El presidente Peña Nieto no es un gran reformador

Opinión
/ 2 octubre 2015

Concluida la Reforma Educativa y servidas la energética y hacendaria, el espíritu transformador del nuevo gobierno parece quedar contenido por la cautela y el acuerdo político. Difícilmente el cociente de las tres reformas dará para hablar de una temporada de cambios de "gran calado".

La educativa es, en esencia, un apacible, bondadoso programa de evaluaciones y concursos que tal vez en un lustro comience a modificar formas de organización y profesionalización de los maestros.

No es que la iniciativa energética sea "miope, retrógrada y corta", como descalifican los panistas, pero tampoco luce como una que marcará un antes oscuro y un mañana luminoso en exploración, explotación, transporte, almacenamiento, distribución y comercialización de petróleo, así como en petroquímica, gas natural, generación, transmisión y distribución de electricidad.

La hacendaria es más desilusionante. Los objetivos son nobles: pensión universal, seguro de desempleo... El diseño, empero, queda lejos del ideal descrito en 2011 en el libro México, la gran esperanza, de Enrique Peña Nieto (pág. 166): "Las propuestas de reforma fiscal anteriores han fallado porque han ignorado la necesidad de identificar una nueva corresponsabilidad entre ciudadanía y gobierno".

No hay nueva corresponsabilidad en el proyecto presentado ayer, que se recarga, como de costumbre, en el contribuyente cautivo y elude el riesgo reformista de gravar el consumo.

Habrá que esperar, medir, pero dudo que la suma de estas tres "reformas de gran calado" sea lo que el gobierno peñanietista anhelara hace apenas nueve meses.



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