CÍRCULO DE ORO 2025

Felipe García: ajo y especias para el encuentro de culturas en el Centro Histórico

Aromas y texturas árabes con escala en Chihuahua llegaron a Saltillo en forma de falafel, tacos árabes, hummus y shawarmas. El Centro Histórico llamó y, gracias al destino, Felipe García Daw no fundó Diente de León en otra zona de Saltillo

  • 14 diciembre 2025

Se define a sí mismo como arquitecto de profesión... pero chef de corazón. Lejos quedaron aquellas voces internas y externas que le hicieron pensar que dedicarse a la cocina le haría morirse de hambre.

Originario de Chihuahua, criado en Camargo, es saltillense por adopción desde hace más de 20 años, cuando se mudó a estudiar arquitectura; su profesión fue esa, aunque su corazón siempre se mantuvo en la gastronomía.

La creación, la creatividad, así como el cálculo de cantidades y manejo de personal, son aspectos en común entre ambas disciplinas.

Con ascendencia palestina-libanesa por parte de su madre, su infancia se rodeó de especias, chivos y borregos de los que se come todo y no se desperdicia nada.

Aquellos platillos ocuparon las mesas de Navidad, junto con los rollos de repollo y el manfú libanés.

Para Felipe no es extraño que dos culturas aparentemente distantes, como la mexicana y la árabe, tengan paladares tan afines.

Encuentra esa explicación en los orígenes árabes de los peninsulares que hace más de 500 años llegaron al otro lado del mundo, conquistaron a los pueblos originarios y por tanto, mezclaron culturas, técnicas y cocinas.

De ahí que el mexicano, y el norteño en específico, esté acostumbrado a una variada gama de platillos y sabores. En su familia la cocina se enseña desde los primeros años de vida.

“Desde los cinco o seis años aprendí desde matar al animal, escoger un buen cabrito o un buen borrego. Nos enseñaron con las navajas suizas, me acuerdo que nos daban la cabeza para quitarle el cuerpo y nos entretuviéramos, y sí, salía uno todo cortado, pero así aprendes”, cuenta.

La cuarentena por el Covid-19 provocó que disminuyera el trabajo como arquitecto, por lo que buscó ingresos vendiendo comida libanesa a domicilio los domingos, lo que terminó por ganar terreno sobre la labor como contratista.

Kipé, hoja de parra, manfú, ensalada tabule, jocoque seco, jocoque con pepino y el taco árabe, acapararon los pedidos, particularmente este último, que terminó por convencer a Felipe de dedicarse por completo a la cocina.

Desde hace tres años abrió en pleno Centro Histórico de Saltillo el restaurante Diente de León, que fue evolucionando hasta ser nocturno y tener, además del menú de comida libanesa, una variedad de coctelería.

Ajo y especias son indispensables para sus platillos. Complementa con paprika y comino, pero el que nunca falta es el ajo. De su madre aprendió el tanteo de los ingredientes, ir probando hasta encontrar el punto exacto.

Ofrece taco libanés, taco shawarma, falafel, humus de garbanzo y hojas de parra cosechada directamente de los viñedos de la región, con los que se forman los ‘tabaquitos’ rellenos de carne con arroz, sal y pimienta.

Toma con ironía que, aunque es una de las especialidades de Diente de León, es uno de sus pocos platillos a los que no les agrega ajo.

Un aspecto que mantiene con detalle es la selección y compra de los insumos. Lo entiende como un proceso que debe ser meticuloso no sólo para la calidad de los alimentos, sino también para facilitar los procesos de sus cocineros.

De su cocina no sale nada sin haberlo probado antes, aspecto que ha mantenido como un conocimiento a compartir con sus colaboradores, además de la investigación de los propios platillos para adaptarse a ingredientes a los que califica como globales.

La cocina lenta no es un reto, sino una virtud a la que la clientela se ha adaptado, pues comprende que los procesos detallados y cuidados no pueden darse en la comida rápida.

“Tratamos de que esté fresco siempre. Viene quien tiene la mentalidad de echarse un drink en lo que sale la comida”, explica.

El camino de Diente de León no ha sido sencillo y se ha adaptado a distintos retos hasta lo que es hoy. Al principio se buscó un concepto más brunch, pero el Centro Histórico demanda otra dinámica comercial más enfocada a la vida nocturna.

Aunque su intención inicial fue invertir en el norte de la ciudad, ver establecimientos como La Puerta Al Cielo, con un concepto de relajación, mixología y buena cocina, ayudó a Felipe a decantarse por el centro de Saltillo.

Tal como su corazón le llamó por la gastronomía sobre la arquitectura, encontrar una casa en el primer cuadro de la ciudad pareció obra del destino.

“Yo estaba aferrado al norte porque allá vivo y para hacer más fácil las vueltas. Marqué a plazas comerciales y nunca me dieron cita. Eso no es normal. Un amigo me dijo ‘vamos a un bar al centro’ del Yuyo (La Puerta al Cielo). Fui, me lo chingué y me convencí del centro. En ese momento le hablé a una conocida de bienes raíces y le dije ‘necesito una casa en el centro, ¿la consigues? Y al día siguiente me la consiguió. Al día siguiente vinimos aquí, llegué y vi los arcos, vi el árbol y dije ‘de aquí soy’”.

Aunque piensa más en el día a día, considera que a futuro lo que queda es el gusto por la comida. Queda la satisfacción de que sus clientes comparan su sazón incluso con los mejores restaurantes de Europa... y sale victorioso de la equivalencia.

Hojas de parra rellenas
40 piezas | 6 piezas por platillo | 90 minutos

Ingredientes

  • - 2 kg de carne molida de cordero (80% magra, 20% grasa)
  • - 600 g de arroz jazmín, previamente remojado
  • - 15-30 g de sal al gusto
  • - 5-10 g de pimienta negra
  • - Hojas de parra de la región
  • - Costilla y chamberete de cordero
  • - Agua Electropura
  • - Aceite de oliva
  • - Jocoque seco (acompañamiento)

Procedimiento

  1. 1. Enjuaga las hojas de parra en agua caliente para suavizarlas. Escúrrelas.
  2. 2. Mezcla la carne molida con el arroz remojado, la sal y la pimienta hasta integrar.
  3. 3. Coloca una porción de mezcla (aprox. 30 g) sobre cada hoja de parra y forma rollitos firmes, doblando los extremos hacia adentro para que no se abran.
  4. 4. En una olla amplia, acomoda en el fondo las costillas y el chamberete de cordero.
  5. 5. Encima, coloca los rollitos compactados y con la unión hacia abajo.
  6. 6. Añade agua hasta cubrirlos y que rebose dos dedos por encima.
  7. 7. Tapa la olla y cocina a fuego bajo durante 1 hora y media.
  8. 8. Sirve los rollitos calientes, acompañados de jocoque seco y un chorrito de aceite de oliva.
FELIPE GARCÍA

Más artículos