La niña de Alfredo Castillo
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Urge desenterrar el caso Paulette. Lo de la CONADE palidece ante la actuación de Alfredo Castillo como autoridad en el asesinato de una niña
En este caso los hechos me constan. Alfredo Castillo y yo no nos conocemos personalmente pero él y yo sabemos que el cadáver de la niña Paulette Guevara Farah no estaba en su cama.
Sabemos que no murió enredada en las sábanas y asfixiada entre el colchón y la base.
Sabemos que el cuerpo de Paulette fue sembrado ahí; literalmente metido con fuerza, ya rígido y descompuesto en ese minúsculo espacio en donde era físicamente imposible que hubiera quedado atrapada mientras dormía.
Estuve sobre esa cama cuando Paulette llevaba 5 días muerta. Revisé la cama, toqué sus cobijas, acaricié los peluches, ayudé a arreglar la sobrecama para hacer la entrevista con la madre de la niña, sentadas sobre el colchón durante más de una hora.
Estuve encerrada con su madre en esa habitación con el equipo de grabación y después a solas. No se percibía un mínimo mal olor. No existía una temperatura a nivel de congelación en esa habitación que evitara que el cuerpo, que llevaba cinco días en descomposición, despidiera ese olor a muerto que causa escalofríos y una especie de repugnancia indescriptible.
Lo he dicho muchas veces en diversos medios de comunicación, lo publiqué en TvAzteca con Javier Alatorre, en Proyecto40 con Hannia Novel, en el periódico El Universal a petición expresa de su ex director Jorge Zepeda Patterson: me consta que el cadáver no estaba ahí.
Llevaba el caso el ex Procurador del Estado de México, Alberto Bazbaz, quien también sabe que el cuerpo no estaba en la cama y de hecho le quitaron el asunto porque no se prestó a ser cómplice de la infamia que elaboró el fiscal del caso Paulette: Alfredo Castillo.
Me consta que fue la madre de Paulette quien movilizó ¨cielo, mar y tierra¨ para encontrar a su hija. Llamó a medios de comunicación, a cuanto amigo tuvo cerca, suplicó, peleó, insistió. En cambio, también me consta que el padre de Paulette ya no quería más difusión del caso. Se negó a hacer la entrevista junto a su esposa, me dijo que tenía que ¡cuidar su imagen! Unos minutos después, yo estaba a su lado, contestó una llamada de Joaquín López Dóriga para su noticiario en radio y declaró con tranquilidad que confiaba en que las autoridades encontrarían a su hija. Esa declaración no corresponde a un padre de familia con una hija desaparecida, no es lógica cuando eres mexicano. ¿En serio? ¿Usted confiaría tranquilamente en las autoridades mexicanas para encontrar a su hija de cuatro años, sustraída de su propia cama en la madrugada? ¡Por favor!… ¿Quién en su sano juicio no exige de forma contundente a las autoridades que actúen de inmediato? ¿Quién rechaza las oportunidades en los medios para pedir ayuda a la población? Lo que siguió fue que Alfredo Castillo se obsesionó en intentar demostrar que la madre había matado a su hija. La detuvieron, la golpearon, la amenazaron y ante la incapacidad de construir al menos una prueba mediocre para encarcelarla, Castillo la dejó libre. Libre con la vida hecha pedazos; faltó a todas las garantías que la señora tenía como ciudadana. Violó todos sus derechos, todos los procesos. Inventó que la niña se enredó en las sábanas y de forma inverosímil se metió entre el colchón y la base. Durante el proceso, Alfredo Castillo ignoró las declaraciones de las nanas que habían tendido la cama en varias ocasiones y obviamente no vieron el cadáver. También desestimó el testimonio de los familiares que durmieron en esa cama y tampoco se percataron de un cadáver de 15 kilos de peso al pie de cama. Durante el proceso Alfredo Castillo se enredó sentimentalmente con la amiga de la madre de Paulette. Ella le dijo a Lizette Farah que tendría que declarar lo que Castillo quisiera porque además la tenía ¨agarrada de los huevos¨ (cito textual) porque le había encontrado marihuana en su automóvil.
Yo estuve como reportera ¨metida¨ a fondo en este caso. Fue uno de los pocos asuntos que abordé durante los años en que me mantuve retirada de la televisión. Estuve en la escena de los hechos, nunca fui llamada por Castillo para aportar algo. Por supuesto que no. Mi versión no le convenía. Tiempo después Alfredo Castillo me envió un mensaje a través de terceros, me mandó pedir que ya no hablara del caso Paulette.
Imbécil.
-Algún día habrá justicia divina, algún día Alfredo Castillo recibirá castigo por el daño que nos ha hecho- fue lo último que me dijo la madre de Paulette a poco tiempo de que se decidiera el fallo ante las demandas que ella presentó contra Castillo.
Urge desenterrar el caso Paulette. Lo de la CONADE palidece ante la actuación de Alfredo Castillo como autoridad en el asesinato de una niña. Urge que Castillo reciba castigo por abuso de poder.