Historia de dos oficios y una infamia

Opinión
/ 2 octubre 2015
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La información se ha confundido con el espectáculo y el entretenimiento, la seudo información y el rumor se han disfrazado de noticias.

Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos, dijo Dickens, con tal tino que la frase se ha repetido a lo largo de 150 años para toda ocasión. Y sin embargo lo trillado no le quita lo pertinente, a tal grado que me resulta perfecta para describir lo que está sucediendo con el periodismo.

El peor de los tiempos, desde luego. Nadie ignora que las nuevas generaciones no leen el periódico ni en defensa propia y que cada suscriptor fallecido significa un recurso no renovable perdido para siempre. El fenómeno es planetario y preocupa de igual manera al New York Times que a Le Monde o a El País. Ciertamente algunos diarios regionales se defienden mucho mejor en las ciudades medias. Pulso de San Luis Potosí sigue creciendo en circulación, y otros como El Siglo de Torreón, Diario de Yucatán, Imparcial de Hermosillo, AM de León, o El Informador de Guadalajara mantienen su preeminencia gracias a su larga vocación como representantes de sus comunidades.

Pero son casos excepcionales. Los diarios nacionales viven ya una tragedia de proporciones darwinianas. A largo plazo la prensa escrita que hoy conocemos dará paso a publicaciones de circulación restringida a nichos especializados y perderá su carácter de medio masivo de comunicación.

Pero es también el mejor de los tiempos. El periodismo, entendido llanamente como la actividad profesional que consiste en recabar información de actualidad y difundirla de manera pública, vive en cierta forma su época de oro. Nunca como ahora habían existido tantos instrumentos y plataformas para informar de manera tan oportuna y masiva. Hace apenas 12 años transmitir esta columna a una veintena de diarios en el País era un trabajo que implicaba cuatro horas de pleitos y frustraciones con el fax y un sinnúmero de llamadas telefónicas de confirmación. Hoy requiere, literalmente, cinco segundos y un teclazo. Escribir, documentarse, filmar, grabar audio o fotografiar nunca había sido tan fácil como ahora.

Y si hablamos del alcance de nuestro trabajo la escala es brutal. Por vez primera los periodistas podemos ser vistos o leídos simultáneamente en Los Angeles o Buenos Aires, en Cotija o en Cajeme. Antes del advenimiento del mundo digital la llamada prensa nacional en realidad era un mito: difícilmente trascendía al Distrito Federal. Hoy el tráfico de un portal de noticias como El Universal o Sinembargo.mx se compone de un 50 por ciento de usuarios del resto del País y alrededor de 5 por ciento del extranjero. Estas líneas serán leídas por varios miles de paisanos en Estados Unidos al mismo tiempo que usted lo hace. Algo impensable en los tiempos del papel, tinta, kioscos y voceadores.

Para desgracia del periodismo profesional este maravilloso andamiaje de instrumentos, dispositivos y plataformas se ha vuelto en contra nuestra: ahora todo usuario de redes y del ciberespacio es un "periodista" potencial. O por lo menos así lo asume la opinión pública. Nunca como ahora había existido tal sobreabundancia de información gratuita, masiva e inmediata. Tuiter o Facebook informan de manera más oportuna que cualquier medio profesional porque tiene un "reportero" en cada usuario. Ningún medio puede competir contra eso.

En el fondo no es así. ¿Pluralidad? Sí, pero también estridencia y falsificación. La información se ha confundido con el espectáculo y el entretenimiento, la seudo información y el rumor se han disfrazado de noticias. Nunca como ahora la opinión pública había sido tan intensamente informada; nunca como ahora había sido tan intensamente desinformada.

Hoy más que nunca se necesita el oficio periodístico para dotar de veracidad, contexto y pertinencia a la información. El papel de "curador" de la noticia es absolutamente imprescindible para desbrozar el trigo de la paja.

Me preocupa que en la constelación de blogs, redes, portales, diarios gratuitos que hoy en día arrojan olas incesantes de datos, hechos y opiniones, nadie desempeñará el insustituible papel que cumplía un buen diario tradicional: ser el vehículo defensor y representante de los intereses de una comunidad en particular. Diarios como los citados arriba son el alter ego de su región, revelan tendencias y velan por el presente y el porvenir de sus ciudadanos, buscan alimentar a su opinión pública con todo aquello que le permita tomar decisiones y participar en el debate público; constituyen la arena a través de la cual parte de la comunidad se comunica con el resto de la comunidad. En suma, el diario líder de una ciudad constituye punto de encuentro e identidad para una región o ciudad.

No está claro si en el futuro habrá un modelo de negocio que permita financiar a una planta de periodistas profesionales en las nuevas plataformas. Como sabemos, la información es gratuita en la blogosfera, lo cual hace muy difícil profesionalizar la producción de noticias: lectores y anunciantes no están "comprando" noticias y espacios publicitarios como lo hacían en papel y, por ende, no están financiando redacciones sustentables de periodistas de tiempo completo en los portales. Es un tema complejo y preocupante que abordaré en otro momento.

Algunos dicen que nuestro oficio comenzará a ser otro. Quizá, pero me preocupa que en ese proceso la información recabada profesionalmente, verificada, investigada y pertinente para la comunidad termine siendo sustituida por la estridencia y el espectáculo. Sería una infamia perder a las Aristegui a manos de las Laura Bozzo. ¿No cree usted?

@jorgezepedap

www.jorgezepeda.net




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