Karl May, cien años alrededor de un mundo de mentira
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Su éxito fue tal que personajes suyos como el jefe apache Winnetou fue un héroe infantil durante un siglo.
Berlín, Alemania - El centenario de la muerte de Karl May, un modesto Quijote sajón que también se creyó su personaje, parece buen momento para recordar a uno de los escritores alemanes más leídos del mundo y más desconocido por el lector de habla hispana.
El extraordinario autor de viajes, nacido hace 170 años y fallecido un 30 de mayo de 1912, hizo viajar a generaciones de adolescentes centroeuropeos de la mano de héroes y culturas varias.
Paradójicamente, el fantasioso autor apenas salió de su pueblo sajón de Hohenstein-Ernstthal, salvo para ir a la cárcel. Impensable para el lector que se sumerge en el cuidadoso detalle de los lugares, culturas, lenguas y costumbres por los que atraviesa su formidable personaje Old Shatterhand.
Carl Friedrich May, un maestro de aldea hijo de pobres tejedores, lo logró tan sólo empleando su imaginación y, al parecer, el excelente atlas cartográfico del ejército austrohúngaro, así como la señera enciclopedia Brockhaus.
De los callejones de Damasco y recodos del río Maritsa, en el Balcán, a las Montañas Rocosas y la inmensa llanura americana, todo es singularmente reconocible e integrado en la acción, sin abusar del descriptivismo de los ávidos escritores de viajes del siglo XIX.
La vida de May sigue rodeada de leyendas un siglo después. Tras cientos de batallas soñadas, espadas, flechas, hachas y, sobre todo, balazos bien atinados -como era éxito de su principal protagonista- la última frase de la última conferencia que se le escuchó antes de morir decía: "No ansío otra cosa que el más alto fin terrenal: Paz en la Tierra".
En aquella conferencia en Viena pronunciada días antes de morir, May tuvo durante más de dos horas boquiabierta a toda la audiencia, entre la que al parecer estaba un joven Adolf Hitler que luego entendería al revés los deseos de paz del escritor.
May había nacido el 25 de febrero de 1842, quinto de catorce hermanos, en una humilde y estricta familia de tejedores en el valle sajón de Ernst.
Varios murieron de niños y él, como único varón, tuvo que esforzarse para sacar a todos adelante, logrando colocarse como maestro, o entrando en asuntos turbios que dieron con él reiteradamente en la cárcel.
La injusticia y la desgracia lo llevaron a empezar a escribir tras las rejas, en entregas para periódicos que lograron un raudo y sorprendente éxito.
Desde la celda y luego en su casa de Radebeul, llevó a millones de lectores centroeuropeos a galopar por las amplias praderas americanas, entre pieles rojas y buscadores de oro, y cruzar el Balcán con caravanas de dragomanes hasta introducirse en palacios de pachás y en cuevas de salteadores, siempre combatiendo por una idea de justicia y moral.
"Posee una fantasía inagotable", dice su biógrafo, Rüdiger Schaper. Pero el autor también "fue capaz de crear y emplear a la perfección todo un aparato de apoyo a través de cientos de diccionarios de lenguas, cartografías y obras topográficas, libros de viajes e investigaciones científicas".
Su éxito fue tal que personajes suyos como el jefe apache Winnetou fue un héroe infantil durante un siglo, de Hamburgo a Varsovia y de Praga a Viena, y tiene una entrada incluso en la histórica enciclopedia Duden.
En España fue publicado en la editorial de Gustavo Gili entre 1927 y 1929, pero su fulminante éxito fue devorado por las turbulencias políticas de la época y después de las dos guerras mundiales no volvió a ser reeditado.
El secreto menos conocido de May es que, por primera vez, a comienzos de 1899, se puso efectivamente en marcha para un viaje por el Oriente, creyéndose Kara ben Nemsi y Old Shatterhand, sus dos personajes que siempre fueron el mismo.
El ya escritor de superventas informó puntualmente a sus lectores de que iniciaba nuevas aventuras junto a su fiel Hadyi Hale Omar. No debía haberlo hecho. Para el alemán, el largo viaje de varios meses se convirtió en una tortura inacabable y sin glamour ni aventura alguna: May se había encontrado con la horma de su mentira.
Johannes Zeilinger, gran conocedor del escritor, explica el horror que le produjo la miseria, la enfermedad, la guerra y el colonialismo.
A su regreso, May se convirtió en un iluminado pacifista y anticolonialista, que previno ardientemente contra una futura guerra de civilizaciones y religiones.
Museo Karl May: http://dpaq.de/XCTrJ