Fumar en el embarazo altera el cerebro del bebé

Vida
/ 27 noviembre 2015

El tabaco contiene múltiples sustancias tóxicas que han mostrado efectos nocivos sobre el desarrollo del cerebro en el feto.

Que fumar es un hábito poco saludable para la salud es algo de sobra conocido. Lo que hay que destacar, además es que, en el caso de que una mujer esté embarazada, fumar puede tener un efecto relevante tanto a corto como a largo plazo en el desarrollo del bebé, concretamente en el de su cerebro. Estas consecuencias negativas las han revisado Mikael Ekblad, del Turku University Hospital en Finlandia y dos colaboradores, en un artículo publicado recientemente en Acta Pediatrica (2015).

El tabaco contiene múltiples sustancias tóxicas que han mostrado efectos nocivos sobre el desarrollo del cerebro en el feto. Según relatan Ekblad y su equipo, los estudios han encontrado que puede afectarse la formación de conexiones entre neuronas e incluso la supervivencia celular. En otros aspectos del desarrollo también hay efectos ya que, al parecer, otros investigadores han encontrado que los bebés con exposición prenatal al tabaco son más excitables, muestran más signos de estrés y demandan más contacto que los que no fueron expuestos a estas sustancias.

Entre los hallazgos descritos en el artículo de Ekblad, destacamos los cambios posibles en el crecimiento de la cabeza, en el volumen del cerebro de los niños tanto recién nacidos como en su infancia, y por último los cambios en el funcionamiento cerebral. De forma más específica, los niños expuestos al tabaco durante el embarazo muestran un crecimiento menor de lo normal en su cabeza, hasta medio centímetro menos en los recién nacidos.

En cuanto al volumen del cerebro, parece que la exposición prenatal al tabaco a lo largo del embarazo puede conllevar menor tamaño del cerebro de los fetos en las últimas etapas de la gestación. Una vez el bebé nace, se ha observado que cuando son prematuros y sus madres han fumado durante el embarazo, éstos niños muestran menor volumen del lóbulo frontal y el cerebelo. Al parecer, este menor volumen cerebral puede mantenerse incluso hasta la adolescencia, tal como revisan los autores de esta publicación.

La pregunta ahora es ¿éstos efectos sobre las estructuras cerebrales se relacionan con cambios en las capacidades de los niños? De los distintos estudios analizados por Ekblad y sus colegas, parece deducirse que sí, al menos cuando los niños son pequeños. Se ha descrito que comparados con niños cuyas madres no fumaron durante el embarazo, el grupo de niños expuestos al tabaco durante la gestación eran cuatro veces más reactivos a los sonidos del entorno cuando fueron evaluados con tan solo dos días de vida, lo que también se ha observado a los 6 meses de edad.

Según los autores, esto puede relacionarse con una mayor dificultad para procesar estímulos auditivos que en momentos posteriores podría asociarse a dificultades en el desarrollo del lenguaje y la lectura. Otros trabajos hechos con adolescentes cuyas madres fumaron durante el embarazo han encontrado que sus cerebros estaban más ‘descoordinados’ a nivel de áreas frontales, temporales, parietales y del cerebelo cuando procesaban información auditiva.

Con toda esta información, sería conveniente plantearse dejar de fumar si la mujer piensa tener un hijo, y en cualquier caso, dejarlo cuanto antes si ya está embarazada. Ello puede favorecer un mejor desarrollo del bebé y unas mejores condiciones futuras. Por otra parte, sería idóneo desarrollar intervenciones específicas para ayudar a los niños afectados a mejorar su rendimiento cognitivo si lo necesitaran.

 Por Marisa Fernández

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