Ser cartero, un oficio que enamora

Saltillo
/ 12 noviembre 2015

José platica a VANGUARDIA las anécdotas que le han ocurrido en su trabajo

José Hernández llegó a Correos de México hace 15 años y 8 meses, comenta y deja en evidencia la buena memoria que tiene y la pasión que siente por su trabajo al recordar exactamente el día en que entró a trabajar como cartero. 

Comenta que fue su suegro quien lo adentró en este oficio, luego de haber trabajado como operario de la Ruta Urbana Periférico. 

Al principio fue el salario y las prestaciones lo que lo motivó a dedicarse a entregar cartas, una vez dentro se enamoró de su empleo, que ahora considera sagrado. 

“De aquí he echado hacia adelante a mi familia, pero lo que es más importante es que me gusta mucho mi trabajo por el contacto con la gente, me gusta mucho platicar con ellos, ellos me refieren que van a esperar equis paquete y estoy atento para cuando llegue hacérselos llegar de inmediato”, dice José. 

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LAS VIEJAS COSTUMBRES  NO HAN DESAPARECIDO 
José es uno de esos carteros de antes, de los que caminaban kilómetros y kilómetros entregando los paquetes y, aunque ahora tiene una moto para recorrer distancias largas, prefiere seguir haciendo su trabajo a pie. 

“Normalmente uso la moto sólo para las distancias largas, la dejo en la esquina y entrego toda la correspondencia caminando”, cuenta José, el cartero. 

Los acelerados avances en la tecnología han obligado a Correos de México a actualizarse, ahora cuentan con un escáner que permite conocer la fecha y hora exacta en que fue entregado cada paquete. 

Antes de dejar el sobre o el paquete en una casa, el cartero debe marcar con el escáner el código de barras que ahora toda la correspondencia tiene, luego lo pone en algún lugar donde el dueño de la vivienda pueda ver su correo. 

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Con esta nueva tecnología, el cliente puede revisar, a través de la página de Internet de Correos de México si su paquete ya fue entregado, con lo que se evita que se pierda la correspondencia, lo que comúnmente sucedía antes. 

Sin embargo, las viejas costumbres no han muerto. Todos los carteros siguen cargando con ellos el silbato, que tiene un tono peculiar, para avisar al dueño de la casa cuando llega su correo y se trata de algo importante. 

José también sigue cargando su arma contra perros: un palo, con el que ahuyenta los canes para evitar que lo muerdan. 

Aunque no siempre le ha funcionado, pues recuerda que en una ocasión, cuando lo enviaron a Lomas de Lourdes, colonia conocida por los carteros gracias a la gran cantidad de perros que hay, uno de los canes lo mordió. 

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“Iba a entregar las cartas a una casa y vi que se iban acercando unos cinco perros, yo opté por correr, pero cuando menos acuerdo ya tenía uno mordiéndome la pantorrilla. Cuando logré quitármelo, detuve la entrega y me fui al ISSSTE a atenderme”, recuerda sonriente José. 

Finalmente, José Hernández comenta que todo cartero, por lo menos, se ha echado una corrida para que los perros no lo alcancen. 

“El que no ha sido mordido por un perro, no es cartero”, comenta. 

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