CÍRCULO DE ORO 2025

Irma Peralta y Tatiana Lubbert: cocinar es un acto de amor

Cuando madre e hija coinciden en la cocina, el mundo adquiere un tono más vibrante. La gente se reúne alrededor de la mesa para charlar, sanar el alma y estrechar lazos, en una comunión que solo es posible al compartir los alimentos

  • 14 diciembre 2025

¿Qué es el amor? Hacernos esa pregunta nos lleva hacia lo tangible. Va más allá de sentir o pensar: es cómo se trasciende de la idea abstracta al plano físico. ¿Cómo sabemos que alguien nos ama?

Para Irma Peralta de Lubbert, de 70 años, cocinar “es decir ‘te quiero’. Acepto tu amistad y acepto todo”. Recuerda los platillos favoritos, planea desde la quietud de una noche antes y sirve sin saber a qué hora se levantarán sus invitados: esa sobremesa que empieza a las dos de la tarde y se extiende hasta la madrugada.

Originaria de Sonora, creó un hogar en Saltillo. Las raíces de su cariño se extendieron por muchos jardines, sus hábiles manos tejieron amistades; su amor se siente en cada bocado, en su risa sincera, en ese huequito en el estómago que se forma en su presencia: es la magia de las abuelitas, siempre te dará hambre en su hogar.

$!De Sonora a Coahuila, Irma y Tatiana han construido un hogar que abraza.

Al cruzar la fachada azul de la casa, se encuentra la calidez. En las enredaderas, las hojas y las flores del jardín, en las macetas con rostros, en los hilos, los botones y las agujas de su taller, en las muñecas que cose con paciencia y preciosismo, en la madera de las tablas de cortar, el metal del horno. Sus manos dan un soplo de vida a cada objeto.

El centro de esa existencia está en la cocina. Un punto de encuentro para familia y amigos, donde se comparten pláticas, chistes, risas, se dan consejos o se regaña con dulzura y firmeza. El refri se abre y se cierra, los platos pasan de un sitio a otro de la mesa, ¿en qué te ayudo?, ¿qué te alcanzo?

Su hija, Tatiana Lubbert Peralta, de 45 años, despertó su curiosidad en ese ambiente, en la mezcla de la gastronomía francesa, con la de Sonora, con Chihuahua y sus influencias de Estados Unidos. Disfrutaba del arroz blanco con rajas, elote, queso y mantequilla de su mamá, o del lomo en ciruela en Navidad.

Irma viajó por el mundo: estuvo varios años en Europa, donde tomó clases de tejido, de bordado, de cocina, y aprendió cómo criar a sus hijos. Amó París en su juventud. Conoció Italia, Holanda y España.

Ese interés por las distintas culturas vive en Tatiana: aprendió en cursos, pero también al preguntar y escuchar a quienes cocinan. No es purista de las recetas. “Amo la interpretación que puedes dar por gustos personales, porque muchas de mis recetas son así”. Aunque sea más laborioso, pues ese apapacho genera un lazo emocional, sin importar la edad, ni el estrato socioeconómico. “A mí, que una señora de 70 años me diga: ‘me hace recordar a mi mamá’ es de esas cosas que dices: guau, qué lindo”.

A sus hijos les impulsa a descubrir. “No importa si te gusta o no te gusta, pero no te niegues la oportunidad de probarlo”, porque la comida es cultura “y entre más probamos, más cultura tenemos”, afirma Tatiana.

Cuando madre e hija coinciden en la cocina, el mundo adquiere un color vibrante, un aroma a café, a orégano, a laurel; la gente sale de los rincones, se levanta del sofá, regresa del jardín y observa, con la fascinación de quien ama ser parte, de coincidir, de quien desea regresar una fracción del cariño que recibe. “A ver, socia”, dice Tatiana a Irma, “aquí traigo una charola...”

La vida fluye, una marea que sube y baja, desde las primeras clases de Irma, a los 10 años, en una escuela de cocina para señoras, esos primeros cortes de carne y exploraciones gastronómicas en otros países, hasta la crianza de los hijos. La gelatina de leche con frambuesa que Tatiana le preparaba, bien chiquitita; los chayotes rellenos que Irma le hacía a su hija. Allí, en el calor del hogar, se aprenden las claves.

Cocinar nunca es solitario. De las sesiones de su hermano, fotógrafo especializado en alimentos, a los eventos de sus conocidos, Tatiana extendió el alcance de su comida, pasó de una familia a 10 o más. Sus platillos bajo pedido crearon un lazo con la comunidad, unida por los sabores.

Cocinar es “jugarle poquito a ser bruja. Le tienes que experimentar y te explota, te queda duro o malo”. Te lleva a caminos que no pensabas explorar. “El pozole no lo hubiera hecho porque tuve mucha duda de mi capacidad de hacer caldos, no soy tanto del gusto de caldos, y resulta que es lo que más le gusta a la gente”.

Cocinar es una comunión. Es imposible no convivir, compartir con el otro, pasarla bien. Es un momento congelado en el tiempo, un hechizo que no se rompe cuando el último plato y utensilio se lava, sino que transita a la mesa, el café y las charlas...

A Saltillo, la tierra del pan de pulque y los cabuches, llegaron Irma y su esposo hace casi 30 años, después de que sus hijos se casaron. No quisieron vivir en Monterrey y crearon un hogar en una casa del centro histórico, al fondo, donde estaba un gallinero, afincaron su paraíso. Tatiana los siguió hace siete años.

Con el tiempo, la ciudad respondió a todo ese amor: sus amigos se sientan a la mesa como en casa, prolongan las visitas, hablan de lo cotidiano y lo profundo, reflexionan para luego reírse de una ocurrencia.

El amor son Irma y Tatiana. Del mar de Sonora al desierto de Coahuila, han dejado huella de su cariño: perfeccionaron recetas, se rieron de los errores. “Como dice Tatiana: ‘bueno, esto no existió. Esto para la basura y se acabó. Le volvemos a experimentar’”, cuenta Irma. Unieron cada aspecto de sus vidas a sus deliciosos platillos. Y cuando dices: “ya me voy”, te insisten: “¡ven mañana! Te preparo lo que quieras”.

Rollo de Calabaza
10 porciones | 30 minutos

Ingredientes

  • - 1 lata de puré de calabaza (drenado)
  • - 6 huevos
  • - 2 tzas. azúcar
  • - 1 ½ tzas. harina
  • - 1 cdta. polvo para hornear (royal)
  • - 1 cdta. bicarbonato
  • - 2 cdtas. canela molida
  • - ¼ cdta. clavo molido
  • - ⅛ cdta. nuez moscada
  • - 3 queso crema (temp. ambiente)
  • - 1 barra de margarina (temp. ambiente)
  • - 1 ½ tzas. azúcar
  • - 30 ml ron especiado
  • - 1 ¼ tzas. nuez picada

Procedimiento

  1. 1. Bate el puré, los huevos y el azúcar; integra.
  2. 2. Mezcla en otro bowl la harina, royal, bicarbonato y especias. Incorpora poco a poco a la mezcla anterior.
  3. 3. Vierte la mezcla en dos charolas cubiertas con papel encerado; distribuye uniforme.
  4. 4. Hornea a 170 °C por 30 min.
  5. 5. Al salir, cubre con otro papel encerado y enrolla aún caliente. Envuelve en tela de cocina, coloca dentro de una bolsa y refrigera 1 h.
  6. 6. Relleno: acrema queso crema, margarina y azúcar hasta que deje de sentirse el gránulo. Agrega ron y nuez; integra.
  7. 7. Desenrolla, unta el relleno y vuelve a enrollar apoyándote en la tela.
  8. 8. Sirve: decora el relleno en manga pastelera y espolvorea nuez.
TATIANA E IRMA

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