipo de nacimiento: salida natural por el útero o salida quirúrgica del útero a través de la pared abdominal.

“Si el nacimiento se produce por vía vaginal, el contacto sustancial se realizará con la microbiota de la piel  y de la flora maternal; por contra, si el nacimiento es por cesárea, el recién nacido entrará en contacto, sobre todo, con los gérmenes buenos y malos que existan en el centro hospitalario, desde sábanas a motas de polvo, pasando por los que porten los profesionales sanitarios”, dice el doctor Moreno Aznar.

“Se sabe, además, que los primeros días de la vida son críticos en cuanto a la modulación del metabolismo del niño -continúa- que va a condicionar su salud no solo en esas primeras etapas de la vida, sino en su desarrollo ulterior”.

A partir de los dos años de vida, la colonización se va estabilizando poco a poco salvo que se produzcan cambios bruscos en el régimen alimenticio, en el entorno ambiental o intermedien los antibióticos, como en la vejez, situaciones en las que las bacterias se pueden alterar de forma drástica.

En resumen, se puede afirmar que la leche materna protege a los bebés de las enfermedades, que lo que es bueno para el intestino es bueno para nuestros órganos vitales o el mismísimo cerebro, algo que constituye una línea de investigación contra el cáncer de colon e hígado; y, finalmente, que, al nacer, al crecer y al desarrollarnos, somos y seremos lo que comemos.

Este artículo se ha fundamentado en el curso de la UIMP “Microbiota y enfermedades crónicas relacionadas con la nutrición”. EFE

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