Arrogancia
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En una nota publicada por Vanguardia el pasado 21 de mayo, el senador Napoleón Gómez Urrutia acusó a fray Raúl Vera López, obispo de Saltillo, y a la activista social Cristina Auerbach, cito:
“de ser protectores de los intereses de Grupo México para desviar la atención y que esa empresa no asuma su responsabilidad por la explosión en la mina Pasta de Conchos, en Coahuila, suscitada el 19 de febrero de 2006 y que causó la muerte de 65 obreros”.
“En un comunicado, el secretario General del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos, Siderúrgicos y Similares de la República Mexicana señaló, además, que el obispo es un esbirro de la compañía de Germán Larrea ya que ataca a la organización sindical. En tanto que Auerbach se ostenta falsamente como representante de las viudas de los trabajadores, aseveró.
Ambos, planteó Gómez Urrutia, son instruidos por Grupo México para desviar la atención de la negligencia criminal de los responsables de la tragedia, y además dividir opiniones sobre los hechos
El Presidente de la Comisión del Trabajo y Previsión Social del Senado dijo que el obispo de Saltillo también recibe órdenes del empresario Alonso Ancira Elizondo, dueño de Altos Hornos de México”.
La tragedia de Pasta de Conchos en 2006 paralizó al País. Viví aquellas semanas trabajando como director general de Enlace Institucional de la Oficina de la Presidencia de la República. Aunque no me correspondía participar de ninguna decisión, pude observar de cerca mucho de lo que sucedió. Concluyó el gobierno de Vicente Fox y los tres años siguientes trabajé en el sector privado colaborando de cerca con productores coahuilenses de carbón, grandes, medianos y pequeños.
Posteriormente, como legislador federal, tuve la oportunidad de adentrarme en temas mineros, conocí de cerca las historias de los actores involucrados, donde Gómez Urrutia no pasaba desapercibido. Siendo presidente del Grupo de Amistad México-Canadá de la Cámara de Diputados, en múltiples reuniones con parlamentarios canadiense y con Francisco Barrio, entonces embajador en Canadá, analizamos el caso del autoexiliado líder sindical. Cuando su arrogancia se lo permitía, también lo hice con Javier Lozano, entonces secretario del Trabajo. Recuerdo también haberlo comentado en Ottawa con Porfirio Muñoz Ledo, quien presidía la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados.
En aquellos años conocí al obispo Vera y especialmente a Cristina Auerbach, a quien saludo desde este espacio. En una de las reuniones con él pude conversar de desaparecidos, migrantes, mineros y muchos temas más, me pidió que buscara a Cristina, en mi calidad de legislador federal, y así lo hice.
Sostuve largas discusiones con Cristina, mujer apasionada como pocas, no siempre coincidí con sus apreciaciones, pero siempre valoré su entrega y valor civil. Me invitó a platicar con las familias de quienes perdieron la vida en la explosión de la mina y así pude ver de cerca su dedicación y el aprecio que le tienen. Al tiempo los invité a la Cámara de Diputados a presentar un documental que conmovió a todos en una sala repleta. Como yo militaba en el PAN, y el gobierno era entonces del PAN, aquel evento fue una especie de pecado mortal. Javier Lozano se negaba a escuchar a las víctimas, su prepotencia le impedía escuchar las preguntas serias y honestas de un legislador federal coahuilense, no obstante que ambos apoyáramos la precandidatura de Ernesto Cordero. Después de presentar aquel documental y frente a la cerrazón arrogante de Lozano hacia las familias de los mineros, fije una postura muy clara y firme frente al gobierno de Felipe Calderón.
Las injuriosas calumnias de Napoleón Gómez Urrutia contra el obispo Vera y Cristina Auerbach demuestran la peligrosa arrogancia que asoma la cabeza en muchos personajes del Gobierno Federal que parecen decir: “Estás conmigo o estás contra mí”. ¿Creerán que la Historia de México comenzó en julio de 2018?, ¿olvida Napoleón que mientras él vivía agazapado en Vancouver, don Raúl, Cristina y las familias de Pasta de Conchos protestaban frente a las oficinas de Grupo México con misas y caminatas?
¿Olvida Napoleón que mientras él controlaba a distancia al sindicato, Cristina y don Raúl enfrentaban a los dueños del poder y del dinero sin más armas que la palabra, la solidaridad y la unidad de las familias? Se autoengaña el senador y dirigente sindical. En sus palabras sólo habla la arrogancia. El mundo no gira en torno a él, sepa que no es el centro del universo. Sepa que se puede cuestionar y criticar tanto a él como a la empresa.
Se puede estar al lado de los trabajadores, de los deudos, y cuestionar a la dirigencia sindical, eso no te hace ni cómplice ni desmerece la lucha. Mientras Napoleón volcó todo sus esfuerzos para librar las órdenes de aprehensión de tres gobiernos federales en su contra y para conservar el control del sindicato; otros, con todo derecho, defendieron a los mineros, especialmente a las familias de quienes perdieron la vida.
Se engaña el senador si cree tener potestad para decir quién puede opinar y quién no sobre las injusticias en el mundo del trabajo minero. Regresó de su autoexilio, tiene derecho, como todo ciudadano, y como legislador y dirigente sindical tiene poder, pero no tiene derecho de calumniar y acallar a quienes han dado su vida a una causa noble, valiente y riesgosa.
@chuyramirezr
Facebook: Chuy Ramírez Jesús Ramírez Rangel
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