Antonio Gades, estética con ética
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Antonio Gades fue un bailarín revolucionario que supo seducir al mundo no solo con su arte sino por sus firmes convicciones morales y políticas.
Madrid, España.- Han pasado diez años desde que Antonio Gades, una de las grandes figuras del flamenco español, falleciera. Nacido Antonio Esteve Ródenas en noviembre de 1936, Gades es uno de esos artistas a los que el grupo Mecano podría haber cantado la letra de la canción "Salvador Dalí", esa que expone que "los genios no deben morir.
Genio del baile, genio de los escenarios, un bailarín y coreógrafo que revolucionó el género del flamenco y la danza española con su visión elegante, depurada e impregnada de respeto a la tradición. Su luz se apagó un 20 de julio, pero su legado artístico, con obras imperecederas como "Bodas de sangre" y "Suite Flamenca", se mantiene vivo sobre las tablas gracias a la fundación que lleva su nombre, y que su hija, la actriz María Esteve, dirige junto a su viuda, Eugenia Eiriz.
UNA VIDA DEDICADA AL TRABAJO
"Eso que se llama inspiración y duende, si no es con trabajo, no viene", decía el maestro, una frase que lo define tanto en lo profesional como en lo personal. Un hombre de convicciones firmes e ideas claras que trabajó incansablemente desde la niñez y al que el cáncer arrancó de los escenarios demasiado pronto.
Su familia se trasladó a Madrid desde su Elda natal, en Alicante, cuando tenía cinco años, y con apenas once dejó la escuela para comenzar a trabajar. De botones, de repartidor de fruta e incluso como ayudante en el estudio del fotógrafo Gyenes, donde sintió por primera vez la llamada de las tablas.
Fascinado por la elegancia del baile de Alberto Lorca y Alejandro Vega, el joven Esteve se planteó la posibilidad de hacer suya la danza y postularla como una forma de vida. Aunque su talento lo llevó a actuar algunos años sobre los escenarios, su ingreso en el Ballet Español de Pilar López fue el detonante de su consolidación profesional.
Me enseñó a no buscar el aplauso fácil, a hacer las cosas para dentro, absorbiendo la alegría, el dolor, la luz, el viento, sufriéndolo. Para mí, Pilar fue todo. Artísticamente, soy su hijo; como maestra, creo que no la hubo ni la hay mejor para un artista español, confesó en una ocasión el maestro Antonio Gades, como ella lo bautizó. Un nombre con gancho para un artista con estrella.
Pero el nombre no lo es todo, y Gades era consciente de ello. No hay arte sin disciplina, ni disciplina sin sacrificio, le dijo a su hija María en su estreno como actriz. Una filosofía que siguió con rigor y le permitió trascender la geografía española y convertirse en un referente internacional.
Una labor que no ha terminado con su muerte. La Fundación Antonio Gades mantiene vivo el legado del bailarín, quien, opina su hija María, estaría muy orgulloso de no haber permitido que una vida entera se fuera con él y de que hayamos preservado la memoria de su labor.
Los premios pueden perderse en el olvido, pero, cada vez que obras como Bodas de sangre, Fuenteovejuna o Fuego arrasen en el escenario, una parte del coreógrafo flotará en el tablado.
UN GENIO ENTRE GENIOS
No sólo a la danza hay que acudir para encontrar referencias a Antonio Gades, quien además de incansable creador fue inspiración para otros grandes del siglo XX. Entre sus amistades se encontraron Rafael Alberti, Pablo Picasso, Modest Cuixart, Joan Miró y Antonio Tapies.
Antonio siempre hablaba de la importancia que sus amigos tenían en él por lo que le habían dado, dijo en una ocasión su viuda. De ellos aprendió la magia de mirar y leer un cuadro, a disfrutar de un buen soneto.
El fotógrafo asturiano Antonio Cores lo inmortalizó en una velada junto a Picasso y el torero Luis Miguel Dominguín, y Alberti le dedicó un sentido poema. Que baja el aire a tus pies/ y el corazón se te sube/ a la garganta hecho añicos./ Eso yo, lo pienso yo,/ te lo diría mejor/ Federico, le recitaba el gaditano.
Su gusto por el arte y su tan selecto grupo de amigos le permitió amasar una colección de obras dedicadas a él por sus contemporáneos. Un muestrario que la Fundación Antonio Gades compartió públicamente en 2013 con la exposición El arte de Gades, que Eiriz calificó de homenaje a la amistad.
SU AMOR POR CUBA
Yo, como Buñuel, soy ateo por la gracia de Dios. Así de contundente fue siempre el bailarín. No creyente y comunista declarado, Gades se confesaba también amante de Cuba y de su revolución. Hasta tal punto llevó su relación con aquel país, que en 1982 se casó allí con Pepa Flores "Marisol", en una ceremonia apadrinada por la bailarina Alicia Alonso y el presidente Fidel Castro.
Poco antes de su muerte, Castro lo condecoró con la Orden José Martí de la isla por "su amor, amistad y fidelidad inquebrantables". Un amor que lo inclinó a decidir que su descanso eterno estuviera en Sierra Maestra, cuna de la Revolución Cubana y tumba de guerrilleros.
"Cuba no es una aventura, es el puerto de mi vida", dijo en más de una ocasión este genio del baile flamenco, amante del mar, que sin olvidar sus raíces humildes y defendiendo siempre primero lo ético frente a lo estético, paseó el arte flamenco por los escenarios más importantes del mundo.
DESTACADOS:
*** "Eso que se llama inspiración y duende, si no es con trabajo, no viene", decía el maestro, una frase que lo define tanto en lo profesional como en lo personal.
*** No hay arte sin disciplina, ni disciplina sin sacrificio. Una filosofía que siguió con rigor y le permitió convertirse en un referente internacional.
*** "Cuba no es una aventura, es el puerto de mi vida", dijo en más de una ocasión este genio del baile flamenco, cuyo descanso eterno se guarda en este país.
María Roldán/EFE-Reportajes