El cacao y el litio: los paralelismos
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Comencemos con una trivia: ¿cuál es el país del mundo en el cual se fabrican los mejores chocolates?
Si estuviéramos jugando al “Maratón” seguramente usted contestaría “Suiza” o “Bélgica”, pues tales naciones tienen fama en el mundo de producir las mejores piezas de chocolate del planeta.
Segunda pregunta: ¿cuánto cacao se produce en Suiza o en Bélgica? O, para ponerlo en otras palabras, ¿cuánta de la materia prima indispensable para producir el chocolate se cultiva en los países a los cuales se les reconoce la fabricación de los mejores chocolates del mundo?
La respuesta es: ¡ni una sola semilla!
El ejemplo sirve para evidenciar cómo, en el mundo de nuestros días, lo importante no es ser “dueños” de las materias primas, sino de la tecnología mediante la cual se le agrega valor a dichas materias primas y se les convierte en productos por los cuales el mercado está dispuesto a pagar.
O, para decirlo en otras palabras, el ejemplo sirve para evidenciar el pobrismo −intelectual e ideológico− de la transformación de cuarta al momento de salir a presumir, como si de una hazaña épica se tratara, el hecho de haber modificado la Ley Minera para “garantizar” la propiedad estatal del litio.
El tema es, en verdad, una estupidez
monumental.
Para comenzar, el litio (o cualquier otro elemento de la tabla periódica) nunca fue de nadie más... la Constitución ha sido muy clara siempre al señalar cómo los recursos del subsuelo son propiedad de la nación, razón por la cual no hace falta “nacionalizar” ninguno de ellos porque ya son nuestros.
Para seguir, el litio (o cualquier otro elemento de la tabla periódica), por lo menos en el mundo de hoy, no tiene ningún valor por sí solo, sino a partir de agregarle valor, convirtiéndolo, por ejemplo, en las baterías con las cuales se pongan en marcha los vehículos eléctricos.
Pero, para convertir el litio en baterías, hace falta desarrollar una cierta tecnología con la cual nuestro País no cuenta. Y no contará con ella porque este gobierno es enemigo de la ciencia y la tecnología, pero muy amigo de la ignorancia y la pobreza.
Entonces, tal como nos ha ocurrido ya −supongo nadie pedirá argumentos para
probarlo− con el cacao, nos ocurrirá con el litio: será muy nuestro, merced a la políti-
ca de pobrismo del Gobierno de López Obrador, pero no producirá ninguna ganancia relevante de aquí al momento en el cual sea desplazado por una tecnología distinta para fabricar baterías.
Y mientras eso ocurre, nuestro Perseo de Pantano y sus aplaudidores acríticos festinarán el “triunfo” obtenido el lunes anterior, cuando se modificó la Ley Minera, y se logró la “hazaña” de rescatar el litio de nuestro subsuelo para convertirlo en el siguiente mecanismo de “abundancia” merced al cual saldremos de la pobreza.
Porque en sus cráneos vacíos lo importante no es insertarnos en el mundo competitivo del siglo 21, sino impedir a la “maldita” iniciativa privada el obtener ganancias a costa de las riquezas nacionales, incluso si eso implica condenar a los pobres −esos a los cuales dicen defender− a seguir siéndolo.
Nadie se preguntará la razón por la cual en México no tenemos los mejores chocolates del mundo, aun cuando la planta con la cual se fabrica dichos productos −el cacao− sea nativa de Mesoamérica. Menos aún se cuestionarán si el litio “nacionalizado” será una fuente de riqueza en el futuro próximo.
Porque lo importante no es eso, sino “joder a los ricos”. Como si en verdad los ricos estuvieran sufriendo...
¡Feliz fin de semana!
@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx