La última batalla

Opinión
/ 2 octubre 2015
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Hay un pedazo importante de historia que se está haciendo hoy en Michoacán.

Se habla tanto de Michoacán que hemos perdido de vista que lo que allí sucede es histórico, es extraordinario y, más importante aún, es quizá la última oportunidad que tiene el Estado mexicano para vencer a los cárteles de la droga.

Es histórico porque se trata de una zona en donde el Gobierno y las fuerzas armadas ya fueron derrotadas en dos ocasiones durante el sexenio de Calderón. Es extraordinario por el fenómeno singular de las brigadas de autodefensa que constituyen prácticamente un alzamiento armado. Y es quizá la última oportunidad porque el gobierno federal ha recurrido a ingentes recursos económicos (50 mil millones de inversión social y productiva), militares, y político institucionales, pues prácticamente ha barrido con los poderes locales, gobernador incluido. En otras palabras, si no lo logra en esta ocasión que ha puesto toda la carne al asador y cuenta con la movilización de la población civil, todo estará perdido. Al menos dentro del marco institucional vigente (legalizar las drogas sería otro ).

En otras palabras, Michoacán es el sitio de Stalingrado o las playas de Normandía; el lugar donde muy probablemente se decida la suerte de esta guerra. La revista Nexos, en su edición del mes de abril, ofrece un panorama esclarecedor de lo que está sucediendo. En seis textos distintos y 40 páginas ofrece un aporte que me parece imprescindible para ver la película completa y no sólo las fotografías que, por razones de inmediatez, nos entrega la prensa diaria.

En la primera de estas colaboraciones Denise Maerker hace un extraordinario recuento, y muy bien contado, de la historia de la cobertura periodística de las brigadas de autodefensa, bajo el sugerente título Auxilio, ¿dónde está el estado? La periodista se apoya en los testimonios de las reporteras del programa Punto de Partida y sus visitas a la zona a lo largo de trece meses, armadas de una pregunta fundamental: ¿qué son las brigadas de autodefensa y a qué obedecen? Las respuestas que encuentran son similares a los hallazgos de otros dos de los textos: La autodefensa de Aguililla, de Leticia Pineda, y Tierra Charanda, de Teresa Zerón-Medina. En ambos las dos valientes periodistas (corresponsal de la agencia AFP y fotógrafa freelance, respectivamente) ofrecen visiones a nivel de cancha del levantamiento de estas brigadas; pedazos de microhistoria imprescindibles para entender el fenómeno.

En conjunto, las tres piezas constituyen un argumento en contra del simplismo. Sí, en efecto, hay evidencias de que en el origen del levantamiento en contra del Cártel de los Templarios hay mano negra de parte de un cártel rival. Sí, en efecto, algunas de estas brigadas pueden ser catalogadas como fuerzas paramilitares financiadas por empresarios agricultores, hartos de la extorsión y la inseguridad en los caminos regionales. Y sí, en efecto, muchos de los que militan en las brigadas tenían tratos con los Templarios en más de un sentido.

Pero Maerker, Pineda y Zerón-Medina, muestran también la otra parte. La ausencia de Estado en Tierra Caliente, la presencia de policías y militares como un ejército de ocupación, la prevalencia de una cotidianidad en la que arreglarse no era una opción pues ellos, Los Templarios, representan el contexto institucional en el que se desenvuelve la vida diaria. Pero sobre todo, los reportajes in situ revelan la enorme dosis de valor que requirió para un puñado de inconformes salir a la plaza y rebelarse en contra de los dueños de los cuernos de chivo. Hay pasajes en estos textos que me recuerdan las titubeantes sesiones de los complotistas Hidalgo, Allende y Aldama en el Bajío de hace 200 años. ¿Una comparación irreverente? Quizá. Lo cierto es que, al igual que aquellos, José Manuel Mireles, Hipólito Mora, Estanislao Beltrán son héroes plagados de claroscuros.

La entrega de Nexos se completa con la reflexión de Eduardo Gutiérrez, especialista en temas de seguridad, quien echa mano de cifras de delitos para contrastar los municipios con presencia y con ausencia de brigadas de autodefensa Por su parte, Jaime Rivera Velázquez, un lúcido analista local, ofrece una visión de la crisis política desde Morelia y sus menguantes autoridades. Por último Viridiana Ríos argumenta en contra de las fuerzas autoarmadas desde la perspectiva de la historia y el análisis político; nada bueno saldrá de ellas, afirma de manera categórica, en clara rebeldía con los tres primeros ensayos.

Lo que queda claro luego de la lectura de estas piezas es que hay un pedazo importante de historia que se está haciendo hoy en Michoacán. No hay garantía de que el proceso vaya a concluir en uno u otro sentido, pero resulta imprescindible entenderlo.

@jorgezepedap

www.jorgezepeda.net




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