Cambios en el gabinete, ¿para qué?

Opinión
/ 2 octubre 2015

Una vez más, la tríada Peña Nieto-Osorio Chong-Videgaray, de la misma manera como ejercen el poder, amortiguan los ataques y críticas

Las versiones que el presidente Enrique Peña Nieto prepara su primer ajuste de gabinete entraron de lleno a la temporada decembrina. Son verosímiles porque en el gobierno, aún dentro de la clase política mexiquense incrustada en la administración de Peña Nieto, es un tema en mesas y conversaciones, donde se adelanta incluso la cifra mágica de seis secretarios que serían relevados -de un total de 18, incluida la Procuraduría General- al cumplirse el  primer año el gobierno. ¿Razones en la República de las Opiniones?

Incompetencia, enfermedad, o porque un año en el gabinete es suficiente para el pago de compromisos, es lo que se alega. La pregunta fundamental de qué ganaría el Presidente, no se ha planteado. Los relevos no deben hacerse por sugerencias o presiones en los medios, sino por convenir a intereses particulares, y bajo esa racional, un ajuste en los términos como se plantean en la prensa, sería exactamente lo opuesto: irracional.

Un cambio de gabinete no es resultado de una ocurrencia. Un relevo de esa naturaleza sin un cambio de dirección y redefinición del plan de gobierno, táctico y estratégico, es inútil, salvo que la persona a la que se releva está tan desgastada ante la opinión pública, que no hacerlo podría contaminar al Presidente. Eso sucedió con el exprocurador Federal del Consumidor, Humberto Benítez Treviño, obligado a renunciar en mayo pasado, por el abuso del cargo con fines personales.

En ese caso, el solo cambio de la persona, ante el escandaloso caso de influyentismo en el que incurrió su hija, bastó. No pasó lo mismo con la secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles, cuando subalternos de ella en Veracruz fueron exhibidos dentro de la planeación del uso de programas sociales con fines electorales. El acto donde anticipaban un delito electoral nunca se concretó, y se pudo inocular a la secretaria con sanciones a los responsables. Los llamados a la renuncia de Robles se fueron disipando, aunque pagó con desgaste ese episodio y pasó a formar parte de la lista de los primeros desechables del gabinete.

Sin embargo, Robles no le falló al Presidente, como tampoco otro de los mencionados en la lista imaginaria, el secretario de Educación, Emilio Chuayffet. Cabezas de la Cruzada contra el Hambre y la Reforma Educativa, son cuestionados públicamente por no tener el primer programa acorde con los tiempos anunciados, o por ser figura de sal en el conflicto magisterial. La realidad es que han actuado de acuerdo a como el Presidente, o la Oficina de la Presidencia, les ha indicado. Removerlos tendría el efecto de un mensaje que sin importar qué tanto trabajen y sigan las instrucciones, son fichas de cambio ante el cambio de vientos en las percepciones, o chivos expiatorios por facturas que no les pertenecen.

Robles no hizo la Cruzada contra el Hambre, ni Chuayffet la Reforma Educativa, o el secretario de Energía Pedro Joaquín Coldwell, la Energética. Los tres, como todo el gabinete, forman parte de un diseño de gobierno controlador y con fuerza centrífuga desde las secretarías de Gobernación y Hacienda. No hay nada que el resto pueda hacer sin su autorización o de la Presidencia. Por tanto, si la autonomía es utópica en este gobierno, un cambio de secretarios sería el reconocimiento tácito del fracaso del diseño, y quienes tendrían que ser sustituidos serían Miguel Angel Osorio Chong y Luis Videgaray, los directores de la orquesta gubernamental. Ese cambio ni siquiera está en el imaginario colectivo. Son los pilares del Presidente, y el estar fuertes subraya la vigencia del diseño. Si este es el caso, ¿para qué cambiar al gabinete?

De cualquier forma, Peña Nieto no solía cambiar secretarios por razones no estratégicas. Como gobernador en el estado de México relevó a Mireille Rocatti como secretaria de Medio Ambiente, por ser claramente incompetente; al responsable de la Seguridad Pública, Wilfrido Robledo, por el costo político que le causó por el uso de la fuerza en San Salvador Atenco; y al procurador Alberto Bazbaz, por el manejo del caso de la desaparición y muerte de la niña Paulette. El resto de los ajustes fueron en función de sus intereses políticos.

El degaste tampoco puede atribuirse a un secretario en particular. Apostar a todas las reformas estructurales en el primer año de gobierno enfrentaría resistencias. La congestión parlamentaria y la tensión política no fueron causadas por personas, sino por la estrategia, donde se asumieron sus costos políticos y de imagen. Pero una vez más, la tríada Peña Nieto-Osorio Chong-Videgaray, de la misma manera como ejercen el poder, amortiguan los ataques y críticas. Bajo esta lógica, un relevo en el gabinete sería innecesario y probablemente, contraproducente. El gabinete actual le funciona a Peña Nieto como está. No hay gabinetes que duren seis años y habrá ajustes. 

Pero eso en el futuro -quizá mediato-, porque hoy no se ve la coyuntura.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx

twitter: @rivapa

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