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Expertos señalan que este tipo de siniestros serán cada vez más agresivos y frecuentes. Además critican que en los últimos siete años se haya reducido en 78% el presupuesto federal para el control y combate a este tipo de fenómenos. ¿Qué cambios son necesarios?, ¿qué errores ha cometido la autoridad?, ¿en dónde está la solución?
- 21 noviembre 2022
En una fotografía publicada por Vanguardia el pasado 22 de mayo se ve a una mujer de pie, la cabeza gacha, cubriéndose el rostro con las manos en actitud orante.
Delante de ella hay otra mujer y un hombre hincados en tierra a la orilla de una carretera, los brazos levantados, clamando al cielo.
Al fondo, desde el horizonte que es una montaña azul, se eleva una espesa fumarola que al principio es blanca y luego parduzca.
Las tres personas rezando.
La imagen fue captada en el ejido Sierra Hermosa, municipio de Arteaga, durante una tarde de sábado, justo cuando un explosivo incendio devoraba cientos de hectáreas de bosque.
Instantáneas como ésta podrían repetirse eventualmente, dado que mientras expertos en cambio climático prevén que en los próximos años este tipo de siniestros aumentarán en número e intensidad, el gobierno federal ha recortado, desde 2016 a la fecha, más del 78 por ciento del presupuesto destinado para la prevención y combate de incendios forestales a nivel país.
Así lo revela información de la Comisión Nacional Forestal (Conafor) obtenida vía transparencia por Semanario.
Así se observa que que mientras hace siete años el presupuesto correspondiente al Programa de Manejo del Fuego en sus rubros de materiales y suministros (capítulos 2000) y de servicios generales (capítulo 3000), era de 221 millones 389 mil 968 pesos con 26 centavos, para octubre de 2022 se redujo a 48 millones 841 mil 32 pesos con 55 centavos. Es decir, era siete veces más grande.
La información emitida por la Conafor no incluye los montos asignados a Coahuila.
En relación con los gastos ejercidos en el rubro de prevención, Garza Morales subraya que es difícil hacer una cuantificación debido a la diversidad actividades que la Conafor desarrolla en pro de los recursos forestales.
“Es poco si el tamaño de Coahuila y de las zonas posibles de ser siniestradas por cuestiones forestales es muy, muy grande”, comentó Marco Polo Hernández Muñiz, líder la organización Ciudadanía MX, durante un conversatorio sobre incendios forestales realizado en Saltillo el pasado 8 de octubre.
Por su parte, Juan Carlos Loyola Licea, biólogo de profesión con posgrado en ingeniería ambiental, entomología y microbiología en ciencias ambientales, declara que el gobierno federal debe invertir en más equipos contra incendios, tomando en cuenta que la biodiversidad, igual que el calentamiento global, la pobreza y los programas sociales, constituye un tema crítico.
Al respecto la respuesta a la solicitud folio 330009622000399 muestra que de 2016 a 2022 los activos con los que cuenta la Conafor Coahuila para la atención de incendios forestales no han aumentado, pues desde hace siete años dicha dependencia cuenta en su haber con 22 vehículos oficiales, la mayoría camiones pick up, cuyos modelos van de 2006 a 2015.
Además cuentan con 42 combatientes o brigadistas para todo el estado, distribuidos en Saltillo, Monclova, Cuatrociénegas, Múzquiz y Acuña.
Sin embargo, no existen aeronaves necesarias para atacar los incendios en áreas inaccesibles.
Considerando esta situación, a la gente no le va a quedar más remedio que rezar cuando se presente un explosivo incendio como el de Sierra Hermosa.
“Tenemos un rezago de administraciones, no es algo del presente. Se necesita equipo, es bastante caro, pero creo que México tiene dinero y habría que poner en la agenda pública nacional una inversión de ese tipo”, suelta Loyola Licea, también profesor investigador del Instituto Tecnológico de Saltillo. “No queremos que se acaben nuestros bosques, es una demanda válida que debería ser escuchada. Haría falta hacer llegar el mensaje al presidente de que la biodiversidad es fundamental”.
Para Patricio Betancourt Lozano, un brigadista de la Conafor Coahuila con 30 años de experiencia, lo más urgente en materia de prevención y combate de incendios forestales es la capacitación, la contratación de más personal, el mantenimiento de vehículos terrestres y la dotación de equipo aéreo.
“No tuvimos mucho presupuesto este año, estamos trabajando con lo que tenemos, el objetivo es darle seguimiento a las emergencias en el menor tiempo posible”, dijo.
José Emilio Martínez Reséndiz, responsable del Centro de Educación Ambiental y Vigilancia Climática de la UAdeC, opina que siempre es bueno que para el tema de incendios haya siempre un presupuesto destinado a la prevención, “que eso es lo primordial”, hasta sus consecuencias.
“No hemos dimensionado correctamente cuál puede ser la afectación de tener estos fenómenos tan seguido. Incluso considerar algún avión, avioneta, equipo más pesado, para no tener que esperar a traer el avión de Estados Unidos. Lo ideal sería que estuviéramos totalmente preparados para atender los incendios, pero ojalá no tuviéramos que usarlo”.
Por su parte Eglantina Canales Gutiérrez, la secretaria del Medio Ambiente en Coahuila, dijo, durante su comparecencia ante el Congreso del Estado, en el marco del cuarto informe de gobierno de Miguel Riquelme presentado diciembre de 2021, respecto a los incendios que: “siempre va a faltar la buena disposición de tener los recursos a tiempo. Necesitamos más trabajo en conjunto”.
Canales Gutiérrez dice que cada año la SMA destina un presupuesto de cuatro millones de pesos tanto para pago de brigadas rurales como de todo lo que tiene que ver con cuestiones operativas en los siniestros.
Dicho monto representa el 7.1 por ciento de los 55 millones 630 mil 948 pesos con 26 centavos que en 2022 recibió de presupuesto esta Secretaría.
“No sabemos cuántas contingencias va a haber durante el año, si se sobrepasa el gasto pedimos ampliaciones, una vez comprobado el dinero que se ha gastado. Con esto hemos venido trabajando bien”, expone la Secretaria de Medio Ambiente.
En el documento leído durante la comparecencia, la Secretaría del Medio Ambiente en Coahuila, dio a conocer que tan sólo en el incendio de La Pinalosa, acaecido a mediados de marzo de 2021, se invirtieron 29 mil 948 horas hombre, aplicadas en el control.
Con apoyo de 865 elementos.
Que combatieron durante 22 días.
El saldo del desastre: 3 mil 863 hectáreas de bosque de altura arrasadas por el fuego.
“Hay pocos recursos, pero tratamos de que tanto los humanos como los materiales sean aplicados de una manera eficiente y efectiva para hacer un control del incendio muy eficaz”, dice Jorge Luis Guerrero Salcedo, director de recursos Forestales y Vida Silvestre de la SMA.
Y celebra que con todo y la “sequía presupuestaria”, al menos en la historia reciente, no habido un solo muerto en el combate a incendios.
“Ello”, afirma “habla de que el personal se ha estado capacitando, que tenemos el equipo a tiempo, el personal con buena condición, buena preparación, que sabe de comportamiento del fuego, de cuestiones climáticas”.
De acuerdo con informes del área de Recursos Forestales y Vida Silvestre de la SMA, esta Secretaría tiene en su capital humano de prevención y combate a incendios a 50 brigadistas para todo el estado, distribuidos en cuatro campamentos: Acuña, Cuatrociénegas, Múzquiz y Saltillo.
Tiene también como ocho vehículos, dos en cada campamento.
Según el histórico de incendios de la propia Conafor, al menos en los últimos dos años, 2021 y 2022, la cantidad de este tipo de desastres pasó de 57, con siete mil 553.45 hectáreas afectadas, a 92 siniestros con 22 mil 886.43 hectáreas quemadas.
En contraste con las apenas 205 hectáreas que la Conafor reforestó en Arteaga y Saltillo entre 2018 y 2019 con apoyo de particulares, organismos civiles, empresas y asociaciones. Para ello se destinaron recursos por 2 millones 506 mil 578 pesos con 96 centavos, según la respuesta a la solicitud hecha por Semanario.
