Isadora Duncan una mujer que revolucionó la danza
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Su amor por el arte rebasó su propia existencia, pues nunca permitió que la pareja, la familia o las necesidades económicas obstaculizaran sus planes de "hacer la revolución en la danza".
México, D.F..- Poseedora de un concepto estético que reivindicó el culto, el rito y la naturaleza del cuerpo, la bailarina estadounidense Isadora Duncan, quien tuvo una enigmática personalidad de ninfa y en la actualidad es considerada la iniciadora de la danza moderna estadounidense, nació en San Francisco, California, el 26 de mayo de 1877.
Su amor por el arte rebasó su propia existencia, pues nunca permitió que la pareja, la familia o las necesidades económicas obstaculizaran sus planes de "hacer la revolución en la danza".
De acuerdo con sus biógrafos, su padre abandonó la familia cuando Isadora era aun muy pequeña, siendo posteriormente acusado de fraude bancario y encarcelado. Eso creó en el hogar de los Duncan una difícil situación de penuria económica, hecho que al parecer influyó en el alejamiento de la familia de la fe católica que había profesado.
A los 10 años dejó la escuela para dedicarse a su pasión, la danza, y a los 17 se fue a Nueva York, donde se incorporó a la compañía de Agustín Daly, actor y empresario, al que no acabaron de convencer los experimentos e innovaciones que Isadora le proponía, deseosa de practicar un nuevo método de interpretar su danza.
Sintiéndose infeliz, Duncan abandonó la compañía dos años más tarde y partió con su familia hacia Inglaterra, donde se proponía estudiar los movimientos de la danza antigua en los jarrones griegos del Museo Británico.
Fue una época de formación, de lecturas entusiastas y de ensayo de nuevas danzas; en busca, sobre todo, de nuevos cauces para la expresión coreográfica y de sendas alternativas para profundizar cada día más en su arte.
Los éxitos comenzaron a llegar de forma inmediata. Con un estilo basado en la danza de la Antigua Grecia, dio una serie de presentaciones en Londres que despertaron el entusiasmo hacia su persona.
Duncan afirmaba que el baile debía ser una prolongación de los movimientos naturales del cuerpo, que ella consideraba hermosos y bastante más bellos que los que efectuaban los bailarines clásicos, a los que tildaba de forzados y antinaturales; por ello, se negaba a constreñir los pies en las zapatillas de baile.
Influenciada por los cánones de las estatuas y pinturas de la Grecia clásica, su método coreográfico era una especie de filosofía basada en el convencimiento de que el baile ponía al individuo en comunicación armónica con el ritmo intrínseco de la naturaleza y los cuerpos celestes.
Isadora era plenamente consciente de que su estilo suponía una ruptura radical con la danza clásica, y en este sentido se veía a si misma como una revolucionaria precursora en un contexto artístico de revisión generalizada de los valores antiguos.
Al mismo tiempo que su estilo se iba consolidando, Isadora estudiaba en profundidad la danza y la literatura antiguas a través de los museos, particularmente el Louvre de Paris, la National Gallery y el Museo Rodin.
Los temas de las danzas que interpretaba eran clásicos, frecuentemente relacionados con la muerte o el dolor, pero en oposición a los asuntos de la danza clásica conocida hasta entonces, que giraban en torno a héroes, duendes y trasgos.
Varias veces pensó en quitarse la vida, pero siempre la disuadió la idea de que otros niños, empezando por los alumnos de la escuela que había creado en 1904, estaban necesitados de ella.
Comenzó a participar en campañas benéficas y trató de llevar sus enseñanzas a diferentes países, lo que la condujo hasta Moscú en 1921, después de que el gobierno soviético mostrase su interés por recibirla.
En la Unión Soviética conoció a Sergei Esenin, poeta y cantor oficial de la Revolución de 1917, y se entusiasmó con el ambiente pletórico de ilusiones que se respiraba en el país y que Sergei encarnaba a la perfección.
Esenin se enamoró locamente de Isadora y consiguió que ésta renunciara a su propósito, repetidamente afirmado, de no contraer matrimonio. Pero su unión resultó catastrófica.
Después de viajar por Europa y Estados Unidos, Sergei se hundió en una profunda apatía originada por una fase de infecundidad creativa que achacaba al hecho de vivir lejos de su patria.
Lo cierto es que cuando el matrimonio regresó a Moscú, el poeta continuó en el mismo estado y se sumergió de forma imparable en la misantropía y el alcoholismo. Medio loco, su comportamiento empezó a ser escandaloso hasta para la propia Isadora.
Acostumbraba a desaparecer dejando tras de sí un rastro de botellas vacías y muebles rotos. La paciencia de "la ninfa" llegó al límite y a finales de 1924, Isadora, ya divorciada, abandonó la Unión Soviética.
Un año más tarde supo, por la noticia publicada en los periódicos, que su ex marido se había quitado la vida. La aventura rusa de la Duncan no sólo terminó en fracaso desde el punto de vista sentimental.
Si bien al principio se había compenetrado a la perfección con sus interlocutores, entusiasmados con la idea de poner en marcha su Escuela de Danza Futura, más tarde esta iniciativa no fue bien acogida por ciertos dirigentes soviéticos que ya empezaban a mostrar los síntomas del anquilosamiento burocrático que luego sería proverbial en el sistema comunista.
De regreso a Europa, tampoco los empresarios capitalistas parecieron entusiasmarse con sus proyectos. Además, sus opiniones ateas, su actitud favorable hacia la Revolución Rusa y su evidente aceptación del amor libre no eran cualidades que la opinión pública occidental valorara positivamente.
Isadora decidió volver a los escenarios y ofreció una serie de recitales que resultaron un fracaso; el público fidelísimo que hasta la muerte de sus hijos la había llevado en volandas comenzó a fallarle; las salas la recibieron semivacías, silenciosas y heladas.
Se refugió en Niza, donde terminó su autobiografía y preparó "El arte de la danza", libro en el que pretendía ofrecer una síntesis de sus enseñanzas.
El miércoles 14 de septiembre de 1927 decidió tomarse un respiro y dar un paseo. Cuentan que el automóvil recorría veloz la Promenade des Anglais, cuando su larga chalina se enredó en los radios de una de las ruedas posteriores del automóvil y murió estrangulada.