Corrupcion-ó-metro
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México tiembla de incertidumbre; Monterrey paralizado. Y no aprendemos. Ponemos la esperanza en gobernantes falibles apoyados por “sistemas” tramposos.
Desde la revolución hasta la presente Cuarta Involución, idolatramos la autoridad, no la información. Reformas que encumbran burocracias torpes. Trampas ideadas para corromper ciudadanos.
¿A qué me refiero con “sistemas tramposos”? Sistema es un paquete de variables que explican la realidad. Por ejemplo, en 1990 hice un modelo del “sistema de narcopolítica” en México. Gobernación y la DFS explotaban a los narcos a los cuales “concesionaban” las plazas. Las variables interconectadas eran la demanda de drogas y el consumo; la información en manos del gobierno, y las mordidas recibidas; la notoriedad pública de los narcos y las acciones policiacas, etc.
Una pluma a sueldo del gobierno contra-atacó tildándome de traidor a la patria por lavar ropa sucia en Washington. Sin embargo, con el tiempo, todas las investigaciones, documentales, y hasta series en Netflix han validado mi modelo sobre el “sistema de narcopolítica”.
Hoy propongo el “corrupción-ó-metro”. Este modelo tiene dos lados, el malo y el bueno. Del lado malo están entrelazadas cantidades como: funcionarios venales y recursos desviados; elecciones torcidas y descomposición social; y el aglutinante llamado impunidad. El dinero mal habido se usa para torcer elecciones con la complicidad de ciudadanos podridos, protegidos por un marco de impunidad asegurada.
Un sistema es también un círculo virtuoso o un círculo vicioso. En un sistema corrompido, las personas se sienten legitimadas para corromper o corromperse.
Con las nefastas variables aceleradas, el corrupción-ó-metro marca el tope máximo. El Gobierno de México ha explotado la corrupción durante décadas, escondiendo información. La corrupción es habilitada por cuellos de botella informativos. Los buenos ciudadanos quedan atrapados. Ya más claro no lo puedo explicar.
Del lado bueno están las variables saneadoras que pueden dar reversa al corrupción-ó-metro. Empiezan con la voluntad política, y sigue con presupuestos equilibrados y procesos rigurosos que producen transparencia a borbollones. La información fluye sin estorbos. Los ciudadanos agraviados pueden denunciar fallas chicas y grandes, y sobretodo, delitos. Solo así, con amplia acción social, los delincuentes serán descobijados y castigados.
Cuando se abate la impunidad, el resto de las variables del lado malo también se colapsan; y la aguja del corrupción-o-metro avanza en dirección del cero. Si la tendencia se mantiene, la sociedad aprende a respetar la ley. Este milagro lo vivimos en San Pedro con el Ingeniero Genaro Leal y Raúl Rangel Hinojosa hace cuarenta años.
Entonces iniciamos la revolución de la contabilidad computarizada. Hoy eso no basta. Una red de smart-phones es trillones de veces más rápida y flexible que la HP-2000 de San Pedro. Hoy, podemos rediseñar y crear un smart-gobierno.
El lado bueno del corrupción-ó-metro está esperando un alcalde, gobernador o presidente de la república que acelere las variables anti-corrupción para derrotar la descomposición social que ha hecho de la corrupción una especie de símbolo de la identidad mexicana.
El gran problema es que todos los gobernantes se creen impolutos, pero son ciegos a la preponderancia de los sistemas mal diseñados. Mientras eso siga, México, Nuevo León y Monterrey serán fábricas de corrupción.
La delincuencia se frota las manos. No entenderán el corrupción-ó-metro, pero son expertos en exprimir un sistema podrido, p.ej. la drogadicción aumentó siete por ciento. Otra noticia negra: la Fiscalía General estará bloqueada por falta de presupuesto. Nuestro gobierno no entiende ni maíz del “corrupción-ó-metro”.
Darle reversa al “corrupción-ó-metro” es posible, pero empieza con elecciones confiables. Por ello me decepciona la falta de voluntad política de los actuales gobernantes, desde mero arriba, hasta mero abajo, pasando por las elecciones fallidas.
javierlivas@prodigy.net.mx