Mohamed El-Baradei, profeta fuera de su tierra
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El diplomático convertido en opositor de Mubarak busca dirigir la transición en Egipto
México, D.F..- En medio de las millones de voces que claman por el fin del presidente egipcio Hosni Mubarak, Mohamed El-Baradei ha emergido como la figura más idónea para llevar las riendas de la transición en ese país africano, una vez que Mubarak acepte su inevitable caída.
Hay al menos cinco candidatos visibles para "suceder" a Mubarak, pero El-Baradei destaca por su fama de pacifista, demócrata e incorruptible. Justo lo que los egipcios andan buscando, justo lo que le falta a Hosni Mubarak. Y por si fuera poco, tiene el Premio Nobel de la Paz, un gran argumento a su favor.
El-Baradei carece de la pose, la actitud y la presencia arrolladora de un líder; al contrario, es un hombre austero, un pobre orador, hasta tímido, tanto que según sus allegados, le incomodan las muchedumbres. En contraste tiene prestigio de hombre íntegro y firme en sus convicciones, lo que ha suscitado rápidamente la simpatía de una gran parte de la opinión pública, en particular de los jóvenes y las clases medias.
También hay quienes le guardan recelo porque no ha vivido en Egipto las últimas décadas, incluso antes de su irrupción en las protestas de hace un mes muchos no sabían de su existencia, porque El-Baradei es una figura con más eco fuera del país.
Tras licenciarse en Derecho en la Universidad de El Cairo, El-Baradei -casado y con dos hijos- entró en la carrera diplomática en 1964.
Trabajó en Ginebra y luego en Nueva York, donde se doctoró en Derecho Internacional y después impartió clases.
En 1980 comenzó su carrera en Naciones Unidas. En su haber están su contribución a desmantelar el programa nuclear iraquí tras la Primera Guerra del Golfo y la transformación del organismo nuclear de la ONU, la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), que dirigió de 1997 a 2009. Fue durante esos 12 años que El-Baradei cobró relevancia internacional.
Así, como la cara de la diplomacia mundial a la hora de mantener las armas nucleares fuera del alcance de ciertos Estados, El-Baradei sostuvo, sin pelos en la lengua, que no había evidencias de la existencia de armas de destrucción masiva en Irak y fue un ferviente opositor a la guerra emprendida por Estados Unidos en 2003, lo que enfureció a la administración Bush en Washington, pero le trajo muchos admiradores en el mundo y en la ONU.
También tuvo serios forcejeos con Irán y Corea del Norte por sus programas atómicos, labor que atrajo un escrutinio sin precedentes a su organización y por la que fue laureado con el Premio Nobel de la Paz en 2005. Un año después, Mubarak lo condecoró con la Orden del Nilo, el mayor reconocimiento egipcio, por su Nobel.
Con esas credenciales y tras una larga ausencia, El-Baradei regresó el mes pasado a Egipto, que sediento de un líder que guiara su revuelta sin plan futuro, lo erigió para conducir a la oposición, misión que él aceptó con gusto.
Sin embargo, todavía es una incógnita si el veterano diplomático puede resultarun personaje efectivo para dirigir el cambio en su país de origen después de tantas décadas trabajando en el extranjero.
Eso es precisamente lo que periódicos oficialistas argumentan en su contra: su falta de experiencia política y su poco conocimiento de la realidad actual de Egipto, aprovechando las críticas de algunos egipcios sobre su cambio de residencia a Viena.
Sin embargo, a estas alturas parece que nada podría ser peor al hecho de que Mubarak siga en el poder o de que el movimiento se estanque, como está ocurriendo.
Si El-Baradei quiere un cambio de gobierno, deberá recordar con urgencia lo que dijo al salir de Viena rumbo a Egipto: "Si la gente lo quiere, y sobre todo los jóvenes, puedo dirigir la transición. No les voy a dejar en la estacada".