La guerra de Peña Nieto
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El presidente Enrique Peña Nieto, probablemente inspirado por su asesor político, Aurelio Nuño, maestro en Ciencias Políticas por la Universidad de Oxford, pronunció en la Cámara de los Lores –donde sus miembros, a diferencia de la Cámara de los Comunes, no son electos por el pueblo-, un poderoso discurso en defensa de sus reformas, donde evocó a los principales filósofos políticos que ha dado el Reino Unido, con referencias espejo a México. La más importante fue de Winston Churchill, de quien parafraseó uno de los mensajes más inspiradores de la Segunda Guerra Mundial, que le sirvió para hablar del coraje y valor con los que enfrenta los retos de sus reformas.
En su mensaje, Peña Nieto citó el famoso discurso de Churchill, “Pelearemos en las Playas”, pronunciado en la Cámara de los Comunes en junio de 1940, un mes después de haber sido electo primer ministro y a ocho de haber empezado la guerra. Churchill habló de la posibilidad de la invasión de Alemania a Inglaterra y la derrota de Francia, y hacía un llamado a las armas a sus compatriotas. El presidente recordó que aquél era un momento en el que Gran Bretaña se enfrentaba sola a los nazis y que las palabras de Churchill habían dejado como legado un ejemplo de valor y entereza. Inclusive, citó casi textualmente el párrafo del discurso inmortal.
“Tengo plena confianza que si todos hacemos nuestra tarea –dijo Churchill-, si nada es soslayado y si hacemos los mejores acuerdos posibles, como serán hechos, nos probaremos a nosotros mismos una vez más que somos capaces de defender nuestra isla, sobreponernos a la tormenta de la guerra, y sobrevivir la amenaza de la tiranía, si es necesario por años, si es necesario solos”. El discurso se dio en un contexto muy adverso para los ingleses. Una semana antes había comenzado la “Operación Dinamo”, la gran evacuación de las fuerzas aliadas de Dunquerque –se rescató a más de 300 mil soldados, 70 por ciento de ellos ingleses-, donde se dio una batalla en la cual sólo por errores tácticos nazis y una gran capacidad militar en el repliegue, se evitó la derrota de la Fuerza Expedicionaria Británica y de los franceses, que habría terminado la guerra en menos de un año.
Fue notable que el presidente utilizara ese discurso para referirse a las adversidades, de “grandes dimensiones y… desafíos muy exigentes”, que enfrentan sus reformas. ¿A qué se refería? ¿A quiénes? Lo que trasluce es que se siente solo frente a las resistencias a sus reformas, que tocaron tantos intereses. Peña Nieto las ha mencionado desde hace tiempo–concepto que le inyectó precisamente otro exprimer ministro británico, Tony Blair-, y lo ha reiterado Nuño, jefe de Oficina de la Presidencia, en entrevistas de prensa. No han identificado al más reacio al cambio, pero lo han dibujado perfectamente: Carlos Slim, quien más perdió por la Reforma de Telecomunicaciones.
Funcionarios de la Presidencia lo responsabilizaban el año pasado de la campaña mediática mundial contra del presidente, y como evidencia subrayaban que una empresa pegada implícitamente a él, MVS, tenía en su conductora Carmen Aristegui, la cabeza de playa contra Peña Nieto, cuyo disparo más letal fue la revelación –coordinada con la prensa financiera internacional- de la casa blanca, adquirida por la Primera Dama a un contratista beneficiado por el mandatario. Si el alegato no resistía análisis objetivo, la línea de pensamiento bélico en Los Pinos avanzó todavía más, hacia el exjefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, a quien acusaron de haber sido quien colocó la cereza de la casa de marras en la boca de Aristegui. En tiempos donde las verosimilitudes son más poderosas que las verdades, las imputaciones se convirtieron en certezas.
Las críticas al presidente tras la crisis de Ayotzinapa y los conflictos de interés, fueron recibidos con metralla por Nuño, quien al hablar por el presidente afirmó a la prensa extranjera que no harían caso a los gritos de la gradería, y que la consolidación de las reformas sería el objetivo del gobierno para este año. La consolidación de las reformas ha sido el discurso de batalla del presidente, y lo que sucedió el año pasado, dijo Nuño en Los Pinos, era una tormenta perfecta que pasaría. No es extraño, por tanto, que el discurso seleccionado por Nuño para la Cámara de los Lores, fuera la tormenta churchilliana de la guerra, como la metáfora que explica la lucha en México contra las resistencias a las reformas.
Hay que preguntar si las evocaciones en espejo a los tiempos de guerra ingleses son traducción exacta del pensamiento del presidente sobre lo que ve en México. Esperemos que sólo haya sido un juego retórico para iluminar el discurso. Pero si no es así, Peña Nieto y su equipo harán bien en recordar que cuando llamó a las armas Churchill, los ingleses era un pueblo unido bajo un liderazgo indiscutible. No es el caso de México, fragmentado, enfrentado, en creciente anomia por la falta de confianza y credibilidad. La guerra mexicana, en este contexto, no se asemeja tanto a la Batalla de Inglaterra, donde vencieron a los nazis, sino al Waterloo donde cayó Napoleón.
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