Nombres, nombres, nombres...

Politicón
/ 20 abril 2016
true

-I -
La palabra “pachuco’’ servía para designar al individuo de vestimenta estrafalaria, entre mexicano y gringo, que Tin Tan puso de moda en el cine. Según Boyd esa palabra tuvo su origen entre los “pochos’’ de El Paso, Texas. De ahí, del nombre de esa ciudad, pasando por “pasuco’’, vendría el voquible “pachuco’’, que en Ciudad Juárez empezó a usarse por primera vez antes de conocerse en el resto de la República.

Durante la Segunda Guerra Mundial se permitió en México, por la escasez de moneda fraccionaria, partir en dos los billetes de un Peso. A cada fracción de 50 centavos se le llamaba “pachuco’’, vaya usted a saber por qué.
                                            
-II-
Había calles y callejones en la Capital con nombres como “Estampa de Regina’’; “Estampa de Jesús María’’, etcétera. Obedecía tal denominación al hecho de que en la parte posterior de los templos, en el lugar correspondiente a donde quedaba el sagrario, se ponía una estampa o retablo con el santo correspondiente a cada iglesia. Tales estampas desaparecieron por efecto de las Leyes de Reforma, y con ellas esos antiguos nombres de las calles.
 
-III-
-Este niño huele a choquío.
Así se dice de los bebés que despiden un tufillo ácido, como de leche descompuesta. Esa voz, “choquío’’, tiene origen maya. En esa lengua “shuquío’’ significa “peste’’ o “mal olor’’, sobre todo hablando del que supuestamente, según absurda percepción del indio o blanco, despiden los negros.
        
BAJA CALIFORNIA
A José Juan Tablada se debe la poética versión según la cual el nombre de California viene de la expresión latina “Calida Fornax’’, que significaría algo así como “horno ardiente’’.

Hay otra explicación para ese nombre, más plausible quizá, y desde luego más bella y sugestiva. Es bien conocido el hecho de que Hernán Cortés fue -igual que Santa Teresa de Jesús- un gran lector de novelas de caballería, de esas que a Alonso Quijano le sorbieron el seso hasta convertirlo en don Quijote.

Pues bien: una de las más notables novelas caballerescas se llama “Las Sargas de Esplandián’’. La leyó don Quijote, lo sabemos de cierto, y muy posiblemente la leyó también Cortés, pues el tal Esplandián era en su tiempo lo que Batman o Superman son en el nuestro. En esa novela se leen las siguientes palabras:

“... Sabed aquí a la diestra mano de las Indias obo una Isla llamada California, muy llegada a la parte del Paraíso Terrenal, la cual fue poblada de mujeres negras, sin que algún varón entre ellas obiese, que casi como de las amazonas era su estilo de vivir...’’.

¿Será audacia pensar que de ahí sacó don Hernando nombre alto y sonoro para imponerlo a una de las partes de la tierra por él conquistada? En cualquier caso la descripción que el autor de “Esplandián’’ hace de California es todavía hoy muy aplicable a ciudades como San Francisco, por aquello de “sin que algún varón entre ellas obiese’’.

TEMAS

COMENTARIOS

NUESTRO CONTENIDO PREMIUM