Café Montaigne 166
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¿Hay vida? ¿Estimado lector, usted a esto le llama vida? No obstante que he tenido y he puesto buena cara a esto de la pandemia del bacilo de ojos rasgados, lo admito: me ha pegado. Hay horas bajas, sueños vanos, esperanzas y planes las cuales veo, jamás se van cumplir y a materializar. Vidas rotas hay miles en México. Cuando un infectado de COVID-19 muere, no hay manera de enterrarlo y hacer procesión, lloros y crujir de dientes. Nada. Ni siquiera murmurar el rosario. Nada. La pandemia nos tomó a todos por sorpresa. Nos tomó de los huevos. Así se dice en México y nada mejor que esa poderosa metáfora para ejemplificar lo que está pasando y lo que es peor: así va a seguir.
Hablemos de la vida. Hablemos de su vida, de mi vida, de la vida de todos, señor lector. Y la vida, dijo al parecer Charles Chaplin o Albert Einstein, la verdad cito de memoria y no tengo internet y tampoco voy a ir a preguntarle de la autoría de dicha frase al cibercafé de la esquina, no. Decía: “La vida es lo que pasa cuando uno se la pasa haciendo planes”. ¿Usted tiene planes? Realícelos ya. Hoy. No hay tiempo para mañana. Viva hoy. No hay consejo o reflexión mejor que lo anterior: vivir hoy. Mañana es demasiado tarde. Al padre de un buen amigo se le diagnosticó positivo un fin de semana. El virus tal vez lo había mordido días antes. Sólo duró vivo a partir de la picadura, alrededor de cuatro-cinco días. Dolor sin fin en su familia.
Si hablamos de la vida, pues hay que hablar de la muerte. Lo vimos el texto pasado. Si hay vida, esta debe de desembocar en al muerte. No debemos tenerle miedo, sino respeto. Cuando esta llegue, pues que nos agarre de buen humor y como dice el abogado Gerardo Blanco Guerra: “hay que irnos con la vida muy raspada, con el menor equipaje posible y con las cuentas del banco vacías”. ¡Sí señor! Así debe de ser en esta época de zozobras y no de certezas. Época de preguntas y no de respuestas.
Por cierto, le tengo dos malas noticias para avivar el fuego de la desesperanza. Qué le vamos hacer, así soy y no pienso cambiar. Jamás. Le tengo dos noticias malas. Una mala y la otra pésima. La mala, vamos volando para 70 mil muertes en México, las debidamente contabilizadas. Cuando usted lo sabe, Andrés Manuel López Obrador y san Hugo López-Gatell en sus cuentas alegres, con su acostumbrado engaño y aplanando curvas, lo que eso signifique, decían que en México habría sólo de 3 mil a 8 mil muertes (26 de abril). La pésima noticia: no va haber vacuna, aunque todo mundo diga que ya están listas. No va haber vacuna, sino tratamiento. Como en el caso del SIDA. Lo anterior no es un triste vaticinio mío, como siempre lo hago; no es un jugar al tiro de cubilete y ganar, no. Es lo que dice un científico y un filósofo, de los más altos actualmente en el mundo: Harald Zür Hansen y claro, Markus Gabriel.
ESQUINA-BAJAN
Harald Zür Hansen, para mayores señas, es Premio Nobel de Medicina de 2008 por haber descubierto la vacuna del papiloma humano. Markus Gabriel es el filósofo alemán que trae al mundo de cabeza con su pensamiento, habla nueve idiomas, es requerido por todo el mundo para que clarifique todo lo que está ocurriendo y deletrear a dónde vamos o qué derrotero debemos seguir hoy. Como disfrutar un postre, escribe libros, tabiques descomunales donde deja jirones de su pensamiento e ideas flamígeras.
En el “Centro para la Ciencia y el Pensamiento”, con sede en Alemania, este par de estetas han llegado a la anterior conclusión: no vacuna, sino tratamiento. Tanto Hansen como Gabriel han afirmado: “Los coronavirus son tan complejos que será imposible encontrar vacunas para neutralizarlos. Pasará con el coronavirus lo que pasa con el SIDA: acabaremos contando con tratamientos, mas no con vacuna” (Entrevista a Markus Gabriel).
¿Soy un aguafiestas, soy el prietito en el arroz inmaculado de la esperanza? Pues no lo sé. Ni me preocupa. Deberíamos estar ocupados en vivir, así de sencillo y complicado. Tampoco niego la terrible crisis de esta maldita pandemia y nuestro cambio de vida. De hecho, tampoco abogo porque usted vaya por el mundo con aquella sonrisa perpetua y estúpida de los habitantes del “Mundo Feliz” de Aldous Huxley, los cuales tomaban su ración de “Soma” y eran radiantes en extremo, no. Le digo que hay que vivir. De preferencia hoy, por que el mañana no existe, no hay nada seguro, es un deseo solamente, desiderata.
Cuando llegan las prohibiciones, a todo mundo se le antoja y harto, eso precisamente. Gente la cual no procuraba a sus padres ancianos o a sus tíos viejos, ahora allí están a chingue y chingue en sus casas llevando el bacilo en sus manos. Hoy se añoran cosas sencillas: salir a bailar, salir a tomar un trago, brindar por la vida y meter la mano en el plato del queso y de las aceitunas. Hoy imposible. Hoy se añoran cosas como ponerle el cuerno de la infidelidad a la pareja en turno. Ni hay lugares ya para ello (todos cerrados) y las pocas ladys que hay disponibles, te piden un certificado médico. Puf.
Hoy todo es virtual y viral. La vida se ha convertido en una exposición mediática que todo mundo acepta con sus miserias: una calamidad en “tiempo real”. Hoy se come pizza y refresco frente a la cámara para que todo mundo te vea los calzones. Fue lo que pasó con el Senador de NL; Samuel García y su esclava, no su esposa, Mariana Rodríguez (dicen que ella es “influencer”, lo que esa estupidez signifique). El machismo, la misoginia y la aceptación tácita de ser un objeto por parte de su esposa. ¿Esto es vivir ahora?
LETRAS MINÚSCULAS
¿Le pido un favor? Disfrute y viva… así sea.