Lance Armstrong, el "superhombre" caído
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El presidente de la UCI, el irlandés Pat McQuaid, aseguró que el que fuera uno de los héroes de la bicicleta merece ahora ser olvidado.
Berlín, Alemania.- Lance Armstrong es una persona que, según sus palabras, sólo teme a la derrota, un hombre que ve la vida como una competencia continua. Sin embargo, el ex ciclista estadounidense se encuentra ahora ante las ruinas de un imperio que él mismo cimentó y destruyó.
El estadounidense fue borrado hoy de la historia. La Unión Ciclista Internacional (UCI) le quitó sus siete triunfos en el Tour de France y le sancionó de por vida, después de aceptar las pruebas presentadas contra él en un extenso informe de la Agencia Estadounidense Antidoping (USADA).
El presidente de la UCI, el irlandés Pat McQuaid, aseguró que el que fuera uno de los héroes de la bicicleta merece ahora ser olvidado: "No tiene lugar en el ciclismo".
Tres días antes de conocer la sentencia, Armstrong celebraba rodeado de amigos y estrellas de Hollywood la gala del décimo quinto aniversario de su fundación contra el cáncer, "Livestrong", en su ciudad natal, Austin.
"Tuve momentos mejores, pero también peores", señaló en su discurso delante del cera de 1.500 invitados mientras sonreía. A Armstrong le gusta reirse cuando está bajo presión.
De todas las historias de superación en el deporte de élite moderno, la del texano era la más increíble: un ciclista vence a un cáncer con metástasis en cerebro y pulmones y después gana siete Tour de France.
Ahora, después de que Armstrong perdiese su eterna lucha contra las sospechas de doping, surge la pregunta de si su biografía estaba manchada también con algo de ficción.
El estadounidense es un deportista que fascinó y fascina a millones de personas en el mundo. Su autobiografía fue un "bestseller" internacional.
Todos tenían una pregunta: ¿de dónde sacaba la motivación? Nadie encontró la respuesta, pues jamás concedió una visita a lo más profundo de sí mismo.
Sus memorias son una serie de historias de éxito. Y si algo fallaba, como el matrimonio frustrado con la atleta Kristin Richard, Armstrong lo pasaba por alto. En Europa, era visto como una persona demasiado segura de sí misma, por lo que su figura no permaneció precisamente como la de un héroe popular.
"Sé que polarizo", reconoció una vez Armstrong, nacido hace 41 años en Texas. "Simplemente no le gusto a algunas personas".
Aficionados y críticos sí coinciden en un punto: el rasgo que más caracteriza al estadounidense es su obsesión por ganar.
Su lema es: "El dolor es temporal, la rendición aguanta hasta la eternidad".
Sólo temía al fracaso, dijo, algo que se le puede creer. Lo puso de manifiesto en 1996, cuando se le detectó un cáncer testicular en una fase avanzada.
"Se me dio una posibilidad de seguir con vida del 40 por ciento", aseguró.
Armstrong optó por la quimioterapia, la opción menos dañina para sus pulmones, ya que de lo contrario no podría competir. El miedo a la pérdida fue mayor al miedo a la muerte.
Esa voluntad inquebrantable de éxito de Armstrong se remonta a su infancia. Cuando tenía dos años, su padre abandonó a él y a su madre. Su padrastro, lo maltrató.
Su escape de aquello fueron las dos ruedas. "Si pedaleo lo suficiente, la carretera me puede sacar de la miseria". Estos pensamientos ya los tuvo cuando era pequeño, recordó Armstrong en su etapa como ciclista.
Cuando logró los primeros éxitos deportivos sintió por primera vez el reconocimiento a su vida. En aquellos momentos, el estadounidense interiorizó que para ser querido hay que luchar.
Armstrong fue suspendido hoy de por vida y ya no se podrá hablar más del ciclista más exitoso de la historia, sino de uno de los mayores escándalos del deporte.
El hombre para el que ganar significa todo y que incluso aspiró a ser gobernador del estado de Texas, tendrá que hacer frente a la mayor derrota de su carrera.
De poco sirve que Armstrong insista en que nadie puede cambiar sus éxitos en el Tour y que es una víctima de una "caza de brujas".
Los patrocinadores se alejaron la última semana de él y ahora se enfrentará a demandas millonarias y a un proceso penal por perjurio que podría terminar con el texano en la cárcel.
Cuando se retiró por primera vez en 2005, Armstrong dijo que lo que quería hacer era "beber vino, comer mucho, no tocar la bicicleta y jugar con los niños en una piscina".
Nadie le creyó en aquel momento. Si lo hubiera hecho no habría sido Lance Armstrong.