El nuevo Eliot Ness mexicano

Opinión
/ 2 octubre 2015

Me cuesta no simpatizar con lo que está haciendo el procurador de la Profeco, Alfredo Castillo, y al mismo tiempo me parece de un extravagancia teatral. Entusiasma ver a un funcionario público con esa aplicación, pero no es admirable la forma en que se lleva entre las patas a los consumidores que busca defender.

Eran inadmisibles las chingaderas en los estacionamientos del Estadio Azteca, entonces la Profeco de Castillo los clausura la noche de la lluvia torrencial de la final América-Cruz Azul. Siempre han sido sospechosas las básculas que pesan el equipaje en el aeropuerto de la Ciudad de México, entonces la Profeco las inmoviliza en los días de las colas inacabables de las vacaciones de verano. Los hoteles de Polanco no despliegan las tarifas de las habitaciones, entonces la Profeco aplica la norma y deja en el aire el hospedaje de visitantes que planearon con esmero su viaje.

"¡Y qué hacemos, entonces!", me reclama Castillo. "¿Entonces, para no afectar un funcionamiento, toleramos los malos servicios y que sigan los abusos?"

Le digo que podría haber una mejor táctica, pero reboto una y otra vez. Está en una cruzada. Si Felipe Calderón fue "Eliot Ness" contra los criminales, Castillo intenta serlo ante los malos prestadores de servicios. "No vamos a permitir ningún atropello", es el lema de batalla. "Tú, como consumidor, tendrás derecho a saber y a un buen servicio".

Y a juzgar por las imágenes del funcionario de la Profeco que clausuró ayer el estadio de León, Castillo está formando su cuerpo de Intocables. Inadvertidos no van a pasar.

A menos de que alguien les ordene bajarle de espuma al chocolate.

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