Vivir con miedo

Opinión
/ 2 octubre 2015

México vive una emergencia. Crecen los secuestros y, en muchos casos, los criminales, asesinan a sus víctimas

Quizás uno de los reproches más duros que pueda hacerse a los funcionarios responsables de la seguridad pública, de la procuración de justicia y del procesamiento judicial a los presuntos criminales, es decirles que su corrupción, su ineptitud y su indolencia han permitido a los delincuentes arrebatar la tranquilidad a la sociedad, que son culpables de que los criminales hayan salido de los drenajes para exhibirse cínicamente a la luz del día, como ocurre en muchos territorios del país.

México vive una verdadera emergencia. Los secuestros crecen y, en muchos casos, no obstante haber cumplido con las exigencias de los criminales, concluyen con el asesinato de las víctimas. El INEGI estima que 105 mil plagios se cometieron el año pasado, 288 por día, una cifra aterradora.

En momentos en que la sociedad está agobiada por el estancamiento económico, cuando 7 millones de jóvenes no tienen escuela ni empleo, el tema más acuciante de los mexicanos no es el desempleo o el deterioro en los niveles de vida, sino la inseguridad. Vivimos con miedo, la violencia delincuencial dejó de ser referente extraño, dato en la estadística, hoy está aquí. Nosotros o los más próximos a nosotros han experimentado extorsiones, asaltos, robos a casa-habitación, secuestros... No es un problema de percepción, es de realidad.

Las autoridades piden a los ciudadanos que denuncien y argumentan, no sin razón, que no hay mejor sistema de inteligencia que el que involucra a la comunidad que conoce lo que ocurre en su entorno. Pero la gente no denuncia por el temor de encontrar en el Ministerio Público a los delincuentes disfrazados de policías ministeriales.

En estos días, distintas revelaciones evidencian los niveles de descomposición de nuestras corporaciones policiales, de las instancias responsables de investigar y perseguir a los delincuentes y del sistema judicial. En lo tocante a la policía preventiva del DF, la participación de agentes en activo en el secuestro de los jóvenes del barrio de Tepito y en el secuestro de un colombiano, nos ofrece una pálida idea de los niveles de complicidad con las actividades criminales. El siguiente escalón institucional, el del Ministerio Público y la policía ministerial, está igualmente infestado por delincuentes que lucran por simular.

Algo aún más grave es lo que se está mostrando en la Policía Federal, la corporación emblemática de la nueva estrategia del presidente Calderón contra la delincuencia. Un primer aviso lo dio el asesinato de policías federales por sus propios compañeros que iban por ellos en el área de comida rápida del aeropuerto de la Ciudad de México. Otro hecho inquietante fue la emboscada a un vehículo diplomático en el que viajaban agentes norteamericanos y un oficial de la Armada de México. Hasta la fecha, no conocemos los resultados de estas investigaciones. En Michoacán, a pesar de los meses transcurridos desde que se desplegó un operativo policiaco-militar, réplica del que lanzó Felipe Calderón seis años atrás, Los Caballeros Templarios siguen extorsionando a comunidades enteras.

Son muchas las denuncias contra agentes federales -en un año han sido consignados ante jueces 94 elementos- y ahora, cuando se aprehende a una banda de secuestradores y homicidas que operaba en Acapulco, se descubre la participación de 13 elementos de esa misma corporación.

En cuanto a inseguridad, todos tenemos historias que contar, yo tengo las mías. Las denuncias por el robo a mis oficinas y a mi casa, de hace algunos años, no llevaron a nada. Y la repetición de estos hechos, apenas el mes pasado cuando volvieron a atracar mi lugar de trabajo, caminan en el mismo sentido. De nada sirvieron las alertas que a la policía de cuadrante en la colonia Roma Sur ante dos intentos fallidos; de nada ha servido la denuncia de estos hechos ante la Fiscalía en Cuauhtémoc. Con notable ingenuidad, durante cinco días después del robo, mantuvimos las cosas como quedaron para evitar borrar evidencias, pero los peritos sólo se presentaron después de la intervención del Consejo Ciudadano de Seguridad Pública; ya transcurrió más de un mes y nada se mueve.

¿Es que no hay forma de sacudir esa estructura corrupta e ineficaz? ¿Qué hace la Procuraduría de Justicia del DF ante el desbordamiento criminal? ¿No les da vergüenza cobrar ingresos por aparentar que hacen?

Twitter: @alfonsozarate



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