El café y ‘la columna’
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Debo hacer, a manera de introducción, algunas precisiones sobre mi relación con el café:
Durante mis años universitarios lo bebí indiscriminadamente. No porque encontrase la amarga infusión obtenida de los granos tostados de esta planta de la familia de las rubiáceas particularmente deliciosa, sino porque era barato y por unos cuantos viejos pesos podía uno pasarse la tarde vaciando taza tras taza, conversando con alguien, que eso hacíamos antes de la invención de los teléfonos móviles.
Pero conforme me alcanzó la adultez y las responsabilidades de la vida Godínez, perdí la tolerancia a los estimulantes presentes en dicha bebida. Perdía el sueño cada vez que abusaba de su ingesta, amanecía con una resaca terrible sólo equiparable a la del alcohol, con un regusto horrible en lengua, paladar y gaznate y con el estómago cocido en su propia acidez. Todo ello por no mencionar el estado de delirio eufórico-persecutorio con crisis de ansiedad aguda. (Era yo como una mega ardilla en tachas).
Pasaron más años, superé la adultez y mandé al carajo las responsabilidades junto con la vida Godínez y pude reencontrarme con esta beberecua, la favorita de todo el mundo (excepto en los países sudacas, donde prefieren la cosa inmunda esa del “mate”, que cargan para todos lados como pinches adictos).
Ahora bebo café responsablemente, nunca después de ciertas horas, sólo una o dos tazas diarias y soy selectivo casi hasta la mamonería. O sin el “casi”, ya que prefiero abstenerme antes que tomar café soluble o esa infusión de calcetín que tienen horas recociendo en algunos establecimientos.
Prefiero un espresso doble sin endulzar. Considero los Starbucks una heladería para gente que no tiene oficina y, sin considerarme barista, ya distingo el helado de café del café de olla.
Tomo el café con el almuerzo, en casa, y es muy raro que lo beba mientras trabajo. Por eso cuando el des-gobernador en turno, Miguel Riquelme, dice que “no es lo mismo sentarse a las horas del día (sic) en un café a escribir la columna, que estar en medio del refuego y tomar decisiones”, yo no me doy por aludido.
Expresó lo anterior en conferencia la semana pasada, cuando habló del papel de los medios de comunicación durante los presentes días de su gestión, en los que nuevos brotes de violencia, enfrentamientos y muerte nos han traído aciagas memorias de épocas más oscuras para nuestra comunidad.
Para el Góber todo es un asunto de percepción y de mal manejo mediático. Según él, el afán de vender más periódicos hace que los editores distorsionen el ángulo de la información, volviéndolo más estridente y sensacionalista.
¡Pues perdónenos, oh gran Jefe Espurio, a todos nosotros, pobres aspirantes a comunicadores, ya que no sabemos cómo hacer nuestro trabajo y tenemos que recurrir a estas argucias seudo periodísticas para ganarnos unos cuantos pesos! ¡Háganos usted el favor de iluminarnos, muéstrenos el camino y señálenos la línea editorial correcta. Nomás, si es tan amable, antes de la hora del cierre!
Curioso que don Riquelme se queje del trato que recibe de los medios en un Estado en el cual el gasto en publicidad y “convenios” con medios de comunicación raya en lo pinche absurdo y ridículo.
En un Estado en el que la información siempre se descubre tarde o por investigaciones extramuros, él no está contento si una nota o comentario editorial le es desfavorable y a nada está de tachar de prensa fifí a quienes no le aplauden.
Y agrega: “Pero sí queremos dejar en claro, a aquellos columnistas que tienen a bien sacar la radiografía de Coahuila, (que) tienen la oportunidad de que con su pluma mucha gente pueda enterarse de lo que está pasando, pues que tengamos mucho cuidado: no es lo mismo decir que ‘regresa la violencia a Coahuila’ que ‘Coahuila se resiste a que regrese la violencia’.
Discúlpenos de nuevo, señor monarca, la realidad la construye cada quien con base en su propia experiencia y si para usted es negro con rayas blancas y para otros es blanco con rayas negras, ¿qué quiere usted? ¿Imponer su realidad?
Aunque la verdad es que sí puede, porque luego da un mensaje entre líneas cuando dice que sí hay buenos periodistas, esos que saben que si le va bien a Coahuila, hay trabajo y hay dinero.
¡Pero por supuesto! Sabemos que en un ambiente de sana colaboración con el Gobierno estatal, muchos destacados periodistas de Coahuila han colocado muy por arriba de lo que es lógico, y muy por debajo de lo que es decente, el significado de prosperidad.
Total, que si usted quiere seguir vendiendo la versión infantilizada de que el delicado equilibrio entre el orden y el caos, se puede romper si usted echa una pestañeada, ¡adelante!
Pero déjenos a nosotros, los intelectuales de café, seguir tratando de desenmarañar lo que intuimos es un fenómeno más complejo, que suele rebasar la competencia de los gobiernos locales y que tiene más que ver con su corrupción que con las armas. Un fenómeno del cual, además, jamás se nos ofrece la información completa ni puntual.
Total, ni nos estorbamos, ni nos molestamos el uno al otro. Uno aquí, modestamente, con sus lectores, sigue en la búsqueda de una versión de la realidad más congruente y usted, por su lado, siempre tendrá a su prensa zalamera a la orden.
Y sobre si es más grato escribir “la columna” que estar en una refriega “tomando decisiones”, creo que cada quien escogió dónde quiere estar al día de hoy (y se le paga en proporción a sus obligaciones) y ambos estamos forzados a dar lo mejor en nuestro respectivo trabajo.
petatiux@hotmail.com facebook.com/enrique.abasolo