Paradojas

Opinión
/ 2 octubre 2015
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Fallecen los poetas y perduran los lideres sindicales. Más que paradojas parecen parajodas. Disputamos el primer lugar en el mundo en cuestión de índices de obesidad, pero un porcentaje significativo de la población padece desnutrición; es mexicano el hombre más rico del planeta en materia de telecomunicaciones, pero el País se encuentra a la zaga en esta materia respecto cualquier otro país en desarrollo; la captación de recursos fiscales es bajísima comparado con cualquier país latinoamericano, pero pago más impuestos que si viviera en Estados Unidos.

Algo debe estar profundamente descompuesto para que estas contradicciones convivan sin que nadie ni nada pueda resolverlas. ¿Cómo explicar al niño con déficit de insumo calórico durante su etapa de crecimiento que le esperan problemas de sobrepeso y un padecimiento diabético en la adultez? ¿Alguna vez se le caerá la señal a Carlos Slim en el centro de la ciudad, como al resto de los mortales? ¿De qué sirve tener 61 mil millones de dólares en lugar de 60 mil millones si no puedes darle una cobertura telefónica decente al país que dio origen a tu fortuna? ¿Cómo se atreve Hacienda a obligarme a declarar cada mes, a quitarme un tercio de mis ingresos y tratarme como delincuente fiscal en potencia, cuando todos los días me entero de un nuevo desfalco en la administración pública? Justamente esa administración pública que ordeña mis ingresos.

Paréntesis: en realidad terminamos pagando mucho más que un tercio de los ingresos, alrededor de 30% por ISR, 16% de IVA en los consumos, pago de derechos y servicios: predial, tenencia, casetas en carreteras, agua potable, derecho a tener pasaporte, etc. Y a eso hay que sumarle el costo del contador al que nos obliga Hacienda con la dichosa declaración mensual.

Nos sentiríamos muy orgullosos de que nuestro empresario de las telecomunicaciones encabezara la lista de Forbes si nuestro país fuese un ejemplo para el mundo en interconectividad y desarrollo cibernético. En realidad cada año perdemos posiciones. En 2014 México ocupa el lugar 79 de 148 países con relación al índice de conectividad global, un retroceso de 16 lugares con respecto al informe de 2013. Y nuestras tarifas de internet están entre las más altas de los países en desarrollo, según el mismo reporte.

De igual forma, me sentiría menos incómodo, incluso contento, de compartir con la sociedad una parte de los ingresos que genero si no me quedara la sensación de que pasan a formar parte de un patrimonio que los políticos consideran como suyo. Y no digo que todo se lo roben, ni mucho menos. Pero me hace muy poca gracia que operadores políticos como Rosario Robles, dedicados a la promoción del voto priísta, tomen las decisiones de cómo se gasta el dinero para ayudar a los pobres; o que no podamos evitar el gasto absurdo de quinientos diputados y sus excesos, pese a que sólo trabajan cincuenta.

Y desde luego, nunca podríamos estar de acuerdo con la obesidad, una plaga moderna de consecuencias devastadoras para la sociedad, pero algún consuelo habría si eso significara que el hambre y la desnutrición hubieran sido erradicadas de una vez y para siempre.

Entiendo que la vida está llena de sinsabores y contradicciones. Que todos los días mueren inocentes y gente de provecho, y sobreviven las alimañas y los malos bichos. Pero quisiera creer que de vez en cuando hay un pequeño desquite; una rendija por la cual se cuela el imponderable, la excepción azarosa, la esperanza inesperada.

Las redes sociales no equilibran el poder, ni todos sus efectos son favorables a la democracia o la construcción de una sociedad más informada y participante. Hay mucho de manipulación y, más aún, de desinformación y criticismo visceral en el ciberespacio. Pero coyunturas como el #Yosoy132, #LadyProfeco #PeñaNietoStop pueden ser decisivas para impedir que los asuntos públicos se conviertan en competencia exclusiva de la clase política.

Justamente el último de estos hashtags, #PeñaNietoStop, encabeza la campaña en redes sociales para impedir la aprobación de la Ley de Telecomunicaciones, por considerarlo un proyecto de censura en contra dela libertad en el uso de internet. El diario The Wall Street Journal publicó hace unos días que las redes sociales habían logrado parar el proyecto de ley de Peña Nieto. Y en efecto, así ha sido. Todavía es pronto para saber si tales protestas producirán un cambio sustantivo en la Ley de Telecomunicaciones. Pero por lo pronto constituye una alentadora interrupción, así sea momentánea, de ese terrible engranaje de paradojas que suele cebarse en contra de los ciudadanos.

@jorgezepedap

www.jorgezepeda.net




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