Adicciones y alimentos azucarados se procesan igual en el cerebro

Círculo
/ 28 septiembre 2015

Cuando se trata de resistirse a los alimentos dulces, el reto puede ser muy parecido al que enfrentan los adictos a las drogas

Las investigadoras Azalea Reyes Aguilar y Geraldine Rodríguez Nieto, del Laboratorio de Neuroimagen del Instituto de Neurobiología de la UNAM, ubicado en Juriquilla Querétaro, explicaron que diversos estudios científicos han encontrado que los procesos de la alimentación y de la adicción a sustancias ilícitas, como la cocaína y la heroína, comparten estructuras comunes dentro del cerebro

Una de las estructuras cerebrales que se encuentra implicada en los dos mecanismos es la corteza prefrontal. Esta región del cerebro está encargada de controlar la ingesta de alimentos, pero también muchas otras actividades del día a día. También participa el hipotálamo, una estructura neuronal que controla el hambre y la saciedad. Por otro lado, también juega un papel importante el área tegmental ventral que está en la región mesencefálica del cerebro y forma parte del sistema límbico, relacionado con funciones como el miedo y el placer.

"Todas estas estructuras se encienden o se activan cuando estamos expuestos a un alimento rico en azúcares o a drogas. Estas sustancias estimulan un mecanismo de recompensa", explicaron.

Gusto por alimentos hipercalóricos

Tanto las drogas como los alimentos estimulan la producción de dopamina, un neurotransmisor que se libera cuando experimentamos sensaciones placenteras. Esa es la razón de que una persona coma grandes cantidades de alimentos azucarados sin pensar en las consecuencias para su salud y también la causa de que prefiera este tipo de comida en vez de frutas y verduras.

"Cuando el humano era nómada, el propósito del mecanismo antes descrito era que al ingerir glucosa, una sustancia que mantenía al cuerpo con energía, se activara el circuito del placer para buscar continuamente alimentos y garantizar la supervivencia de nuestra especie", destacó la doctora María Guadalupe García Gomar, también investigadora del Laboratorio de Neuroimagen del Instituto de Neurobiología de la UNAM.

Factores sociales favorecen la obesidad

A la predisposición biológica que se describió antes, se suma un factor social, la publicidad de las compañías que comercializan este tipo de alimentos y que constantemente envían mensajes que favorecen o promueven una mala alimentación, comentó.

Sin embargo, aun cuando cada vez que consumimos azúcar, se activa ese mecanismo de recompensa, liberamos dopamina y sentimos placer, eso no significa que una persona esté condenada a ser una adicta a los alimentos dulces y a ser obesa. De acuerdo con las especialistas, hay un recurso neurobiológico, la corteza prefrontal, que puede ayudar al autocontrol, y a una mejor elección de lo que ponemos en nuestro plato.

Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM 

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