La muerte toca la puerta de la Iglesia

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Cualquier muerte y de cualquier ciudadano es lamentable. Si es por muerte natural o accidental, deja un reguero de pólvora de dolor a su paso entre familiares y amigos cercanos. Primero, la incredulidad, el estupor; luego, asimilar la noticia y entonces llega la resignación. El domingo 8 de enero e iniciando año hubo dos muertes que no merecieron las ocho columnas de los diarios: un hombre murió de hipotermia. Sí, de frío. En un Estado que se presume de primer mundo y paraíso ejemplar en la tierra, un hombre murió de frío (colonia Chamizal). Aproximadamente de 70 años. Ese mismo día, un bebé de 40 días de nacido murió, al parecer, de broncoaspiración. Luis Fernando se llamaba el recién nacido. Dolor sin fin para sus padres. Para el día 11 de enero se daba la nota en primera plana de que moría asfixiado un muchacho de la alta sociedad, de esos que usan redes sociales todo el día.
¿Hay ciudadanos de primera categoría, de segunda, de tercera y de cuarta? A esto precisamente, el filósofo recién fallecido Zygmunt Bauman le llamaba “memoria líquida”. Retomo su tesis y reescribo: “periodismo líquido”. Nada sólido, todo licuado. Lo cual, claro, se evapora. En el otro lado de la moneda, ¿qué hacer y cómo reaccionar cuando la violencia ciega llega y arranca de cuajo y de manera brutal la vida de cualquier ser humano? ¿Cómo reaccionar ante la sevicia y brutalidad que de tan cotidiana en Coahuila y en México ha terminado por instalarse en la vida diaria y se ha hecho terriblemente “normal”? Hoy, la violencia extrema ha tocado a las puertas de la Iglesia Católica en Coahuila y ha arrebatado la vida al sacerdote Joaquín Hernández Sifuentes, padre de la Iglesia Sagrado Corazón de Jesús en Saltillo (específicamente en La Aurora).
Primero su desaparición y ahora su muerte están plagadas de terribles omisiones: un tanto de indolencia (por parte de las autoridades eclesiásticas que no lo reportaron a tiempo. Aunque ya estaba muerto y en su propia casa parroquial) y escasa coordinación (no se activaron los protocolos de búsqueda, alerta Amber, sino hasta días después de que el sacerdote no contestaba llamadas) entre todos los actores involucrados. Acciones o inacciones que no son óbice para dejar de condenar la brutalidad de su muerte, al parecer por motivos de relaciones afectivas personales de su entorno inmediato. Convivió con sus asesinos y tomaba bebidas embriagantes con ellos. El Padre estaba más cercano al infierno que al paraíso. Se destapa entonces una cloaca, una más dentro de la Iglesia Católica que el monje Raúl Vera ni conoce, tan ocupado que está tratando de ganar el Nobel de la Paz.
Esquina-bajan
Sus ovejas (sacerdotes) están descarriadas y no tienen pastor. Se los había dicho y con tiempo aquí. Grave la cosa. La Iglesia de Vera López y éste mismo cometen los pecados que critica no pocas veces. Se maneja de manera discrecional, no actuó de manera responsable, no colaboró con las autoridades, y los resultados, los tristes resultados son la vida segada de un hombre. Incluso, quiso imponer “Ley mordaza” a los familiares del sacerdote muerto. Él, que tanto critica lo anterior y endereza dardos envenenados en contra de cualquier medio de comunicación o autoridad oficial.
Pero ¿vale más la vida de un sacerdote que las de cinco suicidas que van en este año? ¿Por qué el dominico no hace la misma alharaca cuando un joven de apenas 14 años se cuelga para escapar de una vida que no le da satisfactor alguno, incluyendo el espiritual? A las autoridades competentes les tocará resolver a cabalidad el caso. Uno más, pero tan grave y lamentable como cualquier otro asesinato y agresión en Coahuila. El vendaval de la violencia ha barrido las diferencias. Se asesinan periodistas, reporteros, féminas, empresarios, curas. ¿Los que le mataron, al parecer fue la pareja del cura, tienen miedo y temor de Dios por un castigo divino? Claro que no. Por eso lo mataron, así de sencillo.
De 1990 al 2015, aumentaron en un 275 por ciento los homicidios de sacerdotes. De 1990 a 2016 (septiembre, según los datos que tengo), se contabilizaban 55 crímenes en contra de presbíteros, sacristanes y religiosos. Durante los últimos cuatro años (Peña Nieto en el poder), van 14 sacerdotes asesinados. Hoy, un nuevo número (víctima) a la lista. Y hay algo que llama la atención, según investigación de Omar Sotelo Aguilar del Centro Católico Multimedial (CCM): “(la brutalidad con la que matan curas) es un patrón que se ha repetido a lo largo de los asesinatos que hemos registrado”. ¿Es eso llamado karma? ¿Recuerda usted esta frase: “de la seguridad me encargo yo”? Frase huera. Lo anterior, es decir, este tipo de frases y lenguaje lo estoy explorando los sábados en “Café Montaigne”. Por algo le decía que eso de “blindar”, “echarle ganas”, y demás habladurías son letra muerta.
Letras minúsculas
Hoy, nadie está a salvo en Coahuila; nadie… ni los curas que hablan con Dios.