Juan Villoro: Me interesa un periodismo de tentaciones
COMPARTIR
TEMAS
El escritor mexicano visitó Buenos Aires para lanzar su antología de cuentos y crónicas <i>Espejo retrovisor</i> en la Feria del Libro
Buenos Aires. Buenos Aires le sienta bien al mexicano Juan Villoro. En su última visita, pudo seguir de cerca la puesta en escena de su obra teatral Filosofía de vida, que de la mano del director Javier Daulte y de los actores Alfredo Alcón, Rodolfo Bebán y Claudia Lapacó obtendría el premio ACE de oro del año pasado.Y en la anterior, aprovechó que durante esos días se jugaba el superclásico para conocer la Bombonera, experiencia que desarrollaría con detalle en su crónica "El aprendizaje del vértigo".
Ahora, su participación en la Feria del Libro incluye el lanzamiento de Espejo retrovisor (Seix Barral), una amplia antología de sus cuentos y crónicas, en la que el lector puede descubrir leyendas de boxeo (el relato "Campeón ligero"), zapatistas en armas (la crónica "Los convidados de agosto") o un paisaje devastado como el de Santiago de Chile tras el terremoto 2010 ("El sabor de la muerte"), catástrofe que Villoro vivió en primera persona, de paso por Santiago para dictar una conferencia en un congreso de literatura infantil.
En Buenos Aires, lo más parecido a un sismo que le ha tocado vivir a Villoro tiene que ver con el fútbol, una de sus grandes pasiones. Hincha del poco glorioso Necaxa en México, en la Argentina no se declara fanático de ningún equipo por cuestiones de seguridad. "Quise hacerme de Rosario Central, guiado por el romanticismo futbolero de Fontanarrosa, explica. Pero cuando fui a Rosario, a un taxista rosarino le comenté que había ido a Boca-River, y se limitó a decirme: 'Eso no es nada. Acá nos odiamos más'. Luego, en la charla que fui a dar, alguien me preguntó por mis preferencias, y cuando mencioné mi cariño por Rosario Central, más de 20 asistentes se levantaron y me esperaron a la salida. Ahí me dijeron que eran de Newellas y me sometieron a un largo interrogatorio. Mientras respondía de la mejor manera posible, sin querer toqué a uno que me miró muy mal y me dijo: 'Al rival no se lo toca'. Así que preferí aceptar que no puedo ser hincha de ningún equipo argentino, porque no me siento con derecho a odiar."
Escritor todoterreno (novelista en Arrecife, cuentista en La casa pierde, ensayista en De eso se trata), dramaturgo, maestro de periodistas y columnista en la prensa mexicana, Villoro combina sus zonas de interés narrativo con la reflexión sobre el trabajo periodístico y la política mexicana, hoy protagonizada por el regreso al poder del PRI.
Sin embargo, a pesar de la variedad de géneros y preocupaciones, su mirada nunca deja de privilegiar lo que la vida cotidiana tiene para decir. "Cuando empecé a escribir mis columnas, de a poco me di cuenta de que me sentía más cómodo cuando hablaba del mundo de todos los días. Nuestro uso de las nuevas tecnologías, los códigos sociales, la relación insondable con la burocracia y los malentendidos de la vida real se apropiaron de mi escritura y me llevaron a ensayar un retrato de costumbres", cuenta.
-¿El periodismo se puede permitir narrar la vida cotidiana?
-Yo creo que hay, o debería haber, espacio para un periodismo "de tentación". Cuando uno va al supermercado, compra sal, azúcar, agua, huevos. Pero también puede llegar a comprar algo que no parece indispensable, que seduce cuando se lo descubre en la vidriera. En el periodismo ocurre algo parecido. El discurso presidencial, el último asesinato, los vaivenes de la economía son todas cosas que debemos saber. Pero la vida cotidiana y el retrato de costumbres deben tener su lugar, como las tentaciones a las que caemos en el supermercado. El gran desafío de la crónica consiste en construir un relato que haga tolerable lo intolerable y darle sentido a aquello que no lo tiene.
-¿Ese desafío también se le aparece en la ficción? ¿En la novela Arrecife, por ejemplo?
-Allí yo quise explorar el tema de la violencia, una cuestión candente en México porque el gobierno de Felipe Calderón dejó 80 mil muertos y 30 mil desaparecidos en su guerra contra el narcotráfico. Con Arrecife yo intenté reflexionar sobre esa cuestión en términos de novela y no de crónica, así que imaginé un hotel temático donde uno de los paquetes turísticos se basa en controlar el miedo. Un parque temático de los problemas sociales, que de alguna manera funciona como una metáfora de la lógica del entretenimiento, donde lo negativo y riesgoso se transforma en algo seductor.
-¿Qué lección obtiene del periodismo a la hora de escribir ficción?
-El proceso de escribir una novela tiene algo de sonámbulo, porque para narrar algo no se lo debe conocer del todo. Hay que andar un poco a tientas, como los sonámbulos. Vale la pena investigar, pero no la realidad que se va a contar, sino la manera en que se va a escribir. Se investiga la propia novela.