“Se han perdido miles de hectáreas y lo que los gobiernos plantan está en el orden de decenas de hectáreas”, lamenta Juan Carlos Loyola Licea, biólogo de profesión con posgrado en ingeniería ambiental, entomología y microbiología en ciencias ambientales.
La mayoría de las reforestaciones, añade José de Jesús Ruiz Fernández, director operativo del Consejo de Planeación Estratégica de Largo Plazo de la Región Sureste Coahuila (Coperes), han sido esfuerzos ciudadanos, situación que habla de una conciencia social frente a los incendios forestales.
Ejemplo de ello es el trabajo realizado por la organización “Cuida tu bosque local”, que en un buen año ha conseguido plantar entre 10 mil y 11 árboles en zonas deforestadas de la Sierra de Arteaga y Zapalinamé.
“Sí, pero compáralo con un incendio en donde se quemaron más de mil hectáreas, en donde hay una densidad de mil árboles por hectárea, ya perdiste un millón de árboles en un solo incendio.
“Puedes decir ‘no hiciste nada’. Pues sí, volvimos a poner la base en donde ya no había nada para que volviera a generarse un bosque nuevo, que le va a tomar 40, 50, 60 años empezar un poco a dar los servicios ambientales...”, dice Alejandro Argüelles, director de esta asociación.
De acuerdo con datos de la misma Conafor tan sólo en los últimos 11 años se han presentado en Coahuila 994 incendios que han devorado 531 mil 232.15 hectáreas de bosques.
Un artículo publicado por la revista Botanical Sciences, da cuenta de cómo la Sierra Zapalinamé ha experimentado una diferencia negativa en comunidades como el bosque de pino que, en los últimos 20 años.
En ese periodo disminuyó casi el 69.2 % de su cobertura, así como el bosque de oyamel, que se redujo en un 50 %, lo anterior debido, principalmente, a la ocurrencia de incendios forestales que a través del tiempo han fragmentado estas comunidades.
“La mayoría de las comunidades vegetales estudiadas presentan evidencias de perturbación debido a incendios forestales, aprovechamiento forestal, desmontes irregulares y sobre apacentamiento, provocado por la población local, lo que ha sido más intenso en los últimos años”, consigna el artículo.
Estos bosques, según evaluaciones realizadas por Profauna A.C., podrían tardar entre 10 y 80 años en recuperarse.
Sin embargo, en casos más críticos, asevera Eladio Cornejo Oviedo, profesor investigador del departamento Forestal de la UAAAN, este proceso de recuperación de los bosques podría tardar hasta 200 y 300 años.
“Como en el caso de la Sierra de Arteaga, de la Sierra Madre Oriental. Mucho depende de las condiciones ambientales, clima, básicamente precipitación y temperatura, y del entorno físico, pendiente, suelo, altitud y vegetación.
“En 1975 se quemó la Sierra La Marta. Si vamos ahorita vamos a ver que ya hay un avance de recuperación, pero no está totalmente recuperada. Ese incendio te da una idea, ¿Cuánto tiempo falta para que se recupere? Fácilmente otros 200 años”.
Pese las catástrofes que se avecinan con el cambio climático, Sergio Marines Gómez, director de Profauna A.C., asociación civil que tiene bajo su cuidado el área protegida de la Sierra Zapalinamé, informa que hoy por hoy esta oficina cuenta sólo con 18 brigadistas, distribuidos en cuatro campamentos de la región: San Lorenzo, Chapultepec, Cuauhtémoc y El Diamante.
Tienen además tres camionetas pick ups, la más nueva de 2015, activos éstos que son utilizados en la prevención y combate de incendios.
“Siempre faltan recursos, sobre todo porque los incendios son cada vez más fuertes, son más explosivos... Tenemos cada vez temperaturas más altas con menor humedad y eso lógicamente lleva a condiciones ideales para que los incendios tengan mayor magnitud y mayor fuerza, intensidad. Hemos tenido inviernos muy calientes, estamos en otoño y tenemos casi 30 grados.
“Aparte, antes caía una descarga eléctrica y por lo general una pequeña llovizna, ahorita está cayendo una descarga eléctrica y se junta que no cae la llovizna, que hay calor y que está la vegetación muy seca”, comenta Marines Gómez.
