Esto nunca había pasado, nunca
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El fin de semana en Yucatán murió la víctima 20 ligada al proceso electoral, ayer la 21 en Valle de Chalco. Hay que decirlo con rotundidad: esto nunca había ocurrido. Nunca.
Mataron a dos colaboradores de Cuauhtémoc Cárdenas (Xavier Ovando y Román Gil) días antes de las elecciones de 1988, a Luis Donaldo Colosio en 1994, a Rodolfo Torre en 2010. Pero 21 ejecutados en 2015 no tiene precedente. Es una tragedia, una desgracia, un escándalo, una fotografía impecable de cómo el México político se enlaza con el México criminal.
Aparte de Yucatán y el Estado de México, se registraron ejecuciones en el DF, Chihuahua, Guerrero, Michoacán, Oaxaca, Puebla, San Luis Potosí, Tabasco y Veracruz. Algunas de verdadero horror. A Aidé Nava, precandidata del PRD a la Presidencia Municipal de Ahuacotzingo, Guerrero, la decapitaron y tiraron sus restos con un mensaje: Esto le va a pasar a los putos políticos que no se quieran alinear.
De espanto fue la forma en que ajusticiaron en su pickup a Cecilia Izaguirre, la presidenta del PRI en Lagunillas, San Luis Potosí. Y a Jehová de la Cruz, coordinador del PT, en su camioneta Nissan en Juchitán Oaxaca.
La muerte se repartió de manera democrática en seis partidos: seis víctimas del PAN, cinco del PRI, cuatro del PRD, cuatro de Nueva Alianza, una de Morena y la referida del PT.
Esa lista se completa con atentados, heridos, levantones y amenazas para renunciar a candidaturas, que más de una vez consiguieron el objetivo. Podría pensarse que hay una estrategia homicida contra la democracia. No es así. Una lectura mínima de los 21 casos permite concluir que no hay conexión de grupos o motivos. Se asesinó para sembrar miedo, o para recuperar prevalencia en un poblado o región, o para ajustar una cuenta singular, o por venganza, o para acabar con el adversario político, o sin motivo aparente, como a los cuatro de Nueva Alianza en Ixcapuzalco, Guerrero.
Súmese a lo anterior la presunción de que en muchas zonas del País se elegirá a personajes tocados por antecedentes criminales, si no es que criminales connotados, para sellar una página tristísima de la historia contemporánea.
Si, como decía Mandela, un muerto es demasiado, ¿cuántos son estos 21 para la democracia mexicana; en nombre de quién, de qué murieron?
No lo sé. Pero pasan los años y seguimos contando muertos. Y los criminales siguen siendo quienes tienen la hora exacta.
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