Pemex, la biblia y los aztecas
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Sí, la paraestatal está mal. ¿Por qué no comenzamos por allí?
Las cifras sobre Pemex son como los versículos bíblicos o los refranes, sirven lo mismo para un barrido que para un regado. Hay para todos los gustos. ¿Prefiere usted la apertura de Pemex? Sobran razones vestidas de números. ¿Le preocupa la intervención de las trasnacionales en nuestro petróleo? Allí están los datos para corroborar sus peores inquietudes.
Una cifra mata a la otra y viceversa, aunque las dos sean parcialmente ciertas. Igual que los refranes: "Al que madruga Dios le ayuda" y "No por madrugar amanece más temprano". Dos dichos sabios, mutuamente excluyentes.
El problema reside en citar cifras o dichos fuera de contexto. Y ciertamente en el debate actual sobre la reforma energética los polemistas han recurrido a los números, menos con el afán de informarse, y más con el de apertrecharse para la pelea. Se esgrimen escenarios con la contundencia absoluta del que ya viajó al futuro y vivió en carne propia lo que nos espera. Unos para hacernos saber el edén de prosperidad que descenderá sobre nosotros si Exxon y Shell siembran sus fracking instalaciones por todo el Golfo (no es adjetivo, sino el nombre de la nueva técnica de perforación profunda); otros, para comunicarnos el valle de miseria y despojo que sobrevendrá si dejamos entrar a estos jinetes del apocalipsis.
Los argumentos se han ido deslavando para terminar convertidos en actos de fe. "Mi Dios es más bueno, generoso y justo, y lo demostraré aunque para hacerlo tenga que matarte". La izquierda se envuelve en la bandera del nacionalismo aun cuando su negativa a toda reforma en Pemex condene a la paraestatal a mantenerse como lo que ha sido: el gran bastión del PRI y el sindicalismo corrupto.
La apertura de Pemex a otras tecnologías y la exclusión de trabajadores sindicalizados en los pozos por abrirse, podrían ser el principio del fin de ese corporativismo. La comparación entre las formas de organización y producción de un empleado de una trasnacional y uno de Pemex son contundentes: tres a uno, medido en ventas por cada trabajador (también acabé citando cifras). Si Romero Deschamps actuara conforme a lo que su corazoncito le dice seguramente estaría en la marcha convocada por Andrés Manuel López Obrador el 8 de septiembre para rechazar los cambios en Pemex.
Por su parte, Enrique Peña Nieto ha vendido la apertura energética como la panacea inminente, el cuerno de la abundancia, la llave que nos permitirá crecer a ritmo de 6 por ciento anual. No dice el cómo ni los por qué. Tuvo su epifanía y trata de llevarnos a la tierra prometida con un planteamiento vago y ambiguo, que no es mucho mejor que un simple "por allá". Incluso los aztecas tenían algo más concreto en su manual de viaje, encontrar un águila devorando a la serpiente, que ese proyecto que dice todo y nada: no a la concesión ni a la producción compartida con la iniciativa privada, sí a celebrar contratos de utilidad compartida. A saber. Gracias a eso, informó Peña Nieto, pasaremos de una producción de 2.5 millones de barriles diarios hoy, a 3 millones en 2018. O sea, 20 por ciento de incremento en cinco años. ¿Esa es la panacea?
Que a Pemex le falta modernizarse y requiere cuantiosas sumas de inversión en tecnología es un hecho. El gobierno insiste en que eso sólo será posible con la intervención de la empresa privada. Pero también es cierto que nunca le han permitido una reinversión de sus recursos por la enorme ordeña que padece por parte del fisco, y tampoco ha podido tener una estructura sana y productiva por la corrupción política de un sindicato que opera bajo criterios de lealtad y no de eficiencia. Peña Nieto prometió transparencia y reforma fiscal para Pemex, pero da la sensación de que se trata de argumentos de venta para lograr su objetivo central que es abrirla al capital privado.
Yo no he visitado el futuro ni sé con certeza lo que nos depara. Pero sí puedo ver que los actores se han atrincherado demasiado pronto en escenarios más cercanos al dogma que a la búsqueda de soluciones de fondo. La apertura podría ser complementaria, no habría que satanizarla per se. Pero complementaria de un Pemex sano y eficiente; ninguna solución es válida si no pasa primero por una verdadera refundación de la paraestatal. Ni los refranes, ni la Biblia, ni las cifras aisladas nos van a sacar del atolladero. Sí, Pemex está mal. ¿Por qué no comenzamos por allí?
@jorgezepedap
www.jorgezepeda.net