Y explica que cuando hay temperaturas arriba de 30 grados, humedad relativa por debajo de 30 por ciento y vientos arriba de 30 kilómetros por hora, existe la posibilidad de que un incendio se torne incremente su fuerza.
Ello, derivado de los efectos que ha traído consigo el cambio climático en Saltillo, en Coahuila, en México y el mundo, se traduce en lluvias más espaciadas y temperaturas mínimas y máximas diarias más altas.
“Eso hace que el aire esté más seco y se den las condiciones para el incendio. Para que haya un incendio tiene que estar muy seco el ambiente, tiene que haber vientos fuertes y tiene que haber baja humedad. Y luego hay gente que ayuda, por eso es que se han dado más siniestros”, explica Juana María Mendoza Hernández, encargada del clima en el Centro de Educación Ambiental y Vigilancia Climática de la Universidad Autónoma de Coahuila y jefa del Departamento de Agrometeorología de la Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro.
Mendoza Hernández comenta que a lo largo de los años ha logrado conformar un registro de los datos climatológicos de Saltillo en las últimas cinco décadas, lo cual le ha permitido observar cómo se han venido modificando los patrones de lluvia y temperatura con el tiempo.
En dicho registro, que abarca desde 1968 hasta el día de hoy, se muestra, por ejemplo que mientras el 11 de noviembre de 1968 la temperatura máxima fue de 16 grados centígrados, el 11 de noviembre, pero de 2022, la temperatura máxima llegó a los 27 grados.
“¿Cuándo habíamos visto un noviembre tan caliente?”, se sorprende Juana María, también maestra en ciencias.
Cuenta que en 2010 a ella le tocó hacer los escenarios de cambio climático para Coahuila y lo que se preveía que iba a pasar para 2020 sucedió desde antes.
“Se pronosticó que la temperatura iba a aumentar y que la lluvia iba a cambiar en espaciamiento, que los eventos iban a ser muy fuertes, más intensos y sí, se vio, se está viendo”.
En este sentido los expertos entrevistados por Semanario pronostican que las próximas temporadas de incendios serán críticas, tanto por el incremento de siniestros como de su intensidad, la causa: el calentamiento global.
El último reporte del Panel Intergubernamental del Cambio Climático de Naciones Unidas, IPCC por sus siglas en inglés, publicado en agosto de 2021, indica que el calentamiento global es real, de origen antropogénico, o sea humano, con magnitud de cambios sin precedente, y advierte sobre extremos de calor y precipitaciones en todo el mundo.
Tal informe señala además que mientras en 1850 se registraban en la atmósfera 280 partes por millón de dióxido de carbono, para 2021 la cifra creció a 414.16 partes por millón de CO2, lo que equivale a un incremento del 50 por ciento.
Por lo que se refiere al gas metano, su crecimiento en los últimos 170 años ha sido de un 400 por ciento.
Panorama que, desde luego, tiene impacto directo en la agricultura, los bosques, los litorales, entre otros ecosistemas, de México.
“Esto no es exclusivo de Saltillo, esto es a nivel mundial. Este año hubo incendios en Londres, incendios nunca vistos en Francia, España, Portugal. Es a nivel mundial. Ahorita hay una de las sequías más fuertes en la historia de Europa. De ahora en adelante debemos tener mayor capacitación, mayores instrumentos que nos ayuden a lidiar con ese tipo de incendios”, apunta Sergio Marines, el director de Profauna A.C.
Si continuamos emitiendo dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero a la atmósfera –pronostica Juan Carlos Loyola Licea, profesor del ITS– corremos el riesgo de incrementar 1.5 grados centígrados o dos grados centígrados la temperatura del planeta para 2050.
“Y parece que no se han tomado las medidas a nivel mundial para frenar esto. Existe un sentido de urgencia de actuar, reducir nuestras actividades para emitir menos gases de efecto invernadero, actividades como la movilidad, alimentación, consumo de bienes manufacturados; y plantar árboles, la reforestación es importantísima porque es un sumidero de carbono, la fotosíntesis atrapa el dióxido de carbono”.
Eladio Cornejo Oviedo, profesor investigador del departamento Forestal de la UAAAN, advierte sobre un futuro poco alentador en el tema del control de incendios forestales.
“El calentamiento global es real, no nos hagamos tontos. Va a seguir incrementando la temperatura y por lo tanto habrá más incendios y si a eso le añadimos las condiciones de la Sierra de Arteaga”, dijo.
“Las características de la Sierra de Arteaga, sus condiciones topográficas, de altitud, de precipitación y temperatura son propicias para los incendios... eso no lo vamos a poder evitar y sí, va a haber más incendios, sí, y van a ser más feos”.
José Emilio Martínez Reséndiz, responsable del Centro de Educación Ambiental y Vigilancia Climática de la UAdeC., es todavía más drástico cuando advierte que:
“Hay pronósticos que te hablan de que en cinco años se van a acabar los incendios forestales, porque ya no va a haber qué incendiar”.
A la gente no le va a quedar de otra que ponerse a rezar.
La temporada crítica de incendios que antes, oficialmente, abarcaba los meses de abril y mayo, ahora se ha extendido en calendario, marcando su comienzo a partir 16 de febrero, hasta los últimos de julio de cada año, prácticamente cinco meses y medio de fuego, ello a consecuencia de las cada vez más prolongadas sequías.
“Ahorita puede haber incendios en junio, en cualquier temporada del año. Estamos esperando que ya en enero – febrero empecemos con incendios, pero, como va la temperatura, probablemente hasta en diciembre podamos tener siniestros”, detalla Sergio Marines, el director de Profauna A.C.
Y el cambio climático está jugando un papel importante en las fechas de incendios y en el comportamiento de los mismos.
“Se prevé que la próxima temporada de incendios venga más fuerte que ésta. Conforme va pasando más el tiempo, derivado del cambio climático, se ha visto que los incendios son más agresivos. La vegetación está muy estresada ahorita, entonces cualquier chispita, fuente de ignición si no le llegamos a tiempo...”, dijo Patricio Betancourt Lozano, brigadista de la Conafor, en un conversatorio sobre incendios forestales celebrado en Saltillo el pasado 8 de octubre.
Ante este panorama, José de Jesús Ruiz Fernández, director operativo del Consejo de Planeación Estratégica de Largo Plazo de la Región Sureste Coahuila (Coperes), habla de la pertinencia de que el gobierno federal invierta más dinero en la prevención más que en el combate de incendios.
“La Oficina de Reducción de Riesgos de las Naciones Unidas estima que por cada dólar que se invierte en prevención, se pueden ahorrar entre siete y 14 dólares en atención de desastres, como los incendios.
“Las acciones preventivas nos ayudan a evitar que suceda el incendio o que si empieza a haber una conflagración se pueda actuar lo más rápido posible para impedir que crezca”.
En este sentido Eladio Cornejo, afirma que lo que se necesitan son, precisamente, políticas públicas federales y estatales encaminadas al manejo de la vegetación y no al manejo del fuego.
“La naturaleza de los incendios en esta región es normal. Va a seguirse quemando (la sierra) porque no hacemos quemas controladas, porque ya alteramos el ciclo natural de los incendios y porque no manejamos la vegetación. Ya tienes una sobrecarga de combustible, necesitamos quitar ese combustible. Ayudarle a la naturaleza para que no nos dé más trabajo adelante con un incendio catastrófico del cual no vamos a poder regenerar el bosque en los siguientes 50 años sino los siguientes 200 o más años”.
“¿Qué hay qué hacer?, habría que hablar con los que toman decisiones y crear políticas públicas para que impulsen un programa, no solamente estatal sino nacional, de manejo de la vegetación para evitar incendios forestales catastróficos, o sea actúa de manera preventiva y no correctiva”.
Juan Carlos Loyola Licea, biólogo de profesión con posgrado en ingeniería ambiental, entomología y microbiología en ciencias ambientales, insiste en que la responsabilidad de la prevención y combate de incendios forestales corresponde, en mayor grado, a la federación.
“Los municipios y los estados no van a tener nunca la capacidad suficiente porque los gobernadores tienen múltiples necesidades: salud, educación, vialidades, etcétera. Claro que las necesidades en de la federación son muchísimas, hay un rezago tremendo en salud, en educación, marginación...”.