El regreso de la primera dama Angélica Rivera

Opinión
/ 2 octubre 2015

Aprovecho la gira a Londres y Escocia para hablar de la fatalidad. De cómo sortear la fatalidad.

A finales de enero, en Los Pinos se tenía la confianza de que lo peor de la crisis de imagen había pasado. La caída en los índices de aprobación del presidente Peña Nieto se detuvo ligeramente arriba de 30 por ciento. Asumiendo que no bajarían más, se diseñó una, llamémosla así, estrategia del regreso.

Febrero fue un mes de razonable tranquilidad en cuanto a la imagen presidencial y marzo abría con una oportunidad para recuperar terreno: el viaje al Reino Unido, con sus palacios de Buckingham, carruajes, fracs, Financial Times, lores, primeros ministros, reinas y estrellas. Big time, good show. Un banquete de sensaciones y percepciones.

Por estrategia, o porque no había de otra, la gira le entregaba también un papel a la primera dama, Angélica Rivera. Prácticamente ausente desde su mensaje de televisión sobre la casa de Las Lomas la noche triste del 18 de noviembre, la información se convirtió en un vapor de rumores en torno de su malestar y depresiones. Y lo poco que se sabía de ella tenía que ver con incidentes desafortunados, como el de hace unos días con un reportero que le tomó unas fotos en un restaurante de Miami. Parecía uno de esos personajes de Ian McEwan desmoralizados por una pena irreparable. Un personaje perdido para la causa.

Escuché ayer a las especialistas en moda y elegancia elogiar su actitud y estilo, así como el vestido rojo Valentino, el blanco Alexander McQueen, el negro Dolce & Gabanna, la falda a cuadros con las figuras de Downtown Abbey. Imágenes impensables a principio de año. Si es verdad eso de que la vista llega antes que las palabras, Angélica Rivera está de regreso. Las culpas que la forzaron a anunciar la venta de su casa parecen haber quedado atrás.

No sé si sea una buena o mala noticia y, definitivamente, el éxito visual de ella y el simbólico de él, se irían a la coladera con un nuevo escándalo, o una mera sospecha de conflicto de interés. Me quedo con esas imágenes de los Peña Nieto-Rivera resistiéndose a darse por vencidos. Y con una cita del genial crítico londinense John Berger:

 “La presencia de un hombre depende de la promesa de poder que él encarne. Si la promesa es grande y creíble, su presencia es llamativa. Si es pequeña o increíble, el hombre encuentra que su presencia es insignificante. En cambio, la presencia de una mujer expresa su propia actitud hacia sí misma, y define lo que se le puede o no hacer. Su presencia se manifiesta en sus gestos, voz, opiniones, expresiones, ropas, alrededores elegidos, gusto; en realidad, todo lo que ella pueda hacer es una contribución a su presencia”.

Como la de Londres.

MENOS DE 140 Son 5 mil las personas que podrían ser “recortadas” de Pemex antes de que termine el mes.